La verdad, como ideal, es la única forma de sostener y exigir una ética sobre la cual se pueda juzgar no solo el hacer y la responsabilidad periodística, sino también la diferencia entre lo que es periodismo y una vulgar operación de prensa. Si respecto al concepto de verdad informativa entendemos que esta búsqueda es necesaria como garantía de calidad respaldada por una fuerte ética periodística, hay un problema serio a destacar en posicionamientos progresistas y posmodernos dentro de la actividad periodística.

Si la respuesta frente a cualquier fenómeno --político, económico, social, biológico, etcétera-- es que “todo es más complejo” o “todo es cultural y depende de la perspectiva desde la que miremos”, nos paralizamos frente a la realidad, en momentos en los que nuestros pibes se van a dormir sin comer, y no damos respuesta a la necesidad de información de nuestro pueblo. Es un problema que, de fondo, transita en el cruce entre hacer periodismo y hacer investigación, tan caro al pensamiento progresista.

Muchos referentes culturales del kirchnerismo celebraron el relativismo de la verdad. Y es este relativismo, en una forma aún más radical y extrema, el que hoy se operacionaliza desde los espacios en los que el gobierno de Milei invierte mucho dinero para narrativizar la epopeya libertaria.

Pero en el origen es este posicionamiento relativista el que creyó descubrir en el concepto de posverdad algo novedoso, cuando ya Masotta y el grupo de los medios con su "Requiem para un jabalí herido" y, más atrás, Wells con "La guerra de los mundos", ponían en evidencia la capacidad de los medios de comunicación de crear verosímiles.

La verdad existe en el seno de la experiencia humana. Es la que nos hace doler las rodillas cuando corremos con sobrepeso; o la que muestra que la especulación financiera y la justicia social van por caminos separados, y la primera no asegura la alimentación, la salud y la vivienda de un pueblo.

Si no atendemos a que la única verdad es la realidad, un tipo como Dannan puede generar legitimidad al sostener enunciados respecto a que “un discurso de odio es un manual de biología básica”, o decir que “a mí me hace hombre mi ADN, los cromosomas o mis genitales”, para después agredir a una persona trans diciendo que es un hombre con peluca. Es claro que una cosa es lo real y otra es ser un reprimido que no deja vivir a los demás y cree que un caniche que se percibe león puede darte consejos de inversiones.

Es una verdad que experimentamos en sus efectos, y que percibimos de forma incompleta, porque nuestra percepción temporal y espacial es limitada. La percibimos mediada por nuestras creencias y experiencias anteriores, pero está allá afuera y es la que nos permite establecer que un caniche es un caniche aunque se perciba león.

Ello no es contradictorio con la existencia de intereses diversos y condicionamientos editoriales. Pero es necesario recuperar la existencia de la ética periodística, en tanto informar al pueblo sin truco ni artificio es un principio fundamental que debe guiar la labor periodística, ya que de ella depende la credibilidad de los medios y, en última instancia, la salud de la democracia y la credibilidad que hace posible el comercio.

En este sentido, es muy saludable el pronunciamiento de los trabajadores de prensa. Una posible salida a esta crisis podría ser la generación de un espacio colegiado conformado por periodistas y espacios de las universidades que supervise el cumplimiento de los principios éticos en el ejercicio del periodismo.

Es momento de pensar si acaso la existencia de un mecanismo de rendición de cuentas fortalecería la credibilidad del periodismo y enviaría un mensaje claro: la información no es un juego, sino un servicio público. Tal vez para gente que cree que la verdad se construye y es un efecto de poder no sea necesario. En la era de las redes sociales y la sobreinformación, cualquiera puede emitir una opinión, pero no cualquiera tiene la capacidad y la responsabilidad de investigar, contrastar fuentes y presentar hechos de manera objetiva. El periodismo no es opinión; es rigor, verificación y compromiso con la verdad. Es hora de que comencemos a pensar nuestra profesión con la seriedad y el compromiso que estos tiempos ameritan.

* Docente titular Ciencias de la Comunicación UBA

* Docente Ciencias de la Comunicación UBA