Si hacemos una línea de tiempo con nuestra trayectoria laboral, la que sea, en el rubro que sea, y como ejercicio, marcamos con rojo los espacios en donde al menos una vez fuimos violentadas o acosadas, ya no nos sorprende pero cuántos puntos rojos atraviesan nuestra historia. Si a cada punto rojo le preguntamos qué pudimos hacer con eso, en general, la respuesta será: SILENCIO.
Frente a esa impunidad, en un contexto donde 7 de cada 10 mujeres admiten haber atravesado al menos un episodio de violencia, acoso o abuso en el ámbito laboral, el antídoto natural es: GRITAR.
Ari Paluch no sólo acosó a una compañera de trabajo con un descaro inadmisible, sino que redobló la apuesta: propuso un abuso mediante la ingesta no consentida de la droga burundanga, muy utilizada en casos de agresiones sexuales. Abrimos acá un dato alarmante: casi un 30 por ciento de las mujeres mayores de 18 años que denunciaron entre 2023 y 2025 abuso sexual, relataron un desvanecimiento previo, pérdida del conocimiento e ingesta de alguna bebida manipulada por él o los abusadores. Paluch, con un recorrido en acoso y violencias, hace apología al abuso frente a su hija. Un límite imperdonable. Un borde irreversible.
No es un chiste. No es humor. Es el patriarcado que se aferra con uñas y dientes a cuanto recurso expansivo tenga a mano. Es la embestida contra las luchas por la igualdad de género, contra las estadísticas que rezan que una de cada cinco niñas es abusada y uno de cada trece niños es abusado. Es la herramienta con la que cuentan para naturalizar el delito y por supuesto, es la forma más contundente de callarnos.
En un contexto en el que ser mujer y tener trabajo se transformó en un privilegio, las atribuciones de los perversos de siempre, crecen a modo exponencial. Por otro lado, sin políticas públicas ni puertas donde golpear frente al avasallamiento de nuestros derechos, el panorama se torna desolador. Un caldo de cultivo que necesita como ingrediente final, el discurso odiante y cosificador, para que el resto le ponga el cuerpo a la violencia.
¿Una buena noticia? Miles de posteos en redes sociales hicieron viral el repudio al hecho de ponderar este tipo de violencias y dejaron abierto de punta a punta el cofre lleno de mierda en el que guardamos nuestro historial como víctimas de acoso laboral.
No es cancelación. Es una alerta. Es cuidarnos, espalda con espalda. Es ayudarnos entre nosotras a quitarnos despacito la mordaza, porque la palabra viene teñida de una valentía adormecida. Y es, precisamente, esa valentía la que da a luz nuestra justicia social.