Ruta 40. Altura Villa Mascardi. Alrededor de las 18 horas, volviendo de El Bolsón, embotellamiento. La policía interrumpiendo el tránsito. Me bajo del auto y encaro a un testigo de ocasión. Le pregunto qué sucede y él responde que “los mapuches cortaron la ruta y están tirando piedras”. Miro, esforzando la vista, porque nos habían hecho detener a unos 500 metros del presunto corte y alcanzo a ver una ambulancia cruzada en la ruta y un despliegue de agentes de fuerzas de seguridad bien armados. De los mapuches, nada. Me vuelvo hacia mi interlocutor, y le digo: “gendarmería cortó la ruta y está hostigando nuevamente a una comunidad”.  

Escribo porque es la única revancha y rebelión ante la complicidad obligada a la que las fuerzas de inseguridad pretendieron someternos durante un operativo represivo. Me rebelo y, además, busco distanciarme de una gran parte de conciudadanos/as que vociferaban barbaridades racistas y clasistas sobre el asfalto. Pues, que la vida de “estos indios” no importa. Escribo entonces para conjurar la violencia de ciertas palabras que, con una perturbadora ligereza, recorrían los 500 metros para abrazarse abombadas y pringosas a la violencia del Estado.    

Dejé atrás las conversaciones, para acercarme un poco más a la zona del operativo. Un policía receloso me lo impidió. Pero lo que no pudo impedir fue que escuchara un atronador: “los vamos a matar a todos”. La sentencia mortífera bajó desde el monte, imponiéndose a los gritos de mujeres y hombres desesperados. Acorraladxs. También pude escuchar a una mujer que suplicaba por alguien a quien tenían “tirado como a un perro”. Quizás se trataba de Rafael Nahuel, el joven mapuche al que asesinaron. 

Hay que decir que en ese ‘enfrentamiento’ con ‘mapuches tira piedras’, las únicas hipervisibles y desmedidas eran las fuerzas de seguridad, y que el exceso se hacía interpretar como disciplinamiento social. Por si hubiese quedado alguna duda, a pocos kilómetros de la escena del crimen perpetrado por las fuerzas, nos aguardaba un operativo de control y registro de DNI comandado por gendarmería nacional. Ahí, en la ruta 40, mientras reprimían a la comunidad Lafken Winkul Mapu y asesinaban a una persona, en vez de rebelarnos -en nombre del derecho a la vida- contra las fuerzas, obedecimos y esperamos hasta que pudimos marchar. Como si se tratara de un presente que con solo acelerar se deja atrás.  

 (*) Doctora en Filosofía; becaria posdoctoral del Conicet; profesora en el Centro Regional Universitario Bariloche e integrante de Científicxs y Universitarixs Autoconvocadxs Bariloche.