Diego Velázquez, todos los sábados, se transforma en un "Escritor fracasado". Fascinado con Roberto Arlt desde que protagonizó Los siete locos y Los lanzallamas en la TV Pública, el actor decidió llevar un cuento casi desconocido del escritor a la escena, y ponerse en la piel de su protagonista, no sin la intervención de su público.

La función del sábado pasado 

El teatro está vivo y el sábado pasado quienes asistieron a la función de "Escritor fracasado" lo pudieron comprobar en carne propia. Al principio de la obra, comenzó a haber problemas de iluminación. Una luz de fiesta insistía desbocada en continuar encendida hasta que Velázquez decidió parar la obra y preguntarle al técnico qué sucedía. Fueron unos minutos de desconcierto donde el público no sabía dónde se encontraba el límite entre la ficción y la realidad. Ya desde el comienzo el personaje había roto la cuarta pared, se había dirigido al público y como el personaje tenía un tinte de artista quejumbroso, parecía posible la interrupción. El público, fiel a su papel, se mantenía mudo e inmóvil. El actor se retiró de escena y anunció que iba a ver lo que pasaba. 

Comenzaron las risas nerviosas. Unos y otros susurraban y se preguntaban si era parte de la obra. Cuando el actor volvió informó que o bien se podía suspender la función y se devolvía el dinero o que podía probar con continuar la obra. Fue ahí cuando empezó la asamblea. En un solo gesto, el público devino comunidad, un viento originario sopló sobre los espectadores y convirtió la función en una bacanal. Unos y otros comentaban con el de al lado, expresaban su sorpresa, chicaneaban al actor en un tono ameno y clamaban por la continuidad en pos de una señora que había viajado desde Rosario. El actor decidió que “el show” continuara con luz de sala y el texto se transformó.

"Lo que más me fascina del teatro es la relación directa con la audiencia. Yo percibo cómo están viviendo la función: si se están durmiendo, si se están riendo, si hay emoción, y eso me alimenta", señala el actor y agrega “para mí esa es la diferencia básica, a mí me interesa un espectador que quiera venir a escuchar lo que yo digo y que yo se lo pueda compartir, que estamos juntos en eso que está sucediendo, no alguien que venga a ver una exhibición de teatro”.

A la obra que se la podía percibir cargada de ciertos tintes pop cínicos se le imprimió otro espesor. La luz blanca de la sala impactó con su densidad. La fantasía, la transpiración de Velázquez, sus intentos por retomar la compostura y seguir lograron que apareciera el fracaso del escritor y su desesperación. Lo que antes lucía como una escena pintoresca ahora parecían objetos desordenados. La purpurina se iba corriendo, dándole paso a la mugre y acercándonos al personaje. Mientras ese escritor buscaba ocultar su envidia, su fracaso, su angustia, con un discurso pomposo y brillante, la puesta en escena ahora pesaba con su luz de ensayo. Como si se pudiera vislumbrar lo que cuesta sostener la apariencia cuando el barco naufraga.

"El único fracaso que hay en el teatro es cuando no estás presente".

“La función fue extrema. Pero el teatro siempre tiene un trabajo con el presente absoluto y por eso para mí cada función es distinta. Rápidamente me doy cuenta si voy a tener un público que se ríe, un público sesudo, un público que se aburre. Pero el sábado se me jugó otra incomodidad, porque era gente que había pagado la entrada, viajado. Entonces yo me lancé a intentar seguir la función sin ninguna certeza, tratando de incluir por momentos lo que estaba sucediendo. Creo que el único fracaso que hay en el teatro es cuando no estás presente, cuando te acartonás”, dice el actor.

En un triple giro, el corte de luz nos mostraba ahora la vida del personaje, la vida del actor célebre luchando aún contra los vaivenes de una sala y sus desaciertos, y la vida del público en un contexto donde cada vez más cuesta maquillar la desazón. Al público le costó más de lo normal asumir que la ficción no está diseñada a prueba de balas y que la escena es tan frágil como la vida real.

Arlt versus el mar

Si bien Velázquez vive hace muchísimos años en Buenos Aires, sus primeros pasos como actor los dio en Mar del Plata, de donde es oriundo. Estudió en el taller de teatro de Antonio Mónaco y Silvio Urquia en la Universidad Nacional. También en la ciudad, se formó como artista visual en la Escuela Martín Malharro. “No es lo mismo vivir toda tu infancia y juventud al lado del mar. Hay una relación con la inmensidad y el vacío que es distinta. A medida que voy transcurriendo en Buenos Aires, lo noto más”, reflexiona el actor sobre sus orígenes.

“Arlt fue una de mis primeras lecturas cuando me vine desde Mar del Plata. "El juguete rabioso" fue mi bautismo porteño. Cuando encontré este cuento, que está al borde del ensayo, me pareció que estaba escrito como los dioses y además me sentí interpelado. Él está hablando de cierta podredumbre de un sistema artístico. Es un texto que tiene como cien años y que ha pasado en este tiempo, es que la cosa empeoró. Creo que el cuento alerta sobre donde los artistas ponemos la atención, si en la creación o en el ego”, dice Velazquez. Para llevarlo a escena, conversó con la escenógrafa, vestuarista e iluminadora Oría Puppo, quien sugirió a la actriz Marilú Marini para dirigirlo, debutando así como directora.

A lo largo de la obra, el escritor representado en el monólogo está obsesionado con la mirada del otro, con cómo es percibido y qué creen los demás sobre él. Para el actor, esta figura se convierte en una crítica a los artistas que se deslumbran por los aplausos, los premios y el reconocimiento. "Los conceptos de éxito y fracaso están muy asociados a mi profesión. Pero para mi no tienen nada que ver con la profesión. Tienen que ver con el mercado. Al que se maneja en estos términos no le queda mucho más que fracasar. Arlt dice que el éxito tiene muy mala memoria” y agrega que para él es fundamental encontrar un criterio propio. “No hay que entregarse a todo lo que te devuelve ajena. Es difícil. Es un trabajo diario para mí”, asegura.

Si bien la obra está en cartel desde el 2017, el público se transformó y el contexto moldeó la obra. “La escritura de Arlt tiene algo premonitorio. Él en algunos textos habla de una especie de nacismo, pre hitleriano. Cuando estrenamos, todos se espantaban con este personaje porque era un desbocado, un zarpado, un desubicado, un miserable y hoy en día vemos discursos así todo el tiempo en la política. Estamos viviendo en una época de mucha violencia y desfachatez. Creo que tiene más valor que antes, más peso”, concluye el actor.

Es que “Escritor Fracasado” no es solo una crítica al mundo literario, sino un llamado a cuestionar las dinámicas del arte en la sociedad contemporánea, un espejo que refleja las inseguridades y los deseos de los artistas, pero también de la sociedad misma.

La obra está llegando al final de su temporada, pero todavía quedan algunas funciones para disfrutarla. Todos los sábados de marzo a las 20:00 en Dumont 4040. Las entradas pueden adquirirse a través de Alternativa Teatral.