La sala de reuniones del rectorado de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) es testigo de la charla. Mesa larga de madera, vidriada, sobria, sin mayores lujos que los necesarios para el encuentro y los debates que seguramente surgieron, y seguirán surgiendo, en aquel espacio físico.
Daniel Hoyos se hace presente. Saluda cordial y se sienta en la cabecera. Por detrás, apoyada a un costado de la sala, asoma una bella vasija de cerámica, hechura de alguno de los 14 pueblos originarios que habitan territorio salteño. Al lado, las banderas ceremoniales correspondientes, y en el centro, con preponderante presencia, el escudo de la UNSa realizado por el artista Osvaldo Juane. Lleva inscripta una potente frase autoría de Manuel J. Castilla y Holver Martínez Borelli: “Mi sabiduría viene de esta tierra”.
Daniel Hoyos toma una birome, abre un cuaderno de mediano tamaño y, sin mediar palabra, comienza a esbozar números explicando algo que nadie preguntó y que evidentemente rondaba en su cabeza antes de comenzar la charla. Son números con muchos ceros, con los que (se) explica los gastos corrientes, los aumentos de luz, la partida presupuestaria y lo que está costándole a la Universidad Nacional de Salta enfrentar el constante hostigamiento, la demonización y sobre todo el desfinanciamiento educativo.
Sin embargo, no se lo observa pesimista. Hoyos, pronto a cumplir 60 años, vivió varias crisis y vaivenes políticos, tanto como investigador o ya como engranaje de la política universitaria. Es por eso que al mismo tiempo que le preocupan los números, se siente acompañado por las grandes manifestaciones populares que en octubre del año pasado surgieron en todo el país y especialmente en Salta, las cuales marcaron un hito histórico de concurrencia.
Es viernes por la tarde y el verano salteño parece haber terminado. El fresco y las nubes bajas que acarician los cerros son el escenario que aparece tras los ventanales y dan marco a una charla profunda y distendida, que pretende conocer a la persona y al conductor universitario, al tiempo que poner sobre la mesa conceptos, pareceres y horizontes.
-Contame de tu barrio, de tu infancia.
-Soy de Villa San Antonio, que era el barrio de mi mamá, porque el de mi papá es por La Florida y Mendoza, más o menos. Mi mamá era maestra y mi papá, ingeniero, fue el primer decano, en ese momento director, de la Facultad de Ingeniería. Cuando llega la democracia aparece la UNSa, unos meses antes, y el gobierno peronista envía un interventor que es Martínez Borelli, quien vivía en el mismo barrio que mi papá y se conocían desde niños. Mi papá ya tenía una carrera universitaria de montón de años, entonces en ese momento que vuelve Perón, hace trato con la Democracia Cristiana y el lugar que la Democracia Cristiana puede ocupar es la UNSa, y la persona que se envía es la de Martínez Borelli. Tenía una facultad compleja que era Ingeniería, pero tenía un amigo que lo conocía del barrio y que era un profesor conocido de la facultad. Entonces mi viejo es el primer decano de Ingeniería, quien también hace un cambio abismal creando dos carreras. En ese momento Ingeniería tenía una sola carrera y después de mi papá tiene tres, un cambio que dura hasta el 2015 cuando se crea la siguiente carrera.
-O sea que de chico ya transitabas la UNSa.
-Imaginate que cuando llega la primera computadora mi papá me trae y me dan una placa que tenía puntitos y me dicen ‘acá dice Daniel Hoyos’, de ahí es que estudio eso… tengo una vinculación muy importante con la universidad desde muy chico.
- Sos ingeniero electricista electrónico.
-Estudié en Córdoba en la primavera alfonsinista. Yo me voy en el 83, un año en el que Córdoba estaba muy convulsionada, por la universidad y por enfrentar a los militares, que retroceden pero no querían ceder demasiado. Entonces en la universidad viví ese hermoso año 83.
-Y eso seguramente te forjó.
-Tuve un camino complejo, en ese momento estaba... decir moda es raro, pero ser militante era muy común, no como la situación de ahora que si sos militante parece que no está bien. En esa época, ¿cómo no ibas a militar?, ¿cómo no ibas a ir a una marcha?, entonces uno hacía política, era militante. Conocía distintos grupos y en algún momento seguí uno y me manejé en ese mundo que se corta en el 88 cuando empieza a aparecer el lápiz rojo de Angeloz, empieza a aparecer Menen y se empieza a hacer una propaganda importante sobre el neoliberalismo, y ese neoliberalismo también copó la universidad, como ahora, porque la universidad es reflejo de la sociedad. Entonces antes que termine el alfonsinismo, el neoliberalismo ya había copado la universidad, al menos la de Córdoba. En esos momentos me estaba recibiendo.
-Y una vez recibido, ¿cuándo volviste a Salta?
-Volví ahí nomás, en el 89, y entré en el Departamento de Física de Ciencias Exactas. A mí no me gusta decir que yo soy un científico porque lo que me gusta no es tanto la ciencia, sino la tecnología. Yo soy lo que después se llamó un tecnólogo, entonces me dedico justamente a tomar la tecnología y realizar instrumentos para los científicos, eso lo hice por más de 20 años hasta que inicié una carrera política universitaria que me fue absorbiendo.
-¿Cuándo surge la necesidad o inquietud de comenzar a meterte en la política universitaria?
-Fue algo lento; primero fui consejero auxiliar, después fui consejero profesor, después fue consejero superior, fui entrando despacito en un medio como era Exactas en donde no había partidos, nos juntábamos una mañana o una tarde y a alguien le tocaba ser consejero. Ahí me fui forjando de a poquito, fui aprendiendo, conociendo la facultad, y en determinado momento tuve que elegir entre una carrera científica y una carrera política, y me pareció que podía hacer un poquito más desde la política.
-Fuiste tomando responsabilidades políticas en ese camino, pero de repente hoy te toca estar como rector.
-Empecé siendo bueno para organizar diferentes cosas y de a poquito fui tomando vuelo hasta que llegué a donde estamos.
-¿Cómo venís transitando estos tiempos como rector?
-Nos tocó una época de las más difíciles. A ver, yo como niño viví del 73 al 76, entonces esto es una delicia, digamos que acá no hay explosiones, no hay tiros, no hay posiciones tan extremas, es una delicia al lado de otra época. Sin embargo, me tocó dentro de la democracia una época complicada porque se cuestionó lo que es la universidad y hubo que salir a responder, y eso cuesta, sobre todo en un medio tan poco politizado como siempre fue la UNSa. Tuvimos que salir y organizar una respuesta a la cual no estaba acostumbrada la universidad, salvo en determinados lugares. La universidad se puede pensar como una persona que llega a las 8 de la mañana hace su tarea de investigación, su tarea de docencia, y se va a las 6 de la tarde, que era la vida que yo hacía. Entonces, si bien se hace política, no es tanto la política partidaria. Sobre eso nosotros tuvimos que armar una política en defensa de la universidad. Fue difícil convencer a la gente porque los sacás completamente de su rutina. Hay pedazos de la UNSa en donde sí la discusión política está todo el tiempo, pero la mayor parte de Universidad no es un lugar donde se discutan específicamente políticas partidarias, se discuten política de investigación, políticas de enseñanza, políticas de salud, políticas de tecnología, y este fue el secreto de las marchas y de todas las cosas que se hicieron, justamente, que se pudo llevar a los claustros la discusión de la defensa de la universidad.
-Y en ese contexto, ¿qué singularidades ves al tener que pensar estas políticas universitarias desde el norte del país?
-El tema nuestro tiene que ver con que nosotros somos como la tercera ola de universidades. Primero, Córdoba y Buenos Aires eran lo único que había. Rápidamente, en las zonas ricas se arman otras, la Universidad de Rosario primero, la de Santa Fe, Mendoza y Bahía Blanca. Ahí se crea un sistema. Ese es el primer momento de la universidad. Luego Tucumán, el noreste y un poquito más allá de Bahía Blanca. Hasta ahí nosotros viajábamos a los grandes centros, y viajaba el que podía, por eso nosotros tenemos la sociedad que tenemos, porque, justamente, solamente de clase media alta para arriba se podía acceder a estudios universitarios. Entonces lo que hace la UNSa es romper con esto porque democratiza fundamentalmente la sociedad. La Universidad Nacional de Salta genera una democratización de la sociedad en determinadas áreas. Hay áreas que no, porque no podemos entrar, pero se va a generar una clase media que no la tenía. Eso es lo que genera la universidad y es la que nos hace distintos. Porque nosotros somos una universidad que abre sus puertas a gente que por primera vez tiene un familiar en la universidad. Cuando aparece la nueva ola y aparecen las universidades del conurbano, vemos que tienen características similares a las nuestras. Las universidades del conurbano entran en zonas donde nadie nunca ha soñado con ir a la universidad, estaba la UBA a 40 minutos pero no iban. Entonces nosotros tenemos un parecido como sociedad muy grande con varias de las universidades del conurbano porque justamente nuestra universidad democratiza una región.
Porque cuando se concibe nuestra universidad no se la concibe como una universidad profesionalista, más bien es una universidad de investigación, que tiene más que ver con modelo norteamericano de universidad pequeña que se dedica a la investigación y al desarrollo de tecnología. De a poquito nosotros vamos cambiando y empiezan a entrar las carreras profesionalistas. Esa discusión que hay entre la universidad profesionalista y la universidad científica es parte de los roces internos que tiene nuestra universidad. Pero no hay necesidad de tomar partido porque no hay problema de tener carreras profesionalistas y carreras científicas, sin embargo, siempre aparece un roce, hay quien dice '¿por qué hay carreras que tienen pocos alumnos?, cierrenlá,’ y nosotros decimos ‘¿Por qué?’ si son carreras de ciencia y aportan otras cosas', o surge la pregunta ‘¿por qué hay tantos contadores? No sirven los contadores', y en realidad necesitás de todo, necesitás el científico, el contador, el médico, el ingeniero, pero siempre aparece esa discusión.
-Las grandes marchas de octubre del año pasado pusieron luz sobre la realidad universitaria, inclusive para muchos que no la transitan a diario, mostrando el ataque y los recortes sobre ella. ¿Cómo se puede gestionar, no solo con el recorte presupuestario, sino también con la estigmatización hacia la universidad y hacia las carreras?
-Fue una vorágine en la cual casi no tuvimos tiempo de pensarlo y la reacción de la sociedad fue impresionante. Los abuelos marcharon por los nietos, y creo que nuestra sociedad salteña, tan cerrada en algún sentido, donde es muy difícil que alguien progrese económicamente si no tiene un título universitario, llevó a que la clase media, la clase obrera, decidiera pensar, ‘estamos perdiendo algo que es nuestro’, al margen de los propios estudiantes, la sola posibilidad de perder este lugar que significa un espacio de ascenso social provocó un descalabro que derivó en las dos marchas más importantes de la historia de Salta. Y eso se replicó en toda la República.
-Te pregunto por los jóvenes, que siempre son materia de estigmatización, de señalamientos, ¿cómo ves el perfil del joven que transita la UNSa?
-No todos son iguales, existen facultades en donde predomina la clase media y existen facultades donde predomina la clase obrera. Mi facultad, la Facultad de Exactas, es donde predomina la clase obrera. Las clases obreras respetan mucho lo técnico, la informática, la electrónica, es muy atractivo para nuestra gente. Entonces hay personas que vienen desesperadas a la universidad, personas que estudian, trabajan, tienen una vida pero se preparan, se esfuerzan, y viven situaciones donde les cuesta algunas veces terminar, demoran un poco, pero en general es gente que está desesperada por llegar a las matriculaciones y se eso se nota en las clases, en el aula.
-Hay un potencial muy grande en esos jóvenes…
-Hay un potencial gigantesco, al margen de que en algunos casos no pueden terminar, el potencial es tremendo porque es una persona que se sentó, que sabe que su destino de mejora de vida es por este lugar y se mata por trabajar en ese sentido. En otras facultades cambian un poco algunas circunstancias, pero en general se va replicando en distintos lugares, con variantes. Por ejemplo, en Exactas importa mucho la tecnología, el cambio tecnológico, en Naturales hay otras charlas, si uno va a Humanidades se habla un poco más de la parte social, pero en general es una persona que viene a apostar por una vida nueva, la persona sabe que su oportunidad está acá y que tiene que tratar de ganarla.
-¿Creés que la universidad puede ser un eje transformador de la sociedad?
-Sí, continuamente. Yo ya cumplo 60 años ahora y he vivido las transformaciones de las UNSa y el cambio en nuestra sociedad que no es la misma que hace 30 años, y a pesar de que nosotros nos reconocemos como muy conservadores, no es tan cierto comparados con otras sociedades. Uno nota que la universidad tiene un poder transformador en nuestra sociedad, y eso se nota mucho. Nuestra sociedad es una sociedad pobre, pero hoy ya no es la más pobre de todas, es una sociedad con muchos debe, pero si uno cruza la frontera ve diferencias al tiempo que se sorprende con lo que ve del otro lado. Hay un proceso gigantesco de transformación compartida, porque lo que vos generás acá, también pasa del otro lado. Entonces lo que veo es una movilización cultural muy importante que es lo que se fue generando todos estos años, algo que rebota y explota, y va y viene, cruza la frontera y vuelve, y todo eso cambia nuestra región, porque si alguien cree que la universidad es un lugar cerrado, no lo es, ni lo será. Lo bueno de otros viene para acá, lo malo tambien cruza para acá y lo mismo a la inversa. Y ese cambio, esa interacción, genera una cosa maravillosa.
-Hay una frase muy potente de la UNSa que es “Mi sabiduría viene de esta tierra”. A Daniel Hoyos, ¿qué le inspira esa frase?
-A mí me encantó, porque cuando pensamos, ¿qué queremos hacer? Y pensamos que es un lugar que tenemos que transformar porque consideramos que está viejo, que está poco moderno y que si queremos transformar, surge la pregunta ¿en dónde te parás? Y te tenés que parar en tu historia, en lo mejor de tu historia. Entonces fue mirar nuestra frase y usarla como horizonte. Entonces para transformar esta universidad nos paramos en esa historia de transformación y de creación de la cual fuimos parte. Entonces se vuelve potente, se vuelve hermoso y nos permitió hacer cosas interesantes. Y en ese ejercicio de necesitar dónde pararnos, desde dónde salir, “mi sabiduría viene de esta tierra” es de donde salimos, es el punto de inicio que además incluye todo: al pueblo originario, al criollo, al inmigrante... incluye todo eso, porque en definitiva Salta es todo eso.