La convivencia entre la cacería desatada el miércoles pasado y un sistema político-partidario en ruinas obliga a subrayar y, en lo posible, profundizar aspectos que son cada vez más desafiantes. El Gobierno volvió a redoblar apuestas y sus contendientes sociales sólo encuentran el amparo de la espontaneidad indignada.

Se acabó la búsqueda de adjetivos para denominar lo que preside a los argentinos y lo que representa su ministra de Seguridad. Nos otorgamos la licencia de reiterar literalmente algunas líneas de lo que escribimos en las redes durante la noche del miércoles. Calientes, pero no en caliente.

Ni el “estamos ganando” de José Gómez Fuentes, en la guerra de Malvinas, equipara la monstruosidad de Patricia Bullrich. Aquél, aun como virtual vocero de Ramón Camps y rostro impertérrito de las mentiras atroces de los militares, no mandó a matar en forma directa.

Pablo Grillo con su cabeza destrozada por el cartucho de gas lacrimógeno que le apuntaron de frente y hacia abajo, como muestra el video que acaso ya vio todo el país mientras la ministra decía que se trataba de un “militante ya detenido”, tiene que ser un límite. Decíamos que si este engendro de lo que pudiera ser el averno sigue en su cargo, no habrá lógica honda para sostener el rótulo de “democracia” de que todavía se reviste esto que avanza hacia la denominación de “régimen”.

Por supuesto, pretender tal gesto fue una mera provocación retórica sin expectativas de que se concretase.

Ahí sigue una Bullrich envalentonada, impune, que se regodea con el aval presidencial. Ahí continuaron los argumentos oficiales desmentidos por las imágenes, uno tras otro. El Gobierno elevó una denuncia penal que integrará los anales más repulsivos y desopilantes: presenta pruebas tales como “los cánticos sobre qué quilombo se va a armar”.

Y allí siguen los operadores aberrantes de la maquinaria comunicacional, que ni tan sólo portan algún resguardo de acting humanitario. Preguntaron si estaba confirmado que Grillo cayó por obra de la Policía. Si acaso cronistas y fotógrafos no tienen la obligación de saber lo que puede esperarles. Si no corresponde escuchar “a las dos partes”. Si no es correcto que son “daños colaterales” propios de un clima tenso.

También repetido: los comunicadores de la dictadura se guarecían detrás de que el país se hallaba inmerso en un ataque subversivo. Estos no. Estos militan desde el asco de seguir presentándose como periodistas independientes. Uno de ellos insistió en cruzar todo lo imaginable cuando el cronista de la calle reportó el estado desesperante de Grillo. Vueltos a estudios, dijo “bueno, también hay contenedores incendiados…”.

No hay errores ni hay excesos, como señaló aquí Luis Bruschtein en su columna de este sábado.

Tampoco los hay cuando los salvadores de la República la protegen defendiendo al autócrata que defeca el tratamiento en el Congreso de otro empréstito con el Fondo Monetario que, según el textual del vocero del Presidente, “no es nueva deuda, pero habrá que pagarla”.

Custodian la Constitución elogiando decretazos para nutrir a la Corte Suprema, obvian otro año sin Presupuesto Nacional y en medio de la catástrofe en Bahía Blanca no tienen ningún problema en mudarse a la necesidad de que haya obra pública porque, si no, ¿dónde anda el Estado mientras seguimos adorando al topo que vino a destruirlo desde adentro?

Juan Carlos Junio, el viernes, también en este diario y bajo el título indesmentible que alude a La Estafa Avanza, resume que el gobierno de Milei se desliza hacia un estado de excepción liderado por un Presidente omnímodo, un Poder Judicial tan desprestigiado como inmoral y un Congreso mutilado al que se pondera como nido de ratas.

Y en efecto, agregado por el director del Centro Cultural de la Cooperación, los tiempos electorales venideros retan al pueblo, con sus organizaciones de diverso tipo, para la conformación de una fuerza tan amplia como programática.

De ahí en adelante, siempre salvo que en lugar de política se quiera hacer poesía, la pregunta es cómo pueden comenzar a darse los primeros pasos.

El interrogante subyacente continúa siendo quiénes y cuántos están dispuestos a tal amplitud de convocatoria y esquema propositivo. Esto, además, sabiendo que en cualquier caso hablamos del mediano y largo plazo.

Construir de esa manera no existe en la política argentina, y menos que menos al haberse producido la circunstancia inédita de este proceso extremista encabezado, en las formas institucionales, por un lunático.

Los chinos se referencian en la “paciencia estratégica”. Sin siquiera considerar que son una civilización milenaria, mentar algo así en un país de locos como el nuestro queda más lejos que el infinito. Y si los delirios reinantes generan ansiedades equivalentes, el escenario es angustioso.

Pero por algún lado hay que empezar y uno de los problemas es que no se advierten reacciones orgánicas.

La excepción podría ser el trazado que inició Axel Kicillof, mientras sigue sometido a fuegos internos y a la implacable motosierra de fondos que le prodiga el gobierno nacional. No contamos, desde ya, la reaparición por compromiso de la desaparecida CGT. Sin embargo, su llamado al paro debiera contemplarse como alguna suma de resistencia. Lo contrario sería insistir en la resta de los chequeos de virginidad, que conducen a la nada misma.

¿Puede ser -sí, puede- que tras la bestialidad criminal del miércoles no haya habido, de inmediato, una búsqueda de respuesta consensuada de las fuerzas parlamentarias aún no cooptadas por el entramado gubernamental?

¿Puede ser que ni el horror de la cabeza estallada de Grillo motivara unas líneas de comunicado condenatorio e integrador? ¿Ni una conferencia de prensa llamada aunque fuere a los tumbos por dos o tres figuras de las que, con suerte, se dispersaron en posteos tardíos?

Y quitado el escenario espantoso del miércoles, o justamente por eso, ¿hay esfuerzos de acercamiento entre quienes, de piso, son conscientes de cómo se consolida un proyecto represivo de colonia pornográfica? ¿Nadie, en el campo dirigencial, se cansa de que lo operativo apenas consista en el recitado de diagnósticos elementales, o de fraseología embroncada que repite consignas de tribuna?

Es muy dificultoso objetar que rige una relación directamente proporcional entre las ínfulas del aparato gobernante, así sea con todas las heridas que se auto-infligió desde hace un mes, y la ausencia de opciones opositoras. Es cansador en su enunciado e irrefutable en su comprobación.

Milei se ocupó expresamente de respaldar a Bullrich, en Expoagro. Recibió la ovación de los concurrentes y la cobertura mediática que, a la par, ignoró por completo la enorme manifestación de los trabajadores estafados de Vicentin. A su derecha estaba José Luis Espert, quien fue a fotografiarse a Bahía Blanca para mirar un mapa de las zonas afectadas sin tener absolutamente nada que ver, más que su candidatura, con el operativo de asistencia. El Presidente añadió que no viajaron a la ciudad “a caranchear”, sin que se le moviera un músculo por lo menos de la cara. Cabe presumir que igualmente del resto.

Asimismo previsible, Milei previno que, si acostumbra acelerar en las curvas, ahora lo hará “mucho más” porque los buenos “son los de “azul”.

Lo notable no es eso. Lo espeluznante es que pueda expresarlo plenamente confiado en que enfrente tiene un vacío, como no sea esa espontaneidad de los imprescindibles de la lucha social. La novedad es esa, si se quiere, y no la existencia de un amplio sector de la población adherido a simpatías fascistoides que hoy se manifiestan en modo abierto.

La tradición argentina es el enfrentamiento de pasiones entre peronismo y antiperonismo. Permanece la segunda, contra el formato kirchnerista que todos dan como mancha venenosa y las debilidades del gobierno anterior que promovieron el surgimiento de un oxímoron: un outsider de la casta. ¿Permanece la primera?

Podrá ser cierto que en tiempos de reflujo prevalece el accionar de las bases sobre la dirigencia, hasta que ésta encuentra su cauce.

Pero el montonazo emocionante de “la gente” suelta, que en la medianoche del miércoles ganó el espacio público, no se merece la falta de signos, por arriba, capaz de hacerla sentir menos sola.