“Siento que me convierto en un canal por el que pasan las voces de los otros”, dice María Teresa Andruetto, autora notable de la literatura argentina contemporánea, cuya obra, que abarca narrativa, poesía y ensayo, se caracteriza por una sensibilidad única para explorar la identidad, la memoria y la construcción de subjetividades en contextos históricos complejos.

En Como si fuesen fábulas, su nuevo libro, reúne un puñado de historias (reales) que fue recabando a lo largo del tiempo y bajo su pluma se convierten en viñetas bellísimas, inquietantes o definitivamente monstruosas, de personas, comunidades y lenguas que han sido olvidadas, marginadas o excluidas: son fábulas de nuestro tiempo, sin moraleja, y que en conjunto revelan lo que se sustrae a la mirada, la memoria y el registro: una pintura de escenas fatídicas envueltas en capas de silencio y omisión que, de todos modos, se vuelven luminosas.

Andruetto nos habla de un poblado salteño casi fantasma; de un cuento de Rodolfo Walsh desaparecido en la ESMA que su compañera -ya fallecida- Lilia Ferreyra, se propone reconstruir con la ayuda de un ex compañero de cautiverio del escritor. Nos habla también de un idioma que la ley ancestral prohíbe transmitir por vía masculina; de las historias de quienes viven en cárceles; de las leyendas de los duendes del agua; del maestro de Albert Camus; del repudio de las prostitutas en la Patagonia Trágica. Nos trae la visión de los vencidos en la conquista de América. El último registro de la lengua chaná, y la pregunta sobre el odio. Nos habla de sucesos infortunados, burlados por la indiferencia del mundo, que la literatura repone, revela y testimonia.

 

NADA DEL OTRO MUNDO

Son, en total, cincuenta y tres relatos cortos. En “Wakefield”, por ejemplo, discurre, a partir del cuento de Nathaniel Hawthorne de 1835, sobre la historia de un hombre que sale a dar “un paseo” y nunca más regresa a la casa en donde la espera su esposa, y sobre las variaciones que aportaron la literatura y el cine ( “La fuerza del relato reside en el desconocimiento de los motivos que pudieron haber impulsado al marido a hacer lo que hizo. Las razones insondables del protagonista”). Y a esto, suma a su vez sobre un caso real: el de un hombre que salió a comprar cigarrillos en 1993 en Comodoro Rivadavia y nunca regresó, dejando en el hogar a su mujer y sus hijos, sin respuestas. Treinta años más tarde lo encontraron: nunca dio más razones que las de haber tenido diferencias con su esposa, que falleció sin saber qué le había pasado al marido.

En “Skyvan”, aborda una temática mucho más sensible a la memoria reciente: la autora repasa la historia de los aviones que fueron la niña bonita de la aeronáutica inglesa y sirvieron a la última dictadura argentina para concretar sus vuelos de la muerte: entre 1976 y 1982, los Skyvan hicieron unos 315 vuelos en circuitos que unen Campo de Mayo, Aeroparque, Río de la Plata y Mar Argentino y arrojaron al vacío aproximadamente a seis mil personas. Andruetto reconstruye todo lo que se sabe hasta el momento sobre la historia de esos registros.

Originalmente, los textos que componen Como si fuese fábulas fueron columnas radiales de la autora en el programa Nada del otro mundo. Ese material, trabajado para su formato impreso, es el que al presentarse por escrito adquiere nueva cadencia y otro peso específico: la literatura de Andruetto es un territorio donde la historia personal y colectiva se entrelazan, donde la belleza del lenguaje convive con la exploración de los dilemas humanos: su obra les devuelve la voz a quienes han sido invisibilizados y abre caminos hacia nuevas formas de narrar el mundo.

Si la escritora nacida en 1954 en Arroyo Cabral, provincia de Córdoba, es referente entre las y los autores de su generación es porque su obra abarca diversos géneros, incluyendo narrativa, poesía y literatura infantil y juvenil -un ámbito en el que ha realizado aportes fundamentales- pero, ante todo, por la precisión de su prosa, su compromiso social y por una poética que indaga en la identidad y las voces silenciadas de la historia.

Uno de los temas recurrentes en su producción es la exploración de la memoria colectiva, especialmente en relación con la dictadura argentina y sus efectos en la sociedad, de los que ha había dado cuenta en el pasado: en novelas como Lengua madre (2010), construye una narración íntima y reflexiva sobre la identidad y el pasado, utilizando una prosa fragmentaria que evoca la incertidumbre y el dolor del exilio y la búsqueda de la verdad. A través de la voz de su protagonista, la autora nos sumerge en un relato donde el lenguaje mismo se vuelve un campo de disputa y resistencia.

Así como en el ámbito de la literatura juvenil, ha dejado una marca indeleble con obras como Stefano (1997), una novela que narra la historia de un joven inmigrante italiano que llega a Argentina en busca de un futuro mejor, basada en sus propias experiencias familiares y que aborda temas como la identidad, la migración y la construcción del yo en medio de la adversidad.

La poesía también ocupa un lugar central en su producción literaria: en títulos como Pavese y otros poemas (2008) y Cleofé (2017), Andruetto muestra su capacidad para crear imágenes poderosas y sugerentes, explorando la relación entre la memoria, el cuerpo y la naturaleza. Su poesía se define por una gran economía de palabras y una intensidad emocional que deja una profunda huella en el lector.

Reincide también en la recuperación de voces marginadas o silenciadas en títulos como Cacería (2019), en el que aborda el dolor de la violencia política a través de relatos breves y concisos en los que el silencio y la omisión tienen un peso narrativo tan significativo como las palabras: en ese caso se trata de una obra que, como muchas otras que firma, refleja su compromiso con la memoria y la justicia, elementos fundamentales en su literatura.

Reconocida con numerosos premios, la escritora fue distinguida en 1012 con el prestigioso Premio Hans Christian Andersen, convirtiéndose en la primera escritora argentina en recibir este galardón. Su literatura, además de su valor estético, cumple una función ética y social, e incita a la reflexión sobre las heridas del pasado y la construcción de nuevas narrativas para el futuro.

FOTO DE CHARLY SOTO
 

DE MÁRGENES Y SABIDURÍAS

“Si me siento un canal de las voces de los otros es, en primer lugar, porque soy una observadora atenta de la realidad, del contexto, de las vidas de los otros, y también sucede que muchas personas me cuentan cosas, dolores humanos: mi escritura viene de eso, proviene de esa observación y de esas situaciones que aspiro a retratar. Más que ser una escritora que busca historias, diría que las historias llegan a mí y piden escritura”, señala Andruetto. “Estos relatos nacen, efectivamente, de episodios que observo o de los que he tenido conocimiento, y luego es la escritura la que va acopiando imágenes y palabras que les terminan dando un sentido nuevo”. Y explica: “No tengo ese sentido de antemano, lo voy buscando: a veces es un cuento, una persona, un hecho histórico el que me llama la atención y eso es lo que me hace indagar en mis propias lecturas, voy y vengo en mi memoria de lecturas, y me dejo llevar. Esa acumulación que después voy trabajando, amasando, condensando, descartando, sobre todo, es la que me permite ir tallando el lenguaje, como si fuera una piedra y yo la escultora que busca la forma”, dice.

En Como si fuesen fábulas, las reflexiones presentes de la autora y sus lecturas pasadas se van entramando entonces con la escritura de los episodios que rescata de la historia, de los recuerdos, o de la escucha; así, Andruetto narra la manera en que un determinado hecho resuena en ella, y la escritura se despliega, leva, suma capas sucesivas, a partir de ese núcleo original que se va engrosando. El relato crece siempre de un modo novedoso.

“¿Son crónicas?”, se pregunta Andruetto en relación a este medio centenar de historias que, además, aunque refieran a un solo personaje o a una situación doméstica o puntual se “toca”, inevitablemente, con lo colectivo o lo social: es por eso que su literatura se vuelve entonces definitivamente política.

“Hay temas que funcionan como ejes rectores de estos relatos, y atraviesan el conjunto: la exclusión, el olvido, la invisibilización, y si estas cuestiones tienen un lugar central en mi literatura es porque es hacia donde yo tiendo a mirar. Habiendo tantas cosas en derredor, yo conecto a partir de la empatía, justamente, con los bordes sociales y los sufrimientos de las personas, las mujeres, las infancias, en espacios carcelarios y en barrios que no siempre permiten la comodidad y la justicia”, reflexiona Andruetto. “En esos márgenes, plagados de carencias diversas -sobre todo económicas, más que culturales o afectivas-, se juegan fortalezas y sabidurías. Los veo, los he visto siempre, nunca he dejado de verlos. Yo vivo en un pequeño pueblo pero no en una burbuja.”

Esos personajes y esos ámbitos aparecen en los textos de Andruetto sembrados de sentidos: multiplican las visiones que proveen al lector, no porque apelen al pintoresquismo de la marginalidad -tópico que frivolizan algunos autores- sino, precisamente, por lo contrario, porque su escritura está en las antípodas de la frivolidad: en estos espacios, desde la perspectiva de Andruetto, lo que se juega es más bien la vitalidad de la resistencia y de la supervivencia de aquellos para quienes la vida no está servida, y los pone a prueba.

“Quizás, mi trabajo de escritura sea para que otros vean, pero no desde el lugar del que observa desde afuera, sino desde otro de profunda humanidad, un punto de vista del que debiéramos aprender más. Porque el punto es que yo aprendo de esas vidas, que muchas veces intento reflejar desde dentro o desde un lugar de mucha cercanía, para acercar al lector.”

Sus personajes, puestos a jugar en estos lugares incómodos, tienen sin embargo siempre la posibilidad de redefinir su lugar en el mundo, y eso es lo que vuelve luminosas y poderosas a estas historias. “Yo veo en esas vidas la búsqueda de la belleza, que nunca se encuentra en los objetos, la persistencia de la solidaridad, y la búsqueda del sentido de la existencia, que es lo que buscamos todos. Esos sentidos me impactan y me inspiran”, define la autora.

El trabajo de escritura, reconoce Andruetto, está orientado, en su caso, precisamente a esa búsqueda, la de encontrar belleza en esas luchas que retrata, a la de dar también con el sentido de lo escrito: es decir, con los motivos por los que una historia merece publicarse, pasar a ser parte de la escena pública. En esa doble exploración que se profundiza a medida que corrige, y al mismo tiempo hacia afuera, la autora concreta una operación que es a la vez estética y política.

“A mí me interesa mucho el sentido político de la palabra, en un sentido muy amplio”, explica ella. “He acompañado muchos procesos de escritura y lo que les digo a los alumnos es que, más allá de la fascinación por la propia escritura y la tentación de publicar, es importante saber cuándo y por qué un escrito merece o no ser puesto en la escena pública, porque un escritor no es solo el que publica, sino aquel que puede sostener su palabra ante los otros. Que quede claro: una cosa es escribir o publicar y otra es ser escritor, y lo segundo supone ejercer esos sentidos y valores que uno ha escrito en privado en la esfera de lo público.”

De estos 53 relatos, el que más le gusta “es uno que habla del alma de lo que hacemos, del alma de las cosas”. Dice: “Tengo una amigo médico que me dijo una vez: Yo me pregunto si lo que hago es medicina, ¿cuál es el alma de lo que hago? A partir de ahí, empecé a pensar en este tema. ¿Cuál es el alma de lo que hacemos? Empiezo a recordar lecturas, a pensar, y así se va armando lo que escribo, en esa búsqueda, que tiene que tener y sostener algo muy genuino porque si no el lector lo advierte, el lector siempre sabe si un escrito tiene alma”.

Hay también otro relato que arranca con los apellidos mapuches de algunos de los soldados que pelearon en Malvinas. “Trabajé mucho hasta el orden de esa enumeración, su sonoridad. Así, todo, porque escribir es también, o ante todo, el trabajo con el lenguaje. Después, creo que lo que define mi literatura es la compasión por el otro: por los que están solos, los que sufren, por los dolores humanos que se vuelven fábulas”, explica la escritora.

¿La literatura puede, en ese sentido, reponer alguna forma de justicia en esas vidas narradas? “Yo aspiro a que lo que yo sienta pueda sentirlo el lector y derribar los prejuicios que yo misma demuelo cuando me interpelo, me conmuevo ante el otro e intento comprender sus acciones. “En ese sentido, sí, la empatía es lo que nos pone frente al otro como frente a un espejo y apuesta a esa conmoción, la que supone entender a otro que no soy yo, aunque podría serlo.”

En esa defensa de los marginados, los olvidados, los suficientes, está también la defensa de las lenguas y las comunidades que desaparecen y se aferran a sus tradiciones, para no desaparecer. La figura de la desaparición alcanza todo aquello que se extingue ante el violento avance del mundo, y ante sus macro y micro fascismos.

“Lo singular y lo colectivo; lo personal, que es lo político; lo individual, que a su vez es universal o comunitario: creo que estas crónicas encuentran una resolución en un llamado a lo colectivo”, concluye la escritora. “Yo descubrí muchas cosas en ese recorrido, porque también, y por sobre todo, se escribe para aprender. Yo lo hago para ver más allá de los prejuicios que hackeo en mí, de lo que decimos sin ver, de los sentidos que repetimos sin reflexionar sobre ellos. Me asusta mucho el automatismo, escribo para decir sin que cristalicen en mí las formas de la lengua que no me son propias o se han anquilosado y ya no dicen. Uno busca que entre una palabra y otra se abran fisuras que permitan la conexión entre dos almas, entre subjetividades distintas”.

 

El amor, acaso, también pueda pensarse como un desvío -muchas veces inesperado- y a un encuentro con un otro que conduce finalmente a lo propio. Y hasta allí nos conduce la literatura de Andruetto: a un reencuentro con lo más salvaje, lo más genuino o lo más puro de uno mismo. La literatura también, o, sobre todo, es la búsqueda del propio rostro fuera del propio.