“Nos regalan miedo para vendernos seguridad” dice una frase popular que sintetiza buena parte de los discursos político--mediáticos actuales.
Los miedos se construyen y fortalecen sobre la base de una matriz cultural racista y clasista presente en nuestra sociedad. Vivimos una realidad atravesada de miradas eurocéntricas y aporofóbicas.
En ese marco se construye la idea de un “otro” monstruoso, amenazante y peligroso. Los chivos expiatorios deben ser los adecuados: sectores con escaso poder económico, simbólico y mediático para poder defenderse. El profesor Raúl Zaffaroni afirma que existe una criminología mediática que nos vende el miedo a ese “otro” y nos propone al punitivismo, las detenciones y la violencia estatal como la forma de afrontarlo.
Estas narrativas generan consecuencias. La docente e investigadora en Derecho Penal y Criminología, Gabriela Gusis sostiene que las prisiones argentinas, al igual que muchas prisiones de América Latina, reflejan una población general con un alto índice de necesidades básicas insatisfechas previamente. En sociedades con un setenta por ciento de excluidos la cárcel se constituye como un depósito en el que mucha de la población que ya se encuentra fuera del sistema termina allí como si fuera un vertedero. Desprovista de todo tipo de derechos.
A la cárcel la presentan como la respuesta a casi todos los conflictos. Según datos del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena la cantidad de personas privadas de su libertad creció y crece sistemáticamente: Argentina pasó de tener 37.885 personas privadas de su libertad en el año 2000 a 111.967 en el 2023.
Como sostuvo recientemente el docente e investigador, Esteban Rodriguez Alzueta, “quien crea que la mano dura es la solución mágica debe saber que cada vez hay más cárceles y más gente presa y sin embargo no sólo cada vez hay más delitos sino más delitos violentos. Violencia que luego amenaza con derramarse en los barrios y sumarle nuevas dificultades a los vecinos de esos barrios. Por eso, cabe preguntar si esa violencia social no es también la consecuencia de un sistema penal que, cuando subculturiza a los jóvenes, lumpeniza a la sociedad, le mete cada vez más presión a una comunidad que no aguanta más. La justicia no es la respuesta al delito, sino que forma parte del problema”.
Mas allá de los discursos y narrativas que atraviesan a la agenda mediática y digital, los datos indican que es mucho más probable morir a causa de un suicidio o un accidente de tránsito que ser víctima de un homicidio en situación de robo. Según el Sistema de Alerta Temprana del Sistema Nacional de Información Criminal durante el año 2023 hubo 2.046 homicidios dolosos, 3.955 muertes viales y 4.197 suicidios.
Para reducir las violencias, cabe preguntarse por la situación en que se encuentran los dispositivos que trabajan las problemáticas de salud mental, la violencia de género y los consumos problemáticos. Paralelamente, en el marco de una sociedad fragmentada, el camino es fortalecer el tejido social: reconstruir lazos, hermanarnos y fortalecer puentes. Cuando nos quieran vender miedo, pongamos empatía y construyamos comunidad.
* Profesor de la UNRN. Licenciado en Comunicación Social. Especialista en comunicación y cult