Sapos. Momentos de infancia en dictadura, película dirigida por Lucas Brunetto, se estrena este año pero sus orígenes se remontan al 2006, cuando fue convocado por el Ministerio de Educación como parte de un equipo de capacitación docente para unas jornadas en Catamarca. Ahí conoció a algunos colegas y, con asombro, descubrieron que todos habían pasado sus infancias en dictadura. "Quedamos enganchados con eso y, a la vuelta del viaje, intercambiamos varios recuerdos y vivencias por mail. Quedaron guardados por largo tiempo hasta que, diez años después, empecé a trabajar investigando materiales en Super 8 filmados de manera amateur por la gente que conseguía cámaras", recuerda el director en diálogo con Página/12

Revisando el material de su banco de imágenes, Brunetto notó que los niños ocupaban un lugar central en la pantalla. "Es algo que suele ocurrir con los registros audiovisuales domésticos: los chicos copan la atención", dice. Al mismo tiempo, empezó a sondear las correspondencias entre la vida privada del hogar y la vida pública que se desplegaba en calles, plazas y escuelas. A partir de ese acopio audiovisual, recordó aquellos relatos escritos por sus colegas y dio inicio formal al proyecto documental que puede verse los sábados a las 21 en Ítaca (Humahuaca 4027).

–¿Qué aporta la textura de los registros en Super 8?

–Tiene muchos atractivos. Yo soy sociólogo: investigar la vida social y los consumos socioculturales es algo que me interesó siempre. Estas películas amateurs, además de su valor cinematográfico (que también existe) tienen un valor sociocultural. Me resultaron reveladoras en relación a las pautas de comportamiento, las modas y ciertas formas de habitar el mundo relacionadas con la tecnología de la época y los momentos políticos particulares. Además, es un formato que se comercializó en esos tiempos a raíz de las políticas económicas favorables para la importación; la clase media que tuvo oportunidad de viajar compró muchas de esas cámaras. Los videos tienen una curiosidad muy cinematográfica. Hay aspectos como lo performativo de la imagen: quien filma da indicaciones al que es retratado y el retratado interactúa con el que filma. Eso me resultaba interesante.

En Sapos también aparece la textura sonora de los cassettes, otra forma de comunicación (además de las cartas) para aquellas familias disgregadas a causa del exilio: hay abuelas que cuentan cuentos y graban canciones de Margarito Tereré a los nietos que viven en Suecia. Era una forma de mantener el contacto y no olvidar las voces de los seres queridos. El reencuentro de los protagonistas de estos relatos fue bastante intenso y se produjo en la etapa final de la pandemia, con distancia social y barbijos durante las jornadas de grabación en los estudios. "Estoy súper agradecido. Ellos me siguieron el juego y me acompañaron en este emprendimiento con mucha amorosidad y respeto, porque las decisiones finales de montaje y edición son del director y para ellos era una sorpresa", cuenta Brunetto.

Una de la imágenes de "Sapos".

–¿Cómo definirías esos códigos generacionales asociados al hecho de haber transitado la infancia en dictadura?

–Hay un mundo compartido: programas de televisión, películas, marcas, consumos. Nosotros estamos atravesados por todo eso, pero hay algo que nos diferencia de otras generaciones y está asociado a la marca que dejó la dictadura: prohibición, censura, persecución, desapariciones. Es algo que irrumpe en la normalidad y te atraviesa, es más que los códigos de una generación porque recordamos la presencia de militares en las calles, el sonido de las sirenas, los desfiles en las fechas patrias, una escolaridad muy disciplinada con entrenamiento físico.

Una de las protagonistas lo sintetiza de manera clara: "Verde era el color del miedo". Esa atmósfera amenazante era una sensación compartida por los chicos en aquellos años. Otro testimonio recuerda a un padre ocultando libros prohibidos y la aventura de descubrir el escondite para robar algunos ejemplares. El montaje de las imágenes de época y los recuerdos en las voces de los protagonistas fue para Brunetto un "desafío y un trabajo muy arduo"; la idea era lograr una articulación virtuosa entre los relatos de sus colegas y el archivo audiovisual. "Todo el material es de gente que contactamos para conseguir estas películas, hay otras que encontramos en ferias y anticuarios, pero es completamente ajeno. Ninguno de los protagonistas tiene material propio, salvo los audios de Nadia", detalla el director.

Sapos se destaca por su exploración en términos narrativos, es decir, la audacia de contar ese período histórico desde la perspectiva de niños y niñas. Por otra parte, hay una clara voluntad por salirse de los relatos más oficiales e ir a sondear la periferia de los registros domésticos amateurs: "Yo tenía claro que la infancia clandestina, la infancia de quienes nacieron en un centro clandestino de detención o quienes fueron hijos de militantes y desaparecidos ya estaba muy bien contada, tanto en el campo documental como en la ficción –destaca–. El interés estaba más desplazado a tratar de dar cuenta de esos aspectos más relacionados con la cotidianidad, ir pescando esos vasos comunicantes entre la vida familiar en sus rutinas cotidianas y la vida pública, esa Argentina gobernada por los militares, su política de terror y su política económica tendiente al vaciamiento de la industria nacional y la promoción de la acumulación del capital a través del sistema financiero".

Brunetto explica que buena parte del cine documental ha recurrido a material que forma parte del acervo de los noticieros de la época o del Archivo General de la Nación, registros de carácter oficial. "En este caso, trabajé con la periferia del mundo de los archivos: esto estaba en los armarios, en los altillos de las casas, en la baulera. Se trataba de ir a esa periferia audiovisual para relevar un mundo que ya había sido muy bien abordado por el cine desde otros ángulos, mostrar lo que produjo la dictadura social, política y económicamente sin intención de explicar o esclarecer a nadie. Me gusta confrontar esta idea de memoria e historia, que no son lo mismo", concluye.

*Sapos puede verse los sábados a las 21 en Ítaca (Humahuaca 4027) y las entradas están disponibles en Alternativa Teatral. Más información en el Instagram @sapos.pelicula.