El Gobierno de la Ciudad, fanático como todo defensor del neoliberalismo de las evaluaciones estandarizadas, acaba de caer en su propia trampa. Los resultados de las pruebas Prils –se dieron a conocer en los últimos días– indican que los niños y niñas de la Ciudad obtuvieron “un promedio significativamente menor que la media” en los niveles de comprensión lectora. En este distrito, el PRO decide la política educativa desde hace 10 años. Por lo tanto sus funcionarios debieron salir a dar explicaciones. Aquí es donde aparece la celada de la que no pueden escapar las autoridades pedagógicas de la CABA. La respuesta de la licenciada Tamara Vinacur, directora de la Unidad de Evaluación del Ministerio de Educación porteño, argumentó que el bajo resultado y la mala ubicación en el ranking, 46 sobre 61 participantes, se debe a que en nuestros planes de estudios los contenidos vinculados a la lectura crítica que evalúan las Prils se enseñan a años posteriores a 4º grado, que es en el que tomaron las evaluaciones.
Como las pruebas son estandarizadas no tienen en cuenta los diferentes planes de estudios ni objetivos de cada país. Es decir, lo que cuestiona Vinacur es el carácter de la prueba, ya que eso justificaría el mal desempeño. Pero se trata del tipo de pruebas estandarizadas que desde la Unión de Trabajadores de la Educación venimos sosteniendo que no sirven para evaluar integralmente a nuestro sistema educativo.
En síntesis, si las evaluaciones estandarizadas fuesen la herramienta correcta, 10 años de política educativa de Macri y Larreta en la Ciudad han demostrado un rotundo fracaso. Si, por el contrario, las evaluaciones estandarizadas no son el mecanismo adecuado para advertir nuestros problemas, las y los docentes teníamos razón en nuestros cuestionamientos y deberíamos usar otro tipo de evaluaciones. Esta es la trampa en la que caen los mismos que defienden este tipo de pruebas.
Lo mismo había ocurrido el año pasado con la evaluación estandarizada sobre contenidos de matemática que se tomaban en años distintos a los que se enseñaban en la Ciudad. La pregunta es por qué seguimos comprando estas pruebas enlatadas a empresas privadas internacionales en vez de crear nuestras propias evaluaciones. Las que queremos los docentes y también la mayoría de los pedagogos e investigadores en educación debe ser integral, participativa, contextualizada y no una excusa para atacar a la escuela pública y sus trabajadores. Estas características no están presentes en ninguna de las mediciones estandarizadas que fascinan a los gobiernos neoliberales.
Si queremos avanzar hacia niveles más críticos de lectoescritura en nuestros estudiantes, en lugar de medir con instrumentos diseñados para otros sistemas educativos, deberíamos preguntarnos por la incidencia que tiene la posibilidad de entrar en contacto con el mundo de lo escrito en el jardín de infantes, es decir desde los 3 años. Para esto es una condición fundamental que los niños y las niñas tengan vacantes en escuelas infantiles públicas como las que año tras año niega el Gobierno porteño a las familias que se inscriben. Ese contacto temprano con la lectoescritura no puede reemplazarse por ese circuito extra educativo de Centros de cuidado de la Primera Infancia que el Ministerio de Educación de la Ciudad delegó a organizaciones no gubernamentales.
Si el macrismo luego de 10 años de gobierno en CABA no cambia esta forma de mirar la educación, no sólo caerán en la trampa los funcionarios de gobierno, sino que arrastrarán a ella a toda la opinión pública y al sistema educativo de la Ciudad.
* Secretario general UTE-Ctera.
** Secretario de Comunicación UTE-Ctera.