Desde que cursamos la escuela primaria, el único color que asociamos con la inmensa llanura argentina es el verde. A pesar de que su extensión incluya varias lagunas y lo crucen distintos ríos, o que la planicie esté bajo un celeste cielo. No hay otra posibilidad. Por eso descoloca un poco hablar de una Pampa Azul. A su vez, es frecuente pintar con este color a nuestro Mar Argentino, la enorme plataforma continental que ingresa en el Océano Atlántico, y que ofrece tantas riquezas y posibilidades de desarrollo productivo como el otro “granero del mundo”, ese que se encuentra en tierra firme. Aunque muchas de ellas aún estén por descubrirse.
Daniel Antenucci, biólogo marplatense, profesor titular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador Principal del CONICET cuenta, como antecedente, el desarrollo del sistema científico en Argentina desde principios de los 2000 para contextualizar la iniciativa Pampa Azul. “En el 2004 nos visitó en la facultad el entonces vicepresidente de CONICET, Ricardo Farías. Nos incentivó, a las y los investigadores, a participar en la creación de institutos que tuvieran una doble dependencia con las Universidades Nacionales. Estaba probado que el ambiente de enseñanza, por el empuje de los estudiantes, generaba un clima favorable para la innovación y el desarrollo de una mayor productividad científica. Junto a otros colegas, conformamos entonces el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras. Recuerdo que para la redacción de su estatuto tomamos como modelo las asambleas de un club deportivo. Recién se aprobó en el 2008, articulado con el ya existente Instituto Nacional de Investigaciones y Desarrollo Pesquero (INIDEP). Si bien éramos solo ocho los integrantes del consejo directivo fundador, se transformó en uno de los más grandes del país en poco tiempo, con aproximadamente cien investigadores y un número similar de becarios trabajando en diferentes temas”.
Desde el aporte inicial, décadas atrás, de los inmigrantes italianos con sus lanchitas amarillas, la pesca se fue convirtiendo en una de las principales actividades económicas de Mar del Plata. Y si bien fue incorporando conocimientos específicos e inversiones diversas, muchos creen que aún no ha desplegado todo su potencial como actividad productiva.
Antenucci continúa: “Algunos investigadores pertenecientes al Instituto tuvieron una fuerte impronta en el nacimiento de Pampa Azul. Me refiero a Claudia Bremec, a Hermes Mianzan, a Oscar Iribarne, a Marcelo Acha y a Marcelo Pájaro, aunque seguramente estoy pecando en dejar alguno afuera de esta enumeración. Era el 2012, y le propusieron a las autoridades nacionales instalar la cuestión marina en el centro de la agenda de desarrollo haciendo foco sobre las zonas altamente productivas del Mar Argentino, donde hay una gran dinámica, con corrientes marinas y flujos térmicos cambiantes. Además, tomaba en consideración otras cuestiones, porque ya no se trataba solo del recurso ictícola y su ambiente, sino también de lo geológico e incluso de lo geopolítico. Se tomó en cuenta todo lo que ya se venía trabajando sobre el mar y la plataforma continental, que también era un importante soporte para el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas”.
“En abril de 2014, hacia el final del segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, se lanzó la Iniciativa Pampa Azul (IPA), un programa interministerial con la firme intención de jerarquizar, articular y potenciar las acciones impulsadas por las distintas áreas del Estado en el campo de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación. Participaron los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación; Relaciones Exteriores; Comercio Internacional y Culto; Ambiente y Desarrollo Sostenible; Agricultura, Ganadería, y Pesca; Turismo y Deportes y Defensa y Seguridad. La iniciativa buscaba proporcionar bases científicas a las políticas oceánicas y marino-costeras nacionales. En 2015, se sancionó una Ley que contemplaba un financiamiento permanente. Cuando asumió Macri a la Presidencia, la iniciativa se ralentó, pero no se detuvo. Con Alberto Fernández, volvió a activarse plenamente. Y actualmente hay que decir que está completamente desarticulada y desfinanciada. Un verdadero desperdicio”.
Si bien el gran impulso al sistema científico tecnológico lo ha brindado históricamente el Estado Nacional, desde las jurisdicciones provinciales pueden aportar lo suyo. Ese parece ser el camino elegido por la Provincia de Buenos Aires para intentar mitigar el desastre.
“En el 2022 se conforma el CIIMAR, que pone bajo su paraguas los institutos de temáticas marinas con sede en Mar del Plata, con un planteo similar al de Pampa Azul, pero centrado en las costas bonaerenses, con la participación de los Ministerios de Producción y de Ambiente de la Provincia, además de CONICET y la UNMdP. Desde ahí nos ocupamos de monitorear el mar y la costa, de relevar en una primera instancia información básica: parámetros fisicoquímicos del mar que permiten hacer un seguimiento del cambio climático y su impacto ecológico, entre otras perspectivas. En ese mismo año se empieza a poner en valor un edificio, en el predio de tres hectáreas asignado a la Universidad, contiguo al Faro de la Memoria, con un crédito de la CAF, de ocho millones y medio de dólares. La primera etapa ya finalizó, aunque el Presidente Milei no ha saldado el último certificado a la empresa contratista, por eso no fue entregado el final de obra. Ahora, el CIIMAR se presentó para un financiamiento destinado a sus objetivos científicos, cuyo adoptante es la autoridad del agua de la Provincia de Buenos Aires. Se intenta que Pampa Azul no se pierda del todo, aunque sabemos que no va a resultar fácil retomar esa línea de trabajo. En ese marco, desde el Ministerio de Ambiente se iniciaron talleres para el manejo de las áreas naturales protegidas, y están en carpeta otras iniciativas similares”, relata el investigador.
Es de público conocimiento que el actual presidente no cumple ninguna de las leyes sancionadas para el sector. Ni siquiera ejecuta las partidas del viejo presupuesto desactualizado y asignado en el 2023 para ciencia y tecnología. Hasta el día de hoy, esta política de vaciamiento parece no haber impactado lo suficiente en nuestra sociedad, salvo por las dos grandes marchas universitarias del año pasado.
Antenucci cuenta la situación general de los científicos, que en definitiva son trabajadores en relación de dependencia como tantos otros: “El ingreso a carrera del Investigador de CONICET descendió un treinta por ciento, los jóvenes migran a desarrollar su vocación científica en otros países donde se invierte más fuertemente en ciencia. Los salarios están como los de todos los docentes universitarios, en la lona. Un investigador independiente de CONICET con 28 años de antigüedad tiene un salario similar al de un playero de estación de servicio más propina, sin desmerecer lo que debe ganar el playero. En los países vecinos, los investigadores ganan tres o cuatro veces más dinero que nosotros. Sumado a ello, no hay financiamiento para los insumos básicos ni para el mantenimiento de equipos, la agencia nacional de promoción científica está vaciada. La gran mayoría no se quiere ir, pero nadie quiere perder su carrera científica, porque no hay donde desarrollar proyectos de investigación serios y continuados. Actualmente hay profesionales que elaboran informes de consultoría para empresas pesqueras, y lo que cobran lo vuelcan todo a financiar los insumos de sus grupos para seguir investigando. No buscan enriquecerse, sino sostener los proyectos que llevan muchos años de trabajo y un gran esfuerzo colectivo. Pero claro, dedicarte a estas iniciativas te distraen de otras que son más importantes desde lo estratégico”.
Por último, el investigador concluye su intervención con un llamado a la ciudadanía: “tenemos que revertir esto como sociedad antes de que sea demasiado tarde. Recuperar cada año perdido en el desarrollo científico, lleva muchísimo tiempo, porque el capital humano que costó tanto formar, migra. Los países desarrollados son competitivos gracias al desarrollo de ciencia y tecnología. Si seguimos así, estaremos condenados a ser un país que solo tiene producción primaria, sujeto a los vaivenes del clima para producción de soja, y de los mercados para el petróleo y los minerales".