La sala de Hemoterapia del Hospital Ramos Mejía es más bien pequeña. Las paredes del cuarto forman una especie de hexágono y el espacio y los asientos no alcanzan para todos. Así que la mayoría se apiló en el pasillo. La fila fue una muestra del mundo que rodea a Pablo: hubo trabajadores de prensa, fotógrafos, militantes populares, jubilados que marcharon el miércoles, amigos y vecinos, sobre todo de Remedios de Escalada y la zona sur del conurbano. Fueron pasando de a uno, de a dos. Las médicas se turnaban para alcanzarles un café con galletitas: la mayoría llegó en ayunas. Hasta que a medida mañana, la jefa del servicio, la doctora Alicia Endara, avisó que ya había juntado más donaciones de sangre de las que puede recibir en un día y más del doble de las que un paciente necesita. El resto, entonces, decidió montar guardia en el hall de ingreso, sobre la calle Urquiza, donde los que se reconocían, se abrazaban. Algunos pegaron carteles en las paredes, con pedidos de justicia. También pedían que a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, algún día se le acabe la impunidad. Después, durante casi todo el día, el tema de conversación pasó a ser uno sólo: cómo estaba Pablo, si hubo parte médico, qué dijeron sus familiares.

Fabián Grillo, el padre de Pablo, pasó todo el día en la sala de Terapia Intensiva, en el cuarto piso del pabellón central del hospital. Cada vez que hablaba con los medios, en el hall de entrada se armaba revuelo, todos querían ver y oír. "Entre muchas comillas, tuvo una leve mejoría", le contó Fabián entrada la tarde a la AM750, aunque aclaró que la situación de su hijo seguía siendo "crítica y grave". Los médicos lo habían operado el miércoles a la noche y habían logrado bajarle la presión intracraneal y reconstruir parte del tejido dañado. Desde entonces su pronóstico es "reservado". 

Las heridas graves en la cabeza de Pablo fueron producto del impacto de un proyectil de gas lacrimógeno mientras intentaba tomar una foto durante la cacería policial desatada en las inmediaciones del Congreso. Un informe del Mapa de la Policía comprobó que el disparo partió de la pistola de un efectivo de la Gendarmería, y que fue en línea recta, es decir, con una trayectoria homicida, como sucedió con el docente Carlos Fuentealba. El CELS, además, recordó que el uso de ese tipo de pistolas lanza gases había sido prohibido hace más de una década, por su riesgo y potencial letalidad, y que Bullrich la repuso a fines de 2023 con su protocolo antipiquetes. 

--No sólo estoy triste, tengo una bronca encima que no puedo más. Me enteré anoche de lo que pasó y no pegué un ojo. No podemos dejar que se naturalice esta violencia--, le dijo a Página/12 Horacio, un amigo del barrio que se había acercado a donar. Con Horacio, al que conoció en la Escuela 40 de Escalada, Pablo iba a la cancha a ver a Independiente, el club de sus amores. Horacio se enteró de la represión y del estado de su amigo por el grupo de Whatsapp que comparte con varios hinchas más, "Los pibes del sur", que se llama así porque todos viven en Lanús y alredores. Parado en la puerta del hospital, Horacio prometió armar una bandera que pida justicia por Pablo y mostrarla el próximo domingo. 

Cerca de Horacio, también haciendo guardia, se encontraba Rocío, una amiga de la infancia, que lo conoce a Pablo y también a su hermano mayor, Emiliano, desde el jardín de infantes. "Lo primero que pensé fue «por favor, que no sea él»", dijo. "Pero enseguida recordé que él siempre tuvo ganas de ayudar a los demás, así que no había dudas de que iba a estar en la marcha. Y lo primero que hice hoy fue venir para acá, a a hacer fuerza para que se ponga bien". 

Fotógrafo, obrero y estudiante 

"Es una persona buena, solidaria. Es terriblemente creativo, lo que hace lo llena de arte. Hace música, pintura, fotografía, hasta baila, el tipo tiene una veta creativa extraordinaria", describió a Pablo su papá Fabián, quien también lo reinvindicó "como un militante, siempre comprometido con los demás, lo que me llena de orgullo". 

Esa creatividad vinculada al compromiso social la arrastra al menos desde sus tiempos de estudiante, cuenta a Página/12 Sergio Serrichio, quien fue profesor de Pablo en dos materias de la carrera de Diseño Industrial en la Universidad de Lanús. Esa casa de estudios se fundó en 2007 y Pablo formó parte de una de las primeras camadas de estudiantes. Sergio lo recuerda como "un pibe que a pesar de ser tímido y de sentarse siempre al fondo, me resulta inolvidable por su calidad humana, y porque siempre pude charlar con él de los 24 de marzo, de historia, de la realidad del país, algo que no siempre pasa". 

"Tuve miles de alumnos, pero hay algunos que te quedan para siempre, y él es uno. Siempre estaba en los temas que le importan a la gente, se preocupaba por que todo salga bien en los grupos que se armaban para estudiar, siempre atento a los demás", dice Sergio, que lo conoció "de muy chico, a los 18, 19 años". "Para mí, es un imprescindible". 

Por entonces, si bien la fotografía era parte de sus intereses, no se había lanzado de lleno a ese oficio, que desarrolló más tarde, "a partir de 2014, 2015", según recordó su papá. Pablo estudió en ARGRA, cuyos compañeros le realizaron este jueves camarazo-por-pablo-grillo-el-fotografo-herido-en-la-represio">un "camarazo" en el lugar donde recibió el disparo, sobre Hipólito Yrigoyen. "No queremos otro (José Luis) Cabezas", denunciaron, y exigieron "la renuncia inmediata" de Bullrich. 

Sergio recuerda que Pablo cursó su licenciatura en Diseño "siempre laburando". "Trabajó en una metalúrgica, después en una fábrica de plásticos. Forma parte de esa camada de estudiantes obreros que pudieron estudiar gracias a la cercanía de las universidades del conurbano", dijo. 

Matías, un amigo que le quedó de su época universitaria, cuenta una historia que "tiene mucho que ver con él". Hace largos años, dice, se juntaron en la casa de los Grillo, sobre la calle General Villegas, para hacer un trabajo práctico. Tenían que diseñar un mecanismo de transporte. "Pablo pensó en un vehículo que transportara garrafas para las casas que no estaban conectadas a la red de gas natural", cuenta Matías. "Las ruedas tenían que ser resistentes para las calles de tierra". 

Pablo y su amigo Matías, en la UNLA.

Fue en ese momento en que le llegó la militancia. Su primera experiencia fue en Nuevo Encuentro. Militaba en los barrios. "Es un militante kirchnerista", intentó fustigarlo Bullrich, para justificar la agresión y la no investigación interna sobre el hecho. "A mí me llena de orgullo", le contestó Fabián.