A través de la ciencia ficción, en su libro “El barco”, Brenchx cuenta una historia incisiva, que con giros cómicos y románticos pone sobre la mesa la crítica de un mundo moderno. La falta de tiempo, la destrucción de lo amado, evasión, vicios y seres que aún dan esperanza. Se trata de una novela humilde y optimista, punzante y realista, que le opone al capitalismo humanidad. La novela está situada en un casino de Buenos Aires donde las máquinas tragamonedas resultan tan fascinantes como adictivas. Una noche encuentra a los protagonistas perdidos en el dolor existencial, cuando el barco zarpa misteriosamente de las costas de Buenos Aires. ¿Quién tripula el barco? Punto vacío de todas las certezas posibles, el misterio del secuestro produce un paréntesis temporal y lleva a dimensiones inesperadas. Esta entrevista que navega entre las herramientas y posibilidades de cambiar el mundo con un libro.

¿Cómo te presentás?

-Solo soy un poeta. Que escribe desde un lugar geográfico, el rioplatense.

¿Por qué te define el rioplatense?

-Porque el rioplatense es donde lo fantástico encuentra voces y las lecturas de esas voces, nos guían para que les que experimentamos tengamos aliento y sentido. La literatura nunca es estar en soledad, eso es lo potente. Mi hábitat cotidiano es La Libre en el barrio de San Telmo. La Libre es una librería cooperativa y es una propuesta colectiva abierta a la comunidad de la edición independiente, a la autopublicación, al mundo fanzinero, a les amantes del libro usado, todo eso es nuestro ADN. Ese basto mundo que habito todos los días me entusiasma para creer que el libro cambia mundos, nos permiten conectarnos con cosas desconocidas, con un imaginario infinito, desde ahí vale la alegría de escribir.

Pensamos en un libro como herramienta política, pero también en el género. ¿Por qué elegiste la ciencia ficción?

-Lo principal es pensar que algo que “no puede suceder”, puede suceder. Como los límites de la propia estructura mental en un momento histórico determinado. Es romper esas capas y permitir que se piense algo diferente. Para mí eso es totalmente político y subversivo. Y creo que ahora estamos en un momento en que todo parece imposible. Y me parece que lo que te da el escenario de la posibilidad, como una línea de fuga dentro de la literatura es la ciencia ficción.

¿La literatura cambia el mundo?

-Y la literatura es una prueba empírica de que la imaginación humana no tiene límites y todo lo que se pueda hacer literatura, quizás suceda. En relación a la imaginación, siempre va a ser el móvil para poder crear otros escenarios. Una escena te puede salvar. Desde sacarte de un ataque de pánico hasta convertirse en la utopía que te hace seguir. La imaginación no es fácil, son un montón de intentos… y bueno, hasta que sale. Estamos viviendo una distopía en muchos términos. Pueden venir cosas peores, pero ya estamos adentro. A veces uno no puede creer, pero hace 50 años se escribieron cosas que hoy están sucediendo. En estos momentos quizás esté bueno pensar cosas que nos abran otros horizontes porque es un contexto muy dañino para la imaginación. Quizás lo que la literatura puede hacer es afirmar que esos horizontes son posibles.


En el género suelen reinar las distopías y no necesariamente la esperanza.

-Michel Nieva presentó hace poco en La Libre, “Ciencia ficción capitalista”, y ahí él retrata que los mega-ultra-millonarios toman las palabras, las formas, los discursos de la ciencia ficción para poder instalar cosas. Cosas para el 1% de la humanidad como hacer viajes intergalácticos por 60 millones de dólares. Se apropian del discurso de la ciencia ficción. Te permite pensar cómo operan. Para el otro 99% del mundo, es pulsión de vida la ciencia ficción y de mundos posibles. O sea, de hecho, una de mis autoras favoritas, Ursula K. Leguin, una gran escritora, en sus maneras de contar, de narrar, por más que sea en Marte, describe y usa mecanismos del pensamiento que siempre son absolutamente humanos. Maneras de construir comunidad, de pensar al otro, la otredad y de vincularte con ese otro, y creo que es ahí.

Al fin y al cabo, ¿estamos hablando de capitalismo?

-Sí, quienes tienen hoy la plata y el poder en el mundo inventan su propia realidad, no hay realidad paralela. Digo, ellos están en su propia fiesta en donde nosotros no podemos entrar. Es lo más crudo, no entramos todos en su fiesta. Entonces nosotros tenemos que hacer las nuestras, decidir la narrativa que queramos inventar, desde la literatura, la pintura o las formas de hacer política. Eso que nunca van a poder borrar, la imaginación del pueblo. No tienen ese poder.

El libro tiene la mirada optimista de aceptar todo ese “mundo hiperrealista” y sin embargo ante la destrucción, elegir seres que aún lo cuiden ¿Por qué?

-Es un mensaje, es creer a pesar y en contra de todo. Hay personas, y somos muchas, que creemos en los cambios sociales, en los derechos, esa es una forma de cuidar el mundo de la destrucción. Y para poder cuidar las cosas tenés que tener una noción de lo que pasa. Llevándolo a la política, estamos gobernados por gente que vive en una nube de gas venenoso. Hay un mundo que necesita un plato de comida, educación pública, laburo, un montón de cosas para poder vivir dignamente. Ese mensaje tiene que ver con la política. La política es el invento y la imaginería humana que nos puede salvar. Ahí está el motor. Y las narrativas que creemos sirven como abono para que podamos transformar. La humanidad no va a poder salvarse en la individualidad.

¿Ves mucha individualidad en la sociedad?

-Nos gobiernan dementes, y lograron algo terrible que es que aunque te choques todo el tiempo contra la pared, vienen y te dicen que vos podés solo. Soy librero y lo que más pide la gente son cosas de superación personal, cuyos autores la mayoría son estafadores. Todo ese material de autoayuda financiera también permitió que estos discursos se instalen y vienen desde hace mucho tiempo operando no solo desde plataformas digitales sino también desde los libros. La gente compró estos discursos porque también leyó mucho eso. Lo que te vende esta gente es que el fracaso, si vos no triunfás…

Hablando del juego, vamos a tu libro. ¿Cómo fue el proceso de construcción? ¿Cómo fuiste enhebrando todo esto?

-Pienso que primero tiene que ver con una genealogía, es producto de un montón de cosas que pasaron en nuestro pasado argentino reciente. Tiene que ver con las narrativas ideológicas que creamos con muchísima lucha y que hoy permite que escritores trans podamos decir “somos trans y escribimos”. Dentro de la comunidad disidente hay una literatura fluyendo donde tomamos la palabra y decimos, acá estamos. Existimos, escribimos. También agradecerle mucho a la editorial Ayarmanot, y a Laura Ponce, la editora, con quien trabajamos un año en su clínica. Lo que sí, desde siempre, tuve en claro el tema: el juego. Andrea, junto con los demás protagonistas tenían eso en común. Sus vidas son muy diferentes, pero el punto de unión de la historia es el juego.

¿Por qué el juego?

-Y el juego, las máquinas, las cartas, póker, o ruleta, el casino en sí. En las máquinas principalmente la gente puede llegar a estar nueve, diez horas sin darse cuenta. Es adicción, un tema muy groso, que afecta a mucha gente, y hoy por hoy, los medios tecnológicos te permiten un acceso mucho más rápido. Como lo que está pasando hoy con les pibis, que están apostando online y es directamente un problema de salud pública.

¿Fue una manera de abordar “la evasión”?

-Sí, sí. El exceso de estímulo también. Es que yo creo que es un conjunto de cosas. O sea, es el juego, pero también la sobreestimulación de esa evasión, digamos. Vos necesitás una serie de condimentos. Una de las cosas que tienen las máquinas principalmente, es justamente eso… ruidos, imágenes explosivas, te llevan a un mundo de fantasía, tienen temas, un relato. La gente empieza a tener un vínculo con la máquina, las toca, las besa y ahí entra un poco la magia también. La magia de pensar que eso va a hacer que ganes. Es como una excusa, para poder distraerte y sacarte de… la humanidad en un punto, no hacerte cargo. No juzgo a ninguno de los personajes. De hecho los entiendo bastante, pero es eso… la perfecta evasión.

¿Una mezcla de alienación y fetichismo?

-Es uno de los exponentes más concretos, donde se ve claramente la alienación. También tiene algo muy curioso, que es que es re policlasista. El juego es de los pocos lugares que no discrimina. Las clases sociales están todas ahí adentro, desde el jubilado que no tiene un mango hasta el mega millonario. Ahí se hace tangible la alienación y la distopía en la que vivimos.

Por último, ¿cómo te imaginás, cómo se imagina un escritor, un poeta, un librero, el futuro?

-No lineal, colectivo, con muchas líneas de fuga, pero con mucha imaginación. Lleno de algo recontra subversivo como la poesía. Que sigamos leyendo cosas copadas que nos abran la cabeza, que se despierten ideas y se dejen de consumir discursos hegemónicos. Poder pensar con un acervo de la realidad. Hay mucho material de ficción y no ficción y política, se está produciendo un montón y eso es un motor enorme. Eso para mí es la base de la esperanza.

¿Soñás con ese momento en el que un poema cambie la historia?

-Nunca había pensado en que un poema cambie la historia, pero es un buen título. Tengo esperanzas al respecto, si no la tuviera no podría escribir.