“Nuestros derechos están en riesgo porque hemos avanzado y todo lo que hemos avanzado, podemos perderlo”. Con dramatismo realista, Rosa Posa, de Akahatá (equipo de trabajo en sexualidades y géneros) abrió el diálogo con Las 12 en el 14° Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde presentó el informe “Derechos en Riesgo”, junto a Daniela Marín, de Awid (Association for Women’s Rights in Development) y Aidé García, de Católicas por el Derecho a Decidir. “El auge de los fundamentalismos religiosos cada vez está poniendo más en riesgo los derechos que ya tenemos ganados. Es un alerta que tenemos ahora y justamente tenemos que pensar en generar estrategias muy creativas, usando todos nuestros medios, porque ellos finalmente también son fuertes en el ámbito económico, en el ámbito político, pero creo que tenemos muchos argumentos”, agregó García al término de la presentación.
Es que después de unas décadas de avances notables en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, niñas, niños, personas LGTBIQ, el mundo se está poniendo cada vez más hostil con cualquier orientación o identidad disidente. No se trata de una impresión apenas, y tampoco de un fenómeno de combustión espontánea: los fundamentalismos religiosos vienen organizándose, tomando las estrategias del feminismo para subvertirlas y desplegando una intensa actividad en los organismos internacionales para lograr que se tutele a “la protección de la familia” (patriarcal y heteronormativa), así como combatir con todos sus recursos contra lo que llaman la “ideología de género”. “Derechos en Riesgo”, es el nombre del informe realizado por la Awid (Association for Women’s Right in Development) para el Observatorio para la Universalidad de los Derechos, que componen un conglomerado de organizaciones no gubernamentales.
Se trata de un minucioso recorrido por los grupos organizados de la sociedad civil, religiosas y estatales que cuentan con poder político y financiero para socavar el sistema internacional de derechos humanos. Revisan también los principales ejes de su discurso, de las estrategias que despliegan y los resultados obtenidos. El foco en “la familia”, la repulsa a lo que llaman “ideología de género”, el recurso a la “libertad religiosa” son puntales en su discurso y como el mismo informe dice, “la ‘batalla por los derechos’ se libra, en gran parte, en el plano del lenguaje y la retórica”. “Esperamos que a partir de este conocimiento podamos organizarnos de maneras creativas y estratégicas para preservar y continuar desarrollando estándares de derechos humanos que nos permitan reivindicar nuestros derechos, hacer responsables a nuestros gobiernos cuando los violan y proteger el principio fundamental de que los derechos humanos son universales, inalienables, indivisibles, interdependientes y están interrelacionados”, dice el informe en su conclusión.
“Derechos en riesgo” consta de varios capítulos, en los que se dedican a hacer un mapeo de las distintas estructuras antiderechos y su forma de incidir. “En los espacios de la ONU, las organizaciones y personas católicas, mormones y evangélicas ahora actúan mayormente como un bloque unificado. Las organizaciones de la sociedad civil anti-derechos se están concentrando de manera creciente en la construcción de coaliciones y en la capacitación como parte de sus actividades, como parte de su proyecto. A su vez, desarrollan redes para profundizar la colaboración en los niveles internacional, regional y nacional”, dice el informe que tiene 166 páginas, y agrega: “Su objetivo central es desarrollar y sostener una red mundial de organizaciones, investigadores, funcionarios estatales y actores conservadores religiosos anti-derechos y ‘pro-familia’. Su propósito declarado es construir un movimiento internacional de ‘sistemas de moralidad familiar anclados en la religión’ que puedan influir y dar forma a normas en las Naciones Unidas”.
Y aunque parezca lejano, ya que lo que se cocina en esos foros internacionales no muestra su incidencia inmediata en lo que ocurre en la vida cotidiana de las mujeres, sí que influye. Los estados están obligados a cumplir con ese sistema y son pasibles de sanciones si lo incumplen, y además, cuando son sancionados, deben también reparar el daño hacia las víctimas. La sanción del Comité Interamericano de Derechos Humanos al estado argentino por la falta de justicia a la violación sufrida por LNP, en Chaco, o por la muerte en 2007 de Ana María Acevedo -a quien denegaron en un hospital público un aborto al que tenía derecho- son sólo dos ejemplos del paraguas que significa este sistema, que obliga a los estados miembro. Y cómo están los fundamentalistas dispuestos a dar pelea en la calle lo evidencian las manifestaciones contra Judith Butler en Brasil, la campaña “Con mis hijos no te metas” en Perú. Son sólo dos pruebas de esta embestida, que tiene como principal enemiga a la movilización de las mujeres.
¿Por qué se habla de derechos en riesgo?
R. P.: –Porque hemos avanzado y todo lo que hemos avanzado podemos perderlo. Por eso decimos que están en riesgo, porque en varios países en toda la región han sucedido cosas que han hecho que derechos que creíamos que ya estaba todo bien, de repente pueden retroceder. No es una posibilidad, sino que es una realidad, los grupos que llamamos ultraconservadores, fundamentalistas, anti-derechos, según el nombre que le queramos dar, están metidos en los estados, están metidos en los organismos internacionales y uno de sus mayores objetivos es impedir que otra gente tenga derechos. Suena muy feo pero es la verdad.
¿Este retroceso viene de la mano de los gobiernos conservadores en la región?
R. P.: –Creo que es súper complejo, porque hay gobiernos conservadores, el caso de Paraguay, que tiene una política conservadora, pero hay otros países donde los gobiernos que se dicen progresistas y han tenido unas políticas súper derechosas en cuanto a derechos sexuales y reproductivos, o también hay lugares donde el ejecutivo dice una cosa y el judicial dice otra. En realidad, no es una cosa tan sencilla, sino que es mucho más complejo. Hay gobiernos progresistas que tienen políticas exteriores de otra manera. En realidad, hay que hacer un análisis mucho más profundo, porque no hay una línea recta entre progresismo y que esté todo bien para los derechos de las mujeres y LGTBI, no es tan así, lastimosamente.
A. G.: –Creo que no podemos pensar que gobiernos democráticos o que se dicen de izquierda garantizan derechos porque han demostrado que son muy conservadores, que justamente hacen alianzas con las iglesias, la iglesia católica sobre todo. Eso es muy importante saberlo y es muy importante que lo veamos y lo digamos, porque justamente nuestros derechos se ponen cada vez más en riesgo porque hay una legitimidad que buscan nuestros gobiernos hacia los grupos de iglesias y no de la ciudadanía.
¿Cuáles son las estrategias del conglomerado antiderechos?
A. G.: –Están usando nuevas estrategias innovadoras, hay que reconocerlo, porque están también relacionándose mucho con el poder, con el poder de los estados. Nosotras también ahora estamos usando nuevas estrategias, que tienen que ver con la comunicación, con fortalecer cada vez más nuestros marcos jurídicos, con estar con la ciudadanía y bueno, es una tarea que hemos hecho por muchos años y que vamos a seguir haciendo a pesar de que las cosas ahora son más complejas.
Este avance fundamentalista se da en un contexto de gran movilización de las mujeres en muchos países. ¿Hay una relación entre una cosa y la otra?
D. M.: –Creo que vemos la contrapuesta. A medida que avanzan, nosotras seguimos avanzado porque están minando los derechos que tenemos, y los sistemas por los que hemos luchado para avanzar en estas agendas. Vemos que no solo tienen delegados, no solo tienen poder monetario, porque están súper bien financiados, y hay que hacer una conexión con eso. Y también hay que estar atentas a cómo se están infiltrando en las delegaciones oficiales, y las delegaciones de la sociedad civil, entonces nos damos cuenta de que necesitamos fortalecer las bases, las comunidades de bases y el proyecto de base, porque tanto ellos están en los espacios internacionales como están a diario coartando nuestros derechos, son los padres y madres de familia que llegan a la escuela y dicen que no quieren tener educación sexual integral para sus hijas o hijos, son el sacerdote o la monja que está en contra de la ideología de género y que convoca a que salgan a las calles los padres y las madres a defender la familia como tal. Entonces, claro que necesitamos tener esa cuota de respuesta. Vemos el crecimiento de Ni Una Menos y también la resistencia que se da, por ejemplo en Ecuador, el cuestionamiento que se da, donde también se va a lo jurídico y se arremete. El movimiento “No te metas con mis hijos”, de hecho, promueve una agenda de odio contra la comunidad LGTBI. De verdad necesitamos diversificar nuestras estrategias. Ellos tienen un gran auge en el área virtual, y entonces creo que ahí es un espacio donde también podemos ganar y apostarle. Y también el trabajo que hacen con juventudes.
¿La penetración en la sociedad civil complica la lucha? Porque ya no estás peleando contra una institución o enfrentando a una institución sino a pares…
D. M.: –Sí, a tu familia a veces, y entonces crea un conflicto en el que vos sos la buena o sos la mala, pero es eso mismo, porque apelan a las emociones, a ese discurso divisorio. Y qué pasa entonces… A tu mamá le tenés que corregir que, si sos lesbiana, apoyar una ley que remueve cualquier referencia a género, a diversidad sexual, está atentando contra tus derechos. Se vuelve más complicado, pero creo que por eso precisamente tenemos que mantenernos alertas, porque ya no es el gobierno, ya no es solo la iglesia, sino que son tus compañeras, tu maestro, tu hermana a veces, tu tía religiosa. Entonces, no estamos separados, de verdad están en cada espacio donde estamos. Por eso, aún más, la resistencia la tenemos que tener ahí.
¿Cuáles son los principales ejes de esta avanzada conservadora?
D. M.: –Cualquier derecho relacionado al género, los derechos sexuales y reproductivos. Hay una gran movilización sobre la protección de la familia que atenta promover una agenda heteronormativa, patriarcal, donde se priorizan los derechos de los padres por sobre los de las niños y las niñas, donde se arremete contra los derechos sexuales y reproductivos de las niñas y adolescentes, y donde también vemos el uso de la soberanía y del imperialismo, como un arma que ellos ahora toman de los movimientos de la izquierda y los movimientos sociales, diciendo que no, que nuestros derechos no deberían aplicar a nuestros estados, a nuestra tierra. Dicen que éstos son sistemas imperialistas, entonces, tratan de quebrar la universalidad y la interrelación de todos los derechos. Y eso es clave. Es súper importante que reconozcamos que están tomando nuestro lenguaje, nuestros instrumentos históricos y los están tergiversando. Ahora salen y protestan, ahora nos dicen que es su derecho de expresión, entonces nos vemos de frente con alguien que conoce todo tu argumento. Ahora ya no solo promueven un argumento religioso, sino que es más secular, es más de derecho, entonces se vuelve más difícil, por eso tenemos que informarnos y reconocer cuáles son las interpretaciones correctas de la ley y de los instrumentos internacionales de derechos que tenemos. Por ejemplo, se dice el derecho a la vida, pero no hay ningún instrumento que diga que la vida comienza antes del nacimiento por ejemplo, y ellos insisten en que es así. O por ejemplo, cómo se manipula el derecho a la libertad de religión, al decir que estos mecanismos protegen la religión, pero no es así. Es a los creyentes que se les atribuye el derecho.
Existe una diferencia en las estrategias de acción política de la iglesia católica y las evangélicas?
A. G.: –Según el derecho canónico, los ministros de culto tienen prohibiciones para ser electos en elecciones populares, a tener cargos públicos. Deben renunciar cinco años antes al ministerio sacerdotal para ejercer esos derechos políticos. Sin embargo, en las iglesias evangélicas no, esa es una gran diferencia. Por eso, cada vez más, vemos las bancadas evangélicas en los congresos nacionales. Finalmente, también tienen mucho en común, que es justamente el que se juntan para hacer su agenda fundamentalista, donde quieren imponer a toda la sociedad plural y diversa que hay en nuestros países un pensamiento dogmático, religioso. Ahí es donde ellos unen fuerzas.