Estado eléctrico - 5 puntos

The Electric State, Estados Unidos, 2025

Dirección: Anthony y Joe Russo

Guion: Christopher Markus y Stephen McFeely, sobre novela de Simon Stalenhag

Duración: 128 minutos

Intérpretes: Millie Bobby Brown, Chris Pratt, Stanley Tucci, Giancarlo Esposito, Woody Norman y las voces de Woody Harrelson y Alan Tudyk, Anthony Mackie, Brian Cox y Hank Azaria.

Estreno en Netflix.

En el terreno de la comunicación corporativa ninguna palabra es elegida al azar. Cada una apunta a sostener una estrategia que siempre tiene objetivos claros. Por eso llama la atención que Netflix haya elegido promocionar el estreno de Estado eléctrico, nuevo trabajo de los hermanos Anthony y Joe Russo, como “la película más cara" en la historia de la plataforma. No la más ambiciosa, ni la más espectacular. La más cara. ¿Eso era lo más importante que se podía decir de Estado eléctrico? ¿Cuánto costó? ¿No había otros méritos más elocuentes para hablar de la película que exhibir su balance de gastos?

La decisión no es inocua, en tanto parece no pensar en el público como espectadores, sino como socios en una junta de accionistas. Al mismo tiempo establece prioridades a la hora de evaluar el eventual éxito o fracaso, poniendo a la economía por encima de los valores artísticos o estéticos. No importa si la gente disfruta o habla bien de Estado eléctrico, sino arriarlos hasta el control remoto para que aprieten la tecla Play. En esencia, nada muy distinto de lo que pasa en Argentina desde hace casi un año y medio, donde la gestión actual del Incaa ya avisó que no aspira a subsidiar buenas películas, sino a que el balance financiero de cada una sea positivo, si es posible en dólares.

Más allá de la cuestión presupuestaria, Estado Eléctrico es un producto de diseño, apuntado a un target bien amplio, que juega con la nostalgia fetichista de los años ‘90 y aspira a dejar un mensaje unívoco antes de que en pantalla aparezca la palabra “fin”. Su historia transcurre en aquella década que marcó la hegemonía del capitalismo, pero en una versión paralela que en los detalles se parece más a la actualidad. Un universo alternativo (aunque la banda de sonido propone una playlist con los grandes éxitos de rigor) en el que han proliferado los robots de servicio, que finalmente se hartaron de ser tratados como esclavos y decidieron enfrentar el yugo humano. Terminator ground zero.

Aunque está lejos de la visión oscura de las películas de Cameron, Estado eléctrico no retrata un mundo feliz. Tras la derrota, los robots sobrevivientes son condenados a vivir en un ghetto en el medio de los Estados Unidos y la gente se ha vuelto adicta a unos cascos de realidad virtual con los que consumen su tiempo. Los Russo apelan a metáforas del grosor de una sequoia para hacer referencia al presente. Por ejemplo, todos sus protagonistas son blancos y las minorías están representadas por esa casta de robots condenados a un tecnoapartheid. O su llamamiento explícito a dejar la virtualidad para volver a vivir en el mundo real, que podría traducirse como “¡Largá el celular, nene!”. Incluso la versión atemperada de Elon Musk que compone Stanley Tucci.

Estado eléctrico no ofrece demasiado, más allá de su espectacular diseño, variante noventosa del steampunk. Millie Bobby Brown, primera estrella de cine made in Netflix, sigue interpretando roles de adolescente aunque ya cumplió 21 y Chris Pratt, con todo lo simpático que puede resultar, vuelve a actuar de Chris Pratt. El resto es puro presupuesto.