El gobierno argentino se apresta a firmar la semana que viene junto a los socios del Mercosur un “acuerdo político” que establezca un nuevo piso en las negociaciones de libre comercio con la Unión Europea (UE). Ese compromiso le permitiría a la administración de Cambiemos lucirse en la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que durante los próximos días tendrá lugar en Buenos Aires. Sin embargo, hay capítulos sensibles del acuerdo vinculados a bienes y servicios, compras públicas y patentes que no están cerrados. Hoy es el último día de negociaciones en Bruselas, con la participación de representantes de los países del Mercosur y también dirigentes del sector privado. “La información nos llega por los empresarios brasileños”, se quejan los dirigentes metalúrgicos, de laboratorios, siderurgia, autopartes, naval y alimentos.
La orden de Mauricio Macri desde hace unos meses es que se avance todo lo posible en la firma del acuerdo con la Unión Europea. Es decir que encima del efecto negativo para la industria local que se deriva de la propia lógica del acuerdo se monta la ansiedad argentina por la firma, que implica en los hechos una mayor flexibilidad en la negociación. En este contexto, los dirigentes de las cámaras industriales más grandes del país fortalecieron su posición de cautela (cuando no rechazo) en relación al acuerdo. Si bien en estos días se mejoraron las ofertas de rebaja arancelaria de parte de ambos bloques, desde Europa no apareció la oferta superadora en carnes y etanol, dos rubros sensibles de la negociación.
Carnes y etanol son dos productos en donde los países de la región, y particularmente Brasil, tienen posibilidades de crecimiento en el mercado europeo. La intransigencia europea se explica por la postura de Francia, aunque hay numerosos sectores del agro europeo en pie de guerra por el acuerdo con el Mercosur. “La comisaria europea de Comercio, Celia Malmström, debe rechazar la destrucción medioambiental, las fallas en la seguridad alimenticia y el bienestar animal y el trabajo esclavo asociado a la carne proveniente de Brasil”, dijo ayer Joe Healy, presidente de la Asociación Irlandesa de Granjeros (IFA, por su sigla en inglés).
Mientras los productores agropecuarios europeos se quejan del acuerdo, las industrias del Viejo Continente son las principales ganadoras. Por eso, la industria argentina presenta una situación netamente defensiva. “Se trata de perder lo menos posible”, dicen los industriales. Para hacerle marca personal a los negociadores, viajaron a Bruselas representantes de Adimra (metalúrgicos), Cilfa (laboratorios), Copal (alimentos), Afac (autopartes), Cámara del Acero, industria naviera y agroquímicos. Entre los metalúrgicos y siderurgia, entre otros, la principal preocupación pasa por el establecimiento de un umbral alto para las normas de origen. Este mecanismo permitiría evitar que ingresen a la Argentina libre de aranceles productos fabricados mayormente en Asia pero etiquetados en Europa.
Otro punto sensible para los metalúrgicos es el capítulo de compras públicas, en donde las empresas europeas piden tratamiento igualitario con las nacionales. Las compras públicas en la Argentina no están reguladas por la OMC, con lo cual son muy amplios los grados de libertad del Estado para utilizar ese recurso como medio para impulsar a la industria. Con el acuerdo, esa posibilidad se restringiría en favor de la industria europea.
Para los laboratorios y las empresas de agroquímicos la situación también es compleja, porque la UE está reclamando la exclusividad de los datos de prueba que se hacen para homologar nuevas drogas y una extensión en los plazos para la protección de patentes. En tanto, los alimentos nacionales enfrentan el problema de las indicaciones geográficas de la competencia europea. Por ejemplo, entre los quesos europeos es común que la descripción del producto incluya la referencia geográfica. La industria argentina pelea para que esa lógica no se imponga en los productos locales. A la complejidad de la negociación se suma la poca disposición a compartir información por parte de los negociadores del Gobierno. “Nos terminamos enterando más cosas por los empresarios brasileños que por los funcionarios argentinos”, se quejan industriales.