Enrique Rimoldi cierra su concierto dominical de órgano en la deslumbrante Basílica María Auxiliadora de Almagro con un acorde largo y febril, que sigue retumbando en la gran nave abovedada, mientras él se pone de pie en el extremo opuesto al Cristo sangrante: la consola de teclados está en el piso superior donde nadie ve al artista. Acaba de ejecutar Tocata y Fuga en Re menor de Johann Sebastian Bach: el edificio parecía venirse abajo sobre los santos y vírgenes de madera con mirada gélida. Aun en trance musical, el organista se sienta en un banco de misa a conversar con Página/12 sobre ese instrumento que “es una orquesta en sí mismo”, del cual dirige la cátedra en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla: “Esa era la consola original del órgano italiano marca Vegezzi Bossi inaugurado en 1911”.
El Maestro Rimoldi estudió con el gran intérprete Mario Videla en el mismo conservatorio donde hoy trabaja y se ha perfeccionado en Europa. Es organista de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires: toca los domingos en las misas (a las 10, 11.30 y 17.30) y de lunes a viernes (8.30 am) también en días de semana. Integra el Ensamble Instrumental de la Academia Bach de Buenos Aires y fue finalista en el concurso de órgano de la Catedral de Toledo en 1980. Participó de festivales en Uruguay, Brasil, España, Suiza, Italia, Polonia y EE.UU. Toca desde los 10 años y los repara desde los 20: es organista y organero. Tiene a su cargo el cuidado y reparación de los cuatro órganos de la Catedral Metropolitana desde 1987. Allí Rimoldi construyó con sus manos dos órganos con la ayuda del ingeniero Jorge Luis Franco.
--El órgano es el instrumento de teclado más antiguo y se remonta al mundo helénico, a la Grecia del siglo III a.C. cuando era portátil con tubos de bronce: se lo podía trasladar como un piano. La invención se la atribuyen al ingeniero griego Ctesibio de Alejandría y en sus tubos circulaba aire por presión de agua.
--Fue un derivado de la siringa que en la mitología griega la tocaba el dios Pan, que eran flautas de distintas longitudes unidas una al lado de la otra, como el sikus de cañas del norte de Argentina. En algún momento alguien dijo: “¿y si las hacemos al revés para que se sople por abajo con algún mecanismo?”. Esa persona probablemente fue Ctesibio de Alejandría: inventó un mecanismo para que hubiera un reservorio de aire, le puso los tubos y un sistema de teclas rudimentarias y anchas, que se tocaban con la mano completa y no los dedos. Esos primeros órganos eran hidráulicos y los llamaban hydraulis. Tenían un sistema que generaba una corriente de aire permanente. Aún quedan restos físicos de órganos hidráulicos y hay descripciones escritas y mosaicos que los representan. Y como otros aspectos de la cultura griega, el organon en griego comenzó a difundirse a través del Imperio Romano: los usan en los juegos de los circos romanos con sus bombas reguladoras de agua. Ya en tiempos históricos después de Cristo, el sistema hidráulico fue reemplazado por una bolsa de cuero inflada. Eran los fuelles del Imperio Romano Oriental de Bizancio en el siglo VI.
--Los usarían en el hipódromo de Constantinopla, hoy Estambul, edificio del cual quedan restos.
--Seguramente. El aire de esos órganos era accionado por varias personas que bombeaban fuelles como los de los antiguos herreros. También era un instrumento palaciego que usaban en la cena de Navidad los emperadores romanos de Constantinopla. En Hungría se encontraron restos de tubos de bronce con las teclas y válvulas de un órgano hidráulico romano, en la ciudad de Aquincum en 1939. Una fábrica de órganos alemana hizo una réplica para hacerlo funcionar como el original. En las ruinas de Pompeya encontraron partes de un órgano hidráulico. Pero avanzando en el tiempo, los órganos pasaron a tener un gran reservorio que se llenaba de aire con el trabajo de seis o siete personas empujando fuelles: se llamaban bombeadores. Y el organista era como un rey que decía “por favor, den aire”. En dos minutos se llenaba todo de aire. Era un trabajo a sueldo muy duro. No era posible tocar sin ayudantes: eran un equipo.
--El origen del órgano fue profano. ¿Cómo fue ese proceso para entrar en la iglesia, que llegó a ser el ámbito por excelencia del instrumento?
--Le costó mucho entrar en la iglesia: se lo consideraba del mundo pagano; era un “instrumento de circo” que no tenía nada que ver con el cristianismo. Primero conquistó a los padres de la iglesia y a los Papas, hasta que lo dejaron entrar en la Edad Media. Y ese sonido retumbando empezó a cautivar y generar un estado psicológico muy particular: se dieron cuenta que su sonido captaba la atención y atraía a los fieles a escuchar la palabra de Dios.
--Tuvo un efecto retórico fenomenal: fue clave en un sentido pastoral.
--Se convirtió en el instrumento ideal para la liturgia de la música cristiana. Fue tan impactante como el canto gregoriano. Era un medio para potenciar la palabra y la prédica de La Biblia.
--Pero el organista suele estar en un segundo plano de espaldas al altar, oculto a los fieles en un piso superior.
--El órgano es un instrumento misterioso; por eso es atractivo. Es críptico de alguna manera; su música brota de manera envolvente y genera curiosidad porque no se sabe quién lo toca: a nosotros no nos ven. Aunque hay otros en iglesias donde sí se ve el instrumento y al organista. Ya en el conservatorio se dice que los instrumentos raros son el arpa, el clave y el órgano: pocos estudiantes los eligen. Y estamos ocultos porque tradicionalmente, la idea ha sido que el órgano “atraiga, pero no distraiga”. Hasta hoy el público asiste al concierto de espaldas, mirando al altar. Siempre en la iglesia se pidió que la música no distrajera, sino que ayudara a la celebración. El mundo protestante le dio mucha más importancia al órgano que las ramas católica y ortodoxa. Lutero promovía mucho la música para atraer a la gente. Pero Calvino solo permitía el canto y con los cantantes ocultos. Decía que los músicos eran unos ególatras que querían sobresalir: prohibió los instrumentos. Creía que la música generaba distracción cuando el centro debía ser la Biblia, Jesucristo y la palabra del pastor.
--En este contexto aparece el mayor compositor para órgano: J. S. Bach, organista e incluso un improvisador, una suerte de precursor de la lógica del jazz. Era protestante y dedicó la mayor parte de su trabajo a la Iglesia Luterana.
--Compuso todo el tiempo obras para órgano desde los 20 años hasta su muerte a los 65 años. Tenía un cerebro privilegiado. Su obra despertó el interés de científicos y matemáticos en los siglos XX y XXI para estudiar las proporciones aritméticas que había en sus composiciones. Su música es matemática, tiene la perfección de los números. Es un compositor único en la historia de la música y sirvió de modelo a muchos que vinieron después. Bach significa “arroyo” en alemán. Y Beethoven dijo que Johann Sebastian debería apellidarse Meer --“mar”-- por la inmensidad inconmensurable de su música.
--Bach era un hombre muy religioso. Musicalizó el Nuevo Testamento al componer las pasiones según San Juan, San Mateo y San Marcos.
--Sí. Igual fue un compositor muy criticado. Lo consideraban un gran organista, muy buen ejecutante y director, pero no buen compositor. Decían que su música era difícil de entender y tocar. Es lógico porque era muy compleja. No era como la música de Georg Friedrich Händel, que es más fácil de oír y era más “popular”.
--Hay órganos fastuosos y cargados de barroquismos que parecen una catedral adentro de otra catedral. Es el verdadero instrumento “heavy metal”. Imaginemos el impacto que causaría en esos tiempos en que no había amplificación electrónica: la gente quedaría paralizada. ¿Qué le puede ganar en potencia –incluso hoy-- a la introducción de la Tocata y Fuga en Re Menor de Bach?
--Nada le puede ganar en eso. Es una obra que genera las sensaciones más variadas. Arranca con La - Sol - La, tocadas a la octava --las dos manos tocan las mismas notas al mismo tiempo aumentando la densidad-- y sigue con Sol - Fa - Mi - Re - Do - Re. Eso ha electrizado a millones de personas a lo largo de siglos. Algo tan simple es una de las composiciones más famosas de la historia. Aunque se ha llegado a decir que esa no es una obra compuesta por Bach. Y no se sabe quién la escribió. Porque no hay otra obra para órgano de Bach que se parezca a esta. Por ejemplo, él no componía superponiendo octavas. Ha habido debates tremendos entre musicólogos sobre esto y no ha habido acuerdos, sino conjeturas. Podría llegar a ser incluso una obra para orquesta que alguien transcribió para órgano. No existe la partitura original suya autografiada, como sí sucede con tantas otras de su obra. Podría ser de principios del 1800 o sea posterior a Bach. Los copistas de la época que la hicieron circular se la asignan a Bach, pero no está de puño y letra de él. Sería una pieza única dentro del lenguaje de sus obras.
--Todos hemos entrado al mundo de Bach a través de esa obra.
--Yo inclusive.
--¡Se me cae un ídolo! ¿Y usted qué opina?
--Es verosímil. Pero nadie puede asegurar de manera taxativa si es o no de Bach. Uno no lo quiere terminar de aceptar, pero los organistas lo decimos como una gran paradoja: ¡La obra para órgano más famosa de la historia no sería de Bach! Hay trabajos publicados desde hace ya 30 años con esta hipótesis. Este es un tema muy espinoso entre los organistas y enciende muchas pasiones. Es algo muy delicado.
--Ahora los órganos tienen un sistema electrónico con motor centrífugo para generar el viento a los tubos. Pero antes los organistas tenían fuelleros. Para simplificar eso y convertirlo otra vez en un instrumento portátil, en el siglo XIX se inventaron en Alemania el acordeón y el bandoneón: órganos en miniatura.
--El bandoneón y el acordeón son un órgano portátil creados para tocar en los cultos que iban en procesión: uno tocaba y la gente cantaba, e iban caminando por el pueblo. No era necesario tenerlos en la iglesia. Es una especie de armonio transportable: son parientes.
--El órgano pasó del coliseo y el hipódromo, a la iglesia. Y tuvo su época de oro con el barroco (siglos XVII y XVIII). Pero cuando la música se trasladó a los teatros, durante el clasicismo y el romanticismo, el órgano quedó de lado. A tal punto que Mozart, Beethoven, Schubert, Liszt y Chopin escribieron muy poco o nada para órgano: quedó relegado a la iglesia. No sé si habrá sido una cuestión de practicidad. Recién Gustav Mahler lo reintrodujo en un lugar de mucho peso en las salas de concierto para su fastuosa Sinfonía Nro. 8 estrenada en 1910 recibiendo la mayor ovación de su vida.
--Y Mahler lo usa de una manera distinta, como fondo de una orquesta sinfónica moderna a pleno, más un coro que llega a tener 400 cantantes. Y sabe dónde usarlo para que produzca el efecto grandioso que busca. Mendelssohn, Bruckner y Brahms le destinaron algunas obras. En la época de Mozart, el órgano empezó a desaparecer del centro de la escena. El clasicismo se fue más hacia el piano y la orquesta. Y luego el romanticismo siguió ese camino. Hay un bache de unos 80 años en que se usó muy poco el órgano, hasta la llegada de César Frank, el gran creador del órgano del siglo XIX: él fue quien dijo "el órgano es una orquesta" y comenzó a componer bajo ese concepto. Beethoven lo incluyó apenas en algunas de sus notables obras corales. En el siglo XVIII comienza la Ilustración con la Revolución Francesa y el anticlericalismo: la iglesia ya no era un centro a donde ir a escuchar buena música, sino el teatro y la sala de conciertos donde por primera vez comienzan a aparecer órganos fuera de los templos, en la segunda mitad del siglo XIX. Los compositores se apartan de la música religiosa. Y si componés con órgano, tenés que irte a tocar a la iglesia. La ópera tampoco tiene en general órgano, salvo Tosca y Cavallería Rusticana para buscar algún timbre musical raro en algunos momentos. Luego pasó a los cines en el tiempo de las películas mudas. Hoy en día muchos estadios en EE.UU. tienen un órgano.
--Ya en pleno siglo XX, Olivier Messiaen empezó a componer mucho para órgano.
--Messiaen fue un creador de nuevos sonidos. El órgano era para él un laboratorio de experimentación electroacústica ¡Era un loco de la guerra! Escribió una música dificilísima. Incluso se vino a la Patagonia en 1972 a grabar cantos de pájaros y compuso a partir de estos. Trató de encontrar notas parecidas en el pentagrama. ¡Pero son obras intocables para algunos! Son técnicamente muy difíciles, también por los cambios de ritmo no convencionales. Son densas de oír y poco interpretadas. Es un nuevo lenguaje en la música organística que fue importantísimo: renovó la música para órgano tanto como Bach en su momento. Se atrevió a incorporar a esas obras los ragas hindúes, los ritmos orientales y nuevos registros tímbricos.
--Igor Stravinski odiaba al órgano.
--Decía que era ridículo escribir algo con órgano y orquesta, porque era como mezclar dos orquestas. Y tiene razón. Pero evidentemente tuvo una mala experiencia con el órgano, o escuchó a organistas de mala calidad.
--El teclado del órgano tiene una mecánica distinta al piano.
--Porque con la presión del dedo no se puede modificar el sonido, que sale siempre igual: no hay un golpe a una cuerda con un percutor como en el piano, sino viento que pasa de manera homogénea y permanente: uno puede alargar una nota todo el tiempo que desee. No se puede golpear más fuerte o más suave en el órgano. El intérprete tiene una impronta personal que no está en la intensidad con que presiona la tecla. Los matices --los crescendos y decrescendos-- no se hacen con la presión de los dedos, sino con el cambio de teclados y la dinámica de cambio de los registros, que son los botones o llaves que tienen las consolas para cambiar las sonoridades, volúmenes y el manejo de las persianas expresivas que rodean a las tuberías adentro del órgano. Tocar un órgano es como dirigir una pequeña orquesta que ofrece muchos timbres distintos: esto lo hace único.
--Un órgano puede tener cinco teclados y más de 30 pedales de madera que tocan notas.
--Es un instrumento cuya música se lee a tres pentagramas e incluso a cuatro. Uno tiene que ser como el director de un coro. Además tenemos registros que se activan con botones o tiradores. Hay un registro que se llama “oboe” y suena parecido. Hay otros que dicen “trompeta”, “flauta”, “violoncelo” y “flautín”. Y los pedales equivalen a contrabajos y violoncelos. Usando los pies y las dos manos, uno puede tocar un trío: es decir que un organista lee un pentagrama para su mano derecha, la cual puede equivaler a la flauta; otro para la izquierda correspondiente a un violín; y el tercero para sus pies, que sería el violoncelo. Bach escribió seis celebres sonatas a trío para órgano BWV 525-530 muy difíciles de tocar porque una sola persona toca la parte de tres músicos. Esto es absolutamente imposible con otro instrumento. Y por eso es tan complejo.
--Usted toca el único instrumento imposible de tener en casa. ¿Por qué cree que lo eligió?
--Muchos aficionados o profesionales lo tienen en su casa; en EE.UU. es común entre la gente de la aristocracia, también en Inglaterra hay órganos en castillos. A mí me ocurrió que de niño, en clase de catequesis, tenía la oportunidad de escuchar ya el órgano en el colegio y me impactó, me atrapó, no sé por qué. Eso fue lo que me hizo elegirlo. Creo que cada uno tiene un destino; muchos colegas en el conservatorio me han dicho “mirá, cada uno tiene el porte para el instrumento que toca, yo a vos no te veo con una trompeta o un violín, vos tenés el porte del organista”. Creo que es un poco eso, una especie de predestinación, eso forma parte de la vocación que uno descubre tarde o temprano; o a veces puede no descubrirla nunca, pero a mí me pasó eso a la temprana edad.
--¿Cuál es la sensación que le genera tocar el órgano?
--A mí me transporta a realidades superiores: lo asocio tanto a lo mundano como a lo religioso, porque el órgano no viene del mundo clerical. Además, diversas religiones lo han usado. Muchas sinagogas del mundo, incluso en Argentina, lo usan. Su sonido tiene un espectro que transporta a la espiritualidad del ser humano. Y esto es indiscutible: es el instrumento que más potencia lo que se escucha, sea la Biblia o el Talmud. Yo soy católico bautizado y el instrumento me ha llevado a mantenerme fiel a la religion que profeso. Muchos sacerdotes me han dicho: "usted se debe considerar privilegiado porque aunque no lo sepa, trabaja para dios".
--Cada instrumento tiene su efecto. ¿Cuál es el efecto del órgano?
--Hay un efecto envolvente, por un lado. Pero el órgano tiene muchos efectos y depende de la psicología de cada persona. Su variedad de timbres genera una sensación distinta en cada oyente. Yo puedo tocar los bajos con los pedales, por ejemplo. Pero hay gente a quien le gusta más lo brillante, los sonidos agudos. Otros prefieren los sonidos intermedios o los suaves. Hay gente a la que el órgano fuerte los pone locos, personas que cuando suena muy intenso con acordes, no lo pueden soportar y se quieren ir. Muchos me lo han dicho. Y otros dicen “me encanta cuando explota todo, como si fuese a saltar el techo de la iglesia”. Por eso la psicoterapia usa la música. Este instrumento tiene una variedad tonal impresionante, muy abarcativa. Porque cada teclado tiene a su vez varios registros, que son las llaves que tiene a los costados o encima de los teclados. Esos registros cambian las octavas y uno tiene a veces el teclado con un rango tonal de dos pianos, yendo de muy agudo a muy grave. Cada uno de estos teclados --usando los registros-- equivale a tener hasta 120 teclas; eso implica tener todo el rango armónico de una orquesta sinfónica: unas 10 o 12 octavas. Va desde el equivalente a la octava más aguda del flautín de ébano, hasta notas incluso más graves que los contrabajos con los tubos más largos. El célebre órgano del Royal Albert Hall de Londres tiene un tubo de 20 metros de alto para esto último. Por esto el órgano tiene el poder de una orquesta.