La gran mayoría de los analistas trabaja con la escucha y la oralidad, pero hay otros que también lo hacen con la escritura. Es el caso de César Mazza, autor de Pasajes de escritura. De lo privado a lo público (El Espejo Ediciones), con prólogo de Miquel Bassols. Se trata de un libro que contiene crónicas, testimonios y pensamientos. En la primera parte, “Un analista en la plaza pública”, la primera entrada se titula "Salvoconducto", donde se propone intervenir en la ciudad: una lectura-performance en una plaza, la visita a un ex centro clandestino de detención de la dictadura cívico-militar del '76, la crónica de los actos de entrega del título de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Córdoba a Germán García y a Eric Laurent. En la segunda parte, "Ensayos con Lacan", Mazza establece interrogantes sobre la escritura en psicoanálisis, desde Sigmund Freud y Jacques Lacan y su conexión con determinados autores literarios como Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Witold Gombrowicz, Juan Filloy, y James Joyce, entre otros. Por último, en "Muecas del escribiente", reflexiona sobre el escribir como acontecimiento.

Se podría decir que Pasajes de escritura fusiona testimonios y relatos, pero también Mazza se reserva espacio para hacer ciertos cuestionamientos. "Se trata de ubicarse en lo que se llama la enunciación y tratar de que los enunciados o lo que pueden llamarse los pensamientos, lo que uno piensa, las ideas, las tesis que tiene, puedan estar decididas desde ese lugar de la enunciación. Y la enunciación es en singular y depende de la experiencia; en en este caso, la experiencia como analizante y la formación que tengo como psicoanalista", plantea Mazza.

-¿El pasaje de lo privado a lo público está relacionado con usted, en particular, en tanto reflexiona sobre cuestiones suyas más personales, pero también sobre aspectos públicos en tanto analista?

-Exactamente, porque ahí lo personal deja de ser justamente algo individual, algo privado y es la experiencia de formar parte de un conjunto, de un colectivo; en este caso, el colectivo del movimiento psicoanalítico en el entrevero con los otros discursos que están en la cultura.

-El libro consta de tres partes ¿Se podría decir que que la primera parte tiene que ver más con lo público y la tercera está más ligada a lo privado en tanto es sobre el escribir?

-Esa fue la apuesta, exactamente, si bien en el primer texto elegí testimoniar sobre una experiencia en la plaza pública, en una performance y en el segundo texto tomo la experiencia de una detenida-desaparecida en la última dictadura militar en el campo de La Perla, donde esa mujer se aferra a una manta para ubicar su lugar político respecto de lo que es una respuesta al campo de concentración. Entonces, en la última parte del libro, ensayo reflexionar y escribir sobre el propio acontecimiento de la escritura.

-Respecto del ex centro clandestino de detención, se refiere a Cecilia Suzzara, donde allí usted observa, en el marco de una muestra, la manta que la albergó durante su cautiverio. ¿Cómo le resuena esa reflexión que hace en el libro ahora que el gobierno nacional pretende destruir la memoria histórica?

-Es una marca que es necesario seguir recreándola y seguir innovando porque el continuismo de este gobierno respecto de esa tragedia nacional que fue la dictadura nos obliga a cada ciudadano responsable, comprometido con la democracia a tener que inventar nuevas formas de respuestas.

-En el libro se conecta con grandes autores literarios como Borges, Macedonio Fernández, con Gombrowicz, Joyce. ¿Qué le ofreció el psicoanálisis para abordar la literatura?

-Me ofreció una posibilidad de leer de otra manera, donde lo que podría aparecer primero como una pulsión de lectura, luego se va transformando en un deseo de saber, en un deseo de investigar determinados procedimientos y determinadas estructuras de obras que son las que más me interesan. Además de los autores que usted citó, hay otros autores como Juan Filloy. Es un escritor editado desde hace unos cuantos años por Cuenco de Plata, pero es un editor todavía bastante desconocido. Tiene una conexión con Sigmund Freud y un gusto por un trabajo con la letra que se acerca mucho al último Lacan.

-En los recorridos por la ciudad se detiene varias veces en los detalles. ¿Tiene que ver con su oficio de analista de puntualizar los pequeños detalles que afloran del inconsciente?

-Sí, fundamentalmente. Está la frase "Dios habita en los detalles". Ahí está lo más interesante de lo que puede ser la contingencia, el encuentro, las pequeñas cosas que hacen un condimento de la vida para que la vida no se vuelva automática, rutinaria.

-¿En qué se diferencian y qué tienen en común recorrer calles y bares del recorrido por libros y páginas?

-Eso, en un punto lo aprendí también leyendo a Enrique Vila-Matas, que entre otras cosas, varias de sus novelas tienen una narración de una calle Rue Vaneau, en París. Ahí hay una creación de esa calle a partir de la ficción. Entonces, en un punto, es a partir de la lectura que uno puede recorrer, podríamos decirlo así, una calle.

-Pasajes de escritura es un libro que da cuenta de usted como escritor, pero también de usted como lector. ¿Allí están todas sus influencias que lo formaron como lector?

-Sí, implícitas y explícitas. Eso es lo que también trato de ensayar con el caso de Germán García, Jacques-Alain Miller, Eric Laurent. En Germán García es un caso único porque ahí mezclaría el psicoanálisis con el ensayo -hablando de la escritura de él-, es decir, su obra literaria, si bien en este caso no tomo tanto la obra literaria de García, sino más bien la obra psicoanalítica. La apuesta, para no deslizarse a una cuestión mimética, a una cuestión de fascinación, justamente es escribir sobre esa escritura a partir de la lectura.

-¿El "pasaje" del título debe entenderse de la forma más común, como el paso a otra cosa, o hay un tema más del inconsciente en su idea?

-Las dos cosas la incluyen. Es el pasaje a otra cosa y es el pasaje a sustraerse por un momento del narcisismo y dar lugar al acontecimiento del sujeto del inconsciente, que ese sería el que escribe, en definitiva.

-¿Cree que hay más familiaridad de la que se cree entre psicoanálisis y literatura?

-Creo que no hay ninguna familiaridad. Si uno se ubica como un lector, como diría Macedonio Fernández, un lector salteado, un lector impiadoso, el otro discurso para cada sujeto es el propio psicoanálisis, y la literatura siempre aparece como "Unheimlich", que es el término que utiliza Freud para decir "Hay algo no familiar".

-Lo no familiar, lo siniestro.

-Claro, en caso de que saquemos el horror, quedaría como algo no familiar, en cuanto que hay una extrañeza necesaria y, si se quiere, como procedimiento a utilizar.

-Y en relación con eso, ¿cómo trabaja la escritura alguien que está acostumbrado a trabajar con la palabra oral, en tanto analista?

-Lo ubico como otro momento del analista. El analista también puede escribir. Y, en un punto, esa escritura va a implicar un diálogo, tomando la frase de Quevedo del poema "Desde la torre": "Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos". Y, a su vez, es un invento donde está el uno solo que escribe. Es un momento de uno solo que escribe, que no quiere decir que esté aislado ese uno solo. Es un momento, de la operación de escritura.

-¿Cree que siempre escribir es como si uno fuera otro?

-Y, es una ficción que la he encontrado en varios autores y que justamente para compensar un momento que podría ser de angustia, un momento de desazón ante la página en blanco, me ubiqué en ese lugar de que uno podría creerse que es otro y después se da cuenta de que lo está diciendo uno. Ese creerse fue solamente una ficción.

-La palabra escrita tiene sentido de eternidad, permanece casi se podría decir eternamente. ¿Qué pasa con la oralidad?

-Hay que considerar justamente una diferencia porque en la oralidad está la posibilidad de que se dé una dialéctica. Una lectura en voz alta, supongamos, implica que, por más que uno esté solo, la voz, la sonoridad de la escritura ya aparece en otro registro. O sea, me interesa considerar, al menos, lo que planteó Lacan a propósito de sus Escritos. Borges planteó que la escritura, en un punto, va a depender también de otro que pueda leer. Y ese otro que pueda leer, considero que va a estar en un lugar respecto de la oralidad. Va a ubicarse en un lugar donde puede comentar esa lectura y poner la escritura, si se quiere, en otro estatuto.

-¿La palabra escrita, presentifica pensamientos que tuvo?

-Sí, claro. Cifra algunos pensamientos, hace perder otros que me parece importante que se pierdan y, a su vez, va a permitir, en la contingencia en la que uno está escribiendo, encontrar conexiones inesperadas.