No es porque sí que a Darío Jalfín le dicen Doctor Música. Y no es solo porque –lo dice él- tenga imagen de catedrático, nerd y erudito, sino por una búsqueda constante que lo anima: aportar algo a los demás. “Lo que intenta este Doctor es curar la herida de los que dicen 'amo la música pero no sé nada'”, dice en tercera persona el pianista, docente, cantante y licenciado en composición. “Para mí esto es una gran falacia, porque venimos escuchando música desde la panza de nuestras madres y todos podemos dar un paso más en la creación”, completa. Un poco de eso tiene pues “Canciones por dentro”, el ciclo que Jalfin lleva a cabo en BeBop (Uriarte 1658), bajo el propósito de recrear canciones de grandes exponentes de la música argentina, pero versionadas bajo la supervisión del mismísimo Doctor Música. De ahí que el concierto por venir (jueves 13 de marzo a las 22.30) tenga como fin homenajear a Fito Páez en el día de su cumpleaños número 62 no solo tocando sus canciones, sino también enseñando algunos de sus secretos en clave de masterclass, e interactuando con el público.

“Es una propuesta de tono lúdico, aunque el juego pasa por descubrir recursos que hacen a las grandes canciones, y que todos los sentimos pero muchas veces no terminamos de conceptualizarlos y dar un paso más hacia adentro de cada canción”, asegura el músico, que aplica una impronta similar en las clases de composición que da en la universidad, y en las columnas que suele hacer para radio, televisión y plataformas. “En el caso de Fito, bueno, él es un artista con muchas aristas, y es hermoso cómo se fueron desarrollando en su obra algunas influencias compositivas que puso en un tono totalmente personal”

-¿A cuáles te referís, puntualmente?

-Por ejemplo, a la forma única en que aborda el jazz-vals desde “Dejaste ver tu corazón” hasta “Todas las tardes del sol”. O despliega recursos del tumbado, proveniente de lo latino en general y de Brasil en particular, en canciones como “Instantáneas”, “Sable chino” y “Tres agujas”. Es maravilloso cómo Fito cruza los géneros populares y el rock pop. Es un gran artista de la fusión, sin dudas.

El set pedagógico de Jalfin sobre Páez en BeBop incluirá también versiones de clásicos inoxidables del rosarino, casos “11 y 6”, “Cable a tierra”, “Dos días en la vida” y “Polaroid de locura ordinaria”. “Que Fito haya grabado una canción conmigo es inolvidable por su generosidad y por el aporte tan genuino que hizo, transformando automáticamente fraseos y melodías para ponerlos en su universo. Fue mágico”, refiere Jalfin, evocando la experiencia dada respecto de la aludida “Tifón de realidad”, en 2016.

“Ojalá pueda venir a alguno de estos shows, porque me contó que le gustaron mucho algunos análisis que compartí de sus canciones”, se entusiasma Jalfin, que viene de homenajear a Charly García, cuyas canciones también lleva años estudiando y enseñando. “Charly está en mi ADN musical... Es una de las razones por las que soy músico. Cuando hacemos sus canciones en vivo, ponemos la lupa para descubrirlas. A diferencia de Fito, Charly tiene un uso de las sonoridades armónicas muy particular, porque esquiva los acordes mayores y menores. Fito en eso es más tradicional, pero muy influido por el jazz y la bossa nova. Charly visita más el tango y Fito más el folklore, pero en lo latino se dan la mano”

-¿Y si metemos al “Flaco” Spinetta en medio, doctor?

-Al Flaco es difícil meterlo adentro de nada (risas). Él es como un satélite orbitando su propio planeta. Soy muy fan de su obra. Toco muchas canciones suyas y lo más disruptivo es el idioma propio que construyó, más despegado de todo. Ya voy a hacer un show de él, sin dudas.

-¿Por qué te gusta “engañar” con las introducciones de ciertos temas?

-Porque me gusta jugar a cómo algunas cosas pueden encajar con otras, proviniendo de distintos lugares. La música para mí es la mejor de las inteligencias emocionales desarrollada a lo largo de milenios. En una era donde tanto se obsesionan con los plagios, desde mi punto de vista nos viene bien el “todo tiene que ver con todo”. Jugar haciendo cruces es un poco esa reivindicación que hago a la creación artística, desmitificando un poco la idea de originalidad absoluta.

-A propósito, ¿cómo tenés pensado encarar las versiones de Páez? ¿Más deformadas que respetuosas o al revés?

-Me hice la fama de buscarle una vuelta muy personal a los covers y, sí, lo siento así, sobre todo cuando los produzco y los grabo. Tanto mi versión de “Dulce condena” como las de “A Starosta, el idiota”, “La balsa” o “Tu nombre me sabe a hierba” son versiones casi insólitas de esas canciones, pero gustaron mucho a la gente y a sus autores. Sin embargo, en los vivos, y lo de Fito será el caso, respeto mucho más los originales. Además, siendo un show de piano y voces, ya hay una originalidad en la propuesta sonora.