PRESENCIA 7 PUNTOS
(EE.UU - 2024)
Dirección: Steven Soderbergh
Elenco: Lucy Liu, Chris Sullivan, Callina Liang, Eddy Maday, West Mulholland y Julia Fox.
Estreno en salas
Las películas sobre casas habitadas por criaturas paranormales -fantasmas, espíritus, diablos et al- a las que llega una pobre e inocente familia (puede ser también una parejita o un grupo de amigos) se han vuelto una recurrencia del terror contemporáneo. Lógico: son baratas, se filman rápido y hay un público que no será numeroso, pero sí está lo suficientemente cautivo como para propulsar el giro continuo de la rueda. Sobre el kilómetro cero de este camino ultra conocido se para Steven Soderbergh en, justamente, Presencia, primera de sus dos películas que llegarán a la cartelera argentina con sólo un par de semanas de diferencia (Código negro se verá desde el 27/3).
Pero la película no apela –o no al menos de la manera más tradicional– a los recursos del cine de los sustos. Y tiene una particularidad que la distingue sobre el resto, pues el infatigable y multirubro Soderbergh –aquí oficia de camarógrafo y director de fotografía con su habitual seudónimo Peter Andrews– ensaya una curiosa maniobra técnica a la vez que narrativa: toda la acción está contada desde una cámara subjetiva que simula ser esa entidad. La premisa es un “truco” y, por qué no, un gesto lúdico, pero también una puesta en abismo del propio dispositivo y del lenguaje audiovisual. Si el concepto “punto de vista” suele referirse a quien (un personaje, un narrador ajeno a la trama) cuenta lo que cuenta la película, aquí es a través de los ojos de esa presencia que el espectador ve qué es lo que ocurre puertas adentro de la casa.
Presencia hace de la cámara un personaje que no por invisible deja de sentirse. Y, a medida que avance la trama, ella irá ganando más protagonismo, confirmando que no se trata de un capricho del realizador. Si bien la película podría haberse filmado de manera más tradicional, la elección aporta una dosis de extrañeza a lo que ocurre a partir de la llegada de una familia arquetípica (mamá, papá, hijo e hijxs adolescentes) a la casa donde la presencia ya está instalada y observando desde la ventana.
La familia tiene sus particularidades. La más importante es que la hija menor, Chloe, acaba de vivir una experiencia traumática con la reciente muerte –no se sabe si voluntaria o accidental– de su mejor amiga, Nadia, por sobredosis. Dado que Chloe es la única de los cuatro que mira de frente a la cámara, es probable que perciba que hay alguien más compartiendo el espacio con ellos. Siente que la miran y que las cosas se mueven, lo que los padres atribuyen al peso del duelo. Algo similar ocurre con un pintor que se niega a ingresar a uno de los cuartos porque, afirma, hay “algo raro”, preludio para la contratación de una médium que entra en trance y, como Chloe, mira a cámara. En la familia, sin embargo, siguen dudando. Es más, todos dudan de todo y de todos todo el tiempo.
Presencia avanza por dos andariveles. Por un lado, es un drama sobre una familia en la que, en general, el silencio opera como la alfombra bajo la que se ocultan diversas disfuncionalidades. Cada quien prioriza su propio interés por sobre el del conjunto, como si estuvieran atrapados en sus lodos mentales y no pudieran ver más allá de sus subjetividades. El otro se relaciona con un amigo del hermano mayor y los cada vez más evidentes flirteos con Chloe. Un muchacho que, como todos aquí, parece esconder cosas. ¿Y la tan mentada presencia? Será un factor ordenador de las prioridades familiares, a la vez elemento clave para la chica y el amigote. Una resolución un tanto simplista para una película que, sin embargo, es mucho más que un ejercicio de estilo.