Dejar de comer en McDonald's y KFC. No comprar vehículos Tesla. Ni beber whiskey Bourbon. La política agresiva y proteccionista de Donald Trump, su guerra comercial y sus amenazas expansionistas están dando lugar al surgimiento de movimientos de resistencia que van desde Canadá hasta Dinamarca. El boicot se extiende más allá de los productos Made in America y toca ya a otras capas como la cultura y la política.

El sentimiento antiamericano está creciendo entre las sociedades de uno y otro lado del Atlántico. Es la reacción ciudadana a un discurso agresivo e imperialista que impone el proteccionismo y la ley del más fuerte. Las llamadas al boicot económico están tomando cada vez más fuerza. Una encuesta reciente difundida por el periódico Handelsblatt señala que el 64% de los alemanes prefiere comprar productos que no procedan de Estados Unidos.

“Muchas personas en Europa continúan pensando que señores como Musk y Trump no suponen una amenaza para nosotros. Yo les digo que abran los ojos. Ya sabemos qué pasa cuando las potencias chocan. Es un escenario que ya hemos vivido. Trump desprecia a la gente. Juega con los palestinos. Juega con los ucranianos. ¿Es aceptable? ¿Cuándo despertarán los estadounidenses? ¿Y cuándo lo haremos nosotros?”, se preguntaba en la televisión francesa el ex primer ministro galo Dominique de Villepin.

En Escandinavia se multiplican las iniciativas sociales para frenar el consumo de artículos norteamericanos. Los grupos de Facebook Bojkotta varor från USA y Boykot varer fra USA (Boicot a los productos de EEUU en sueco y danés) suman cerca de 80.000 integrantes cada uno y llaman a sabotear el consumo de Coca-Cola, Nike, Netflix, Airbnb o Google. “El grupo nació de la frustración que muchos de nosotros sentimos porque desde el 20 de enero de 2025 el mundo se ha convertido en un lugar mucho más incierto e impredecible. Creemos que el boicot es un buen método para forzar el cambio y proteger la democracia, la autodeterminación y la seguridad”, reza su descripción. En ellos, miles de personas intercambian información sobre el origen y la procedencia de los artículos y proponen alternativas a otros locales o europeos.

“No puedo seguir con este sentimiento”

En el Reino Unido, más de 113.000 personas han firmado la petición Paremos a Trump. Paremos el Trumpismo. No a las visitas de Estado, que apela a la oposición de cualquier visita oficial del presidente estadounidense al país y a la negativa para firmar cualquier acuerdo bilateral entre Londres y Washington.

La indignación creciente entre la ciudadanía de muchos rincones del globo con el rumbo que ha tomado el país más poderoso del planeta golpea también al mundo de la cultura. El violinista Cristian Tetzlaff ha cancelado su gira por Estados Unidos por la deriva de las políticas de Trump. “Parece haber un silencio o una negación sobre lo que está sucediendo. Siento una ira profunda. No puedo seguir con este sentimiento. No puedo simplemente irme y dar una gira de hermosos conciertos (...) La música transmite mensajes sobre la condición humana, sobre la empatía y el corazón. Tenemos que defender estos ideales”, explicaba el músico en declaraciones a The New York Times.

Pero si hay un lugar donde se está agigantando el anti-americanismo es en la vecina Canadá. El país es uno de los más afectados por los aranceles de Trump. Además, el mandatario republicano no deja de aludir a su deseo de que Canadá se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos. En el país son cada vez más populares las aplicaciones que permiten escanear cualquier producto para conocer la procedencia de sus ingredientes. Los medios locales informan de iniciativas adicionales como boicots culturales con abucheos al himno nacional estadounidense en los partidos de hockey, una reducción de los viajes al otro lado de la frontera o la desaparición en las estanterías de los supermercados de bebidas fabricadas en EEUU. En el vecino del sur, México, también se están popularizando las campañas en redes sociales que apelan al mismo modus operandi.

Golpe a Tesla

A comienzos de este año, el ministro polaco de Deportes, Slawomir Nitras, hizo un llamamiento a que sus ciudadanos no compren vehículos Tesla después de que Elon Musk, propietario y mano derecha de Trump, apareciese en un mitin de Alternativa por Alemania (AfD) banalizando la época nazi. “No hay justificación para que ningún polaco razonable continúe comprando Teslas (...) Urge una respuesta seria y firme, incluido un boicot a su consumo”, aseguró. Desde el regreso de Trump y la consumación de su tecnocracia, la marca ha sufrido importantes caídas a nivel global. Según la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles, Tesla vendió en el Viejo Continente enero la mitad de coches que en el mismo periodo del año anterior.

El propio presidente norteamericano, que ha puesto un despacho en la Casa Blanca al hombre más rico del mundo, ha salido en su defensa. “Para los republicanos, conservadores y todos los grandes estadounidenses, Elon Musk se está jugando la vida para ayudar a nuestra nación y está haciendo un trabajo fantástico. Pero los lunáticos de la izquierda radical, como suelen hacer, intentan un boicot ilegal a Tesla, uno de los grandes fabricantes de automóviles del mundo”, afirmó en su red social Truth Social. Trump y Musk han hecho de su odio a la UE uno de los epicentros de su campaña. El inquilino de la Casa Blanca solo habla con los países del bloque, no con las instituciones. Ni siquiera ha conversado todavía con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Musk se refiere con frecuencia al Ejecutivo comunitario como un ente “antidemocrático” y en esta semana lo ha definido como comunista.

Ante el órdago arancelario, que amenaza con desatar una guerra comercial global con consecuencias incalculables, Canadá y Europa han reaccionado de igual forma respondiendo con contramedidas proporcionales y localizadas que tienen como objetivo castigar a los estados trumpistas.