“No podías aspirar a tener un trabajo decente. ¿Qué podías hacer? Volverte futbolista, ladrón de casas o músico. No había muchas más opciones”. Captain Sensible, guitarrista histórico de The Damned, recuerda el menú que la sociedad inglesa le ofrecía a la juventud en la segunda mitad de los '70. The Damned es uno de esos grupos que fueron condicionados por su época y que al mismo tiempo fueron capaces de condicionar a su época. La estructura empujaba hacia abajo y el entusiasmo artístico por la perfectibilidad humana estaba en declive: ahí estaban los jóvenes punks para hacer arte del apocalipsis.
Podría decirse que el grupo londinense publicó el primer simple de punk rock de la Historia con el electrizante “New Rose” de octubre de 1976. Pero su desarrollo muestra que fueron más que un punto en una línea temporal. Si lo que vino después del estallido punk fue un eterno después, la transición de The Damned hacia la música de la década siguiente indica que lo suyo no había sido sólo un destello: el grupo supo acompañar el humor y la técnica del cambio de paradigma.
“Como decía The Buzzcocks en una canción, era todo muy aburrido. El Reino Unido es muy clasista; creo que ahora lo sigue siendo, pero en ese momento seguro que lo era. Las puertas estaban cerradas para la gente de clase trabajadora”, se explaya el guitarrista. Mucha de esa rabia se veía en su debut vertiginoso Damned damned damned, de 1977, en simultáneo con la explosión del fenómeno Sex Pistols. Pero además de la insatisfacción, The Damned ofrecía un universo propio embebido de una estética dark, una predilección por la psicodelia de garage y la suma de elementos impuros para el género.
Para Captain Sensible (el alias para Raymond Burns), es más difícil componer una canción básica con tres acordes y hacerla sonar fresca que crear un tema de rock progresivo. “Además, creo que en el rock hay muchas cosas que se repiten o que ya fueron dichas. El garage implica tocar con pasión. No necesitás ser un virtuoso, la cosa es poder transmitir algo”.
The Damned vuelve a Buenos Aires para tocar este sábado 15 desde las 18 en El Teatro Flores (Av. Rivadavia 7806), en el marco de la que bautizaron como su “última gira sudamericana”. Y lo hacen con una de sus formaciones más clásicas, que consiguieron reunir después de 35 años. Son Dave Vanian en voz, Paul Gray en bajo, Rat Scabies en batería y el propio Captain Sensible en guitarra.
Con esta alineación grabaron dos de sus trabajos más icónicos: The Black Album, de 1980, y Strawberries, de 1982. Ahí consolidaron la transición hacia la música de la nueva década con los ajustes técnicos correspondientes, y marcaron un camino para la línea gótica que definiría una porción de la época. Por este nivel de influencia, aquellos que parecían dar la señal de la caída de la civilización occidental se ven hoy como tesoros a conservar y leyendas de las que aprender. Sobre todo cuando muchos referentes se van: la muerte del miembro fundador Brian James de hace apenas unos días -a la que Sensible aludió en sus redes sociales- se sumó a la pérdida de David Johansen, ex cantante de The New York Dolls.
“Veo a esto como el final de una era dorada para The Damned. Ahora recompusimos nuestra relación y somos amigos de nuevo”, comenta el músico de 70 años después de pasear al perro. “Es como dar la vuelta olímpica después de ganar la FA Cup, y el viaje a la Argentina y Brasil es como la cereza del postre. Yo no tuve educación real, los maestros esperaban que termináramos todos limpiando los pisos de los baños, así que es fantástico poder ir a lugares como esos. Fueron unos 45 años maravillosos con la banda, incluso con las peleas y el caos y las borracheras. Estuvo bastante divertido”.
-Si se amigaron y recompusieron, ¿por qué sería la última gira?
-Creo que porque nos vamos a morir dentro de poco, ¿no?
-¿Planeás morir pronto?
-Bueno, voy a tratar de no hacerlo. Pero muchos de nuestros amigos y personas de otras bandas han desaparecido. Es una tragedia no tener más a los Ramones, Joe Strummer ya no está. Vivir al filo y abusar de tu cuerpo no es bueno para tu salud. El destino nos dio la posibilidad de que la formación del Black Album pueda girar. Tuvimos suerte de que todavía haya gente acá y allá a la que le guste lo que hacemos.
-Su último disco, Darkadelic (2023), no suena a despedida…
-No, siempre que entramos al estudio intentamos que parezca la primera vez. Eso es en parte porque generalmente pasan años entre discos y tenemos que aprender de nuevo cómo escribir letras y canciones, y a trabajar con el otro. En todas las bandas hay grandes egos y The Damned no es la excepción, pero todavía sentimos que tenemos algo para decir. Musical y líricamente no hay límite en este mundo cada vez más lunático. Creo que todavía estamos en el medio de la aventura. Y eso que cambiamos mucho desde 1976 hasta acá.
-¿El show va a estar basado en esos dos discos de los primeros '80?
-Va a haber muchas canciones de esos discos, pero no los vamos a tocar completos. La formación es muy buena, eso nos permite disparar para cualquier lado e improvisar. Nunca tocamos el mismo concierto dos veces. Cuando tenía 14 ó 15 años e iba a ver bandas como T. Rex, David Bowie, Black Sabbath, Hawkwind o Pink Fairies, todas zapaban mucho. Era educativo verlas, yo quería hacer algo así de vibrante. La música en vivo tiene que ser en vivo y tiene que contener un elemento de peligro: no deberías saber qué va a pasar. Ahora hay muchas bandas que engañan, mezclan en el vivo sonidos del disco, y creo que está mal. Los Sex Pistols no sonaban para nada como en el disco, eran caóticos en el buen sentido. En The Damned no hay coreografías ni pistas grabadas. Ocasionalmente cometemos errores, eso es lo lindo de la música en vivo.
-Una parte de la cultura pop sigue fascinada con los '80. ¿Por qué?
-Me encanta escuchar eso, pero no tengo tele desde hace 40 años, así que no sé de qué se está hablando. Creo que los '80 eran de verdad. Es la única explicación que encuentro para que haya gente con ganas de venir a ver a unos viejos bastardos como nosotros. Saben que van a ver a un puñado de egomaníacos tocando como si su vida dependiera de eso.
-En ese sentido, hoy parece romántica la idea de ser un outsider en la Londres de los primeros tiempos del punk rock. ¿Era tan así?
-Era bastante peligroso. Si tenías el pelo corto, jeans ajustados y campera de cuero (todo lo contrario al aspecto de los hippies con sus abrigos afganos), eras visto como una amenaza. Podías ir caminando por la calle y que toda la gente de un pub saliera a cazarte con tacos de billar y a tirarte botellas. Hasta los diarios fogoneaban la idea de que el punk rock era el fin de la civilización. Lo mismo habían dicho con Elvis y con los Rolling Stones. Yo dormía en pisos y no tenía plata, no era glamoroso. Así empezó The Damned: llevábamos los equipos hasta la sala en la parte de arriba del colectivo de Londres.