Generalmente, el fútbol es generoso con quien se lo merece. Pregúntenle sino al colombiano Angulo, que fue y fue al ataque, empujando casi que en soledad a Independiente cuando perdía con Racing, y en el momento donde todo apuntaba a que un centro suyo derivaría en el desahogo rojo, el destino le regaló una insólita confusión entre Arias y Di Césare para poner, casi que con los ojos cerrados y de cabeza, el 1 a 1 definitivo en el Clásico de Avellaneda.
Se repitió mucho durante la previa que hacía rato Independiente no llegaba a un clásico en tan buena forma: puntero (de su zona con 21 puntos) y con el entrenador en la cuerda estable. Y el marco en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini esta tarde de domingo dio prueba del novedoso entusiasmo de los hinchas rojos, que volvieron a entonar canciones de "para ser campeón". Marco también destacado por la presencia de al menos una bandera -no hubo cantitos sobre el tema- que reclamaba "Justicia por Pablo Grillo", el fotógrafo víctima de la represión policial del miércoles pasado.
Pero todo el entusiasmo y alegría locales duró lo que Racing tardó en ponerse en ventaja: 21 minutos. Un gol que arrancó con una calesita de Nardoni -el mejor de los suyos una vez más- y terminó con Martirena entrando sólo por el fondo para mandarla a guardar.
Daba la impresión que el Racing de Costas (10º en su zona con 10 puntos) volvía a hacer su aparición en un partido grande luego de una siesta larga en el Apertura: ganando las divididas, manejando la pelota y saltando líneas con algún pelotazo preciso para Maravilla o Salas cuando así lo pretendía. Hasta estuvo muy cerca de aumentar, con dos llegadas de Sosa salvadas por Rey.
En el estadio la sinfonía ya era de ofuscación, entre los yerros propios y alguna que otra falta de actitud (también se dieron corridas y piñas en una popular). La reprobación a Avalos se hacía sentir cada vez que lo buscaban -"siempre parece que llega pero no", soltó un hincha por acá cerca- aunque el mayor odio se lo llevó Montiel cuando pifió un zurdazo de manera amateur y se quedó mirando el pasto en lugar de perseguir la contra académica.
Estaba todo a pedir de la visita, pero mucho más temprano de lo debido se tiró atrás, demasiado atrás. Para colmo, la salida de Solari le dio vía libre a Angulo para transitar a conciencia y así, gracias al perseverante espíritu del lateral, Independiente consiguió un empate que pintaba difícil y, aunque festejado, prolongó su mala racha como local en clásicos: once sin ganar (cuatro ante Racing).
Quedará para el misterio el por qué de la postura de Racing en la última media hora. Los días previos estuvieron repletos de mística con el diálogo "divino" de Maravilla, que al final jugó todo el partido. Y pareció una cuestión de fe la forma de la resistencia académica, sin proponer nada en ataque. Evidentemente no le funcionó y, al fin y al cabo, la única obra y gracia fue la del ovacionadísimo Angulo.
Por último, mención especial a la bandada de palomas que se mantuvo en cancha durante casi todo el segundo tiempo. Donde se ponían, allí iba la pelota. Curioso. Algo sabían.