Que personas extrañas los coleccionistas. Se pasan los días corriendo detrás de una zanahoria que parece estar cada vez más lejos. Cuál es el momento, si es que existe, en el que un coleccionista, sin importar lo que sea que coleccione, se siente satisfecho. Quizás, el día en el que dice “ya está, terminé, mi colección está lista” no exista nunca y esa sed por buscar, encontrar y poseer no se acaba jamás.
Entre todos los coleccionistas que caminan por este mundo está Patricio Binaghi, el editor de Paripé Books, un proyecto con base en Madrid que desde hace años viene publicando libros de fotografía y también de ficción latinoamericana, principalmente. Sin embargo, Binaghi ahora también es autor, ya que publicó su primer libro en diciembre último: Anacronías alemanas.
Se trata de un volumen que recopila una serie de crónicas que el autor escribió, en los últimos años, durante diferentes estancias y viajes a Alemania. Lejos de ser un simple rejunte de aguafuertes, el libro funciona como una bitácora de esa irracionalidad que lleva a alguien a coleccionar: el narrador de este libro define sus días a partir de los libros viejos, publicaciones olvidadas y posters extraños que quiere conseguir de un momento histórico muy específico del país europeo. Entre regateos y obsesiones este coleccionista va agrandando su acervo de papel ajado y primeras ediciones.
En Anacronías alemanas la geografía sirve como un puntapié para revivir el pasado. Si bien se trata de crónicas de viaje, lo que está pasando en la línea del presente muchas veces queda en segundo plano. Mientras el narrador recorre y habita las calles de cada una de las ciudades por las que pasa, revive en cada esquina una anécdota, una historia del pasado o hace despliegue de sus conocimientos sobre esa tierra que está habitando. Así es que de algunas esquinas salen aventuras con chongos fugaces, fragmentos de la vida de algún artista o diseñador alemán o el recuerdo de algún episodio aún más lejano, como la vida en una secundaria alemana de Quilmes. En algunos tramos, el libro se vuelve una anticrónica, quita del relato lo que está sucediendo en ese preciso momento para extrapolarse a un tiempo otro, muy distante del presente. Lo que Binaghi practica es el ejercicio de la fuga en el que la escritura es una manera de no estar en donde se está.
Los prejuicios, que a veces son muy útiles pero otra veces no, podrían hacer pensar al lector que Anacronías alemanas es otro libro más de un latino que se fascina con el viejo continente. Sin embargo, lo que menos tiene el narrador es un fanatismo por Alemania. A lo largo del libro señala sin pudor varias fallas que hay en ese país y que contradicen el imaginario que se ha construido alrededor de ese lugar.
Escribe Binaghi: “Alemania sigue siendo marcadamente analógica en una era digital, notablemente burocrática, con servicios de trenes que rara vez cumplen sus horarios y una arraigada preferencia por el efectivo sobre las tarjetas bancarias. La vida cotidiana aquí puede complicarse sin billetes y monedas, lo que subraya las contradicciones de este país que, a pesar de su fama, conserva su lado más terrenal”. Además, en numerosas oportunidades recupera a diferentes artistas locales que entran en diálogo con lo que sea que esté mirando en aquel país o simplemente porque le gustan. En la lista están desde la escritora Mercedes Halfon, hasta el artista y diseñador Tomás Maldonado, pasando por el fotógrafo Marcos Zimmermann.
Lo que aparece en Anacronías alemanas es una lectura periférica sobre uno de los países que más fascinación genera hoy en día. Al “por qué no podemos ser como Alemania” Binaghi parece contestarle con un montón de señalamientos que derriban ese lugar común. Y la manera de combatir esa fantasía es armando un relato desde la periferia, desde los mercados de pulgas donde un coleccionista de libros y un fanático de los archivos trata de buscar tesoros olvidados por la distopia cyberpunk que poco a poco va instalándose en todas partes del mundo.