En su editorial en la 750, el periodista y conductor Víctor Hugo Morales criticó la relación del Grupo Clarín con el presidente Javier Milei y sosutvo que el mandatario hizo "lo más rastrero que se recuerda en política" en su discurso en Expoagro.

El editorial de Víctor Hugo Morales

Hay que vivir preparados y saber quién es el enemigo, el rival, el gran adversario del pueblo, que son estos degenerados, porque no son otra cosa. Han degenerado todo: las relaciones humanas, la información, el periodismo.

Cuando ustedes leen los ataques a la jueza que liberó a los detenidos de la protesta en el Congreso, están asistiendo al descontrol moral del periodismo y la Justicia.

Pero es el negocio de la protección lo que determina el comportamiento de la mayor mafia mediática del mundo. En cuanto a los medios, no hay otro igual.

La mafia usa el amparo, la seguridad, la escolta, como forma de control. Protege a una verdulería para que no le roben en el barrio y le cobra al verdulero un porcentaje de la venta de papas.

Protege al asesino de un pibe de Barracas. Protege a un presidente estafador, que eso es Milei, y lo hace como tal cosa.

Esa presencia payasesca de Milei en San Nicolás, su discurso para Expoagro de Clarín y La Nación es lo más rastrero que se recuerda en política, después de hacerse el gallito. Su patrinqueo es una cobardía que no se puede describir ni en las novelas.

Un cura que está mal con Dios, pero que ofrece una misa para los poderosos, eso es Milei.

El miércoles fue la marcha, pero ya había sucedido la reunión de Clarín con el Gobierno. Una juntada hecha para que Milei no moleste al monopolio con el tema Telefónica. Y pretende que nadie se le cruce en el camino, menos algún tipo de Gobierno salido de la democracia, con lo que detesta la palabra.

“No me hagan gastar más de lo que invierto en abogados”, suele decir la gente de Clarín. La mayor inversión del grupo, por supuesto, son abogados.

Una vez que ESPN se presentó a la licitación del fútbol, aquella que al final le robaron, llamaron a la gente de ESPN y los amenazaron, aunque les parezca mentira. “Salgan de ahí, váyanse, lo único que van a hacer es que gastemos más plata”, y usaba el diario y otros medios para desacreditar a alguno de los directivos, sugiriendo, como hacen siempre, alguna forma de corrupción.

Ahora es Telefónica el asunto. ¿Saben lo que pasó? Ya se fue el señor Pirchio, el que manejaba la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. Pirchio no quería ser parte del entramado y lo convencieron al estilo Magnetto de que mejor se fuera de ahí.

La amenaza, cuando la hacen ellos, cruza como una bengala: si te pega en el pecho, chau, y si no te pega un susto. Se trata siempre de una oferta que no se puede rechazar. Lo clásico de la mafia. Lo saben los periodistas y los funcionarios.

Para que nada cambie, saben lo que hace el Gobierno, ofrece otra ventanilla llamada Autoridad Nacional de la Competencia. Otro collar, el mismo perro, pero con instrucciones más precisas.

Esa ferocidad que vemos sobre la jueza Andrade que ha aclarado que no es camporista. No hace falta, todos los jueces tienen un pensamiento, podría tenerlo y no cambia para nada su condición de jueza. Lo que cambia es su intención de hacer justicia y su respeto por lo jurídico.

La estigmatización que hizo el diario de Pablo Grillo junto a Bullrich, mientras Pablo Grillo peleaba por su vida. Las mentiras de quienes concurrieron a la manifestación de la plaza. El bochorno de la acusación contra la jubilada de 86 años. Todo eso es parte de un maloliente acuerdo con el Gobierno.

El país es una mesa de negocios, donde se sienta Clarín y el servil de turno. Un ciervo del sistema, un poco aturdido por sus complejos que en uno de sus ataques que escribió y dijo que Clarín es la gran estafa argentina, vaya descubrimiento.

Un grupo de ladrones dijo que se la tienen jurada. Un grupo de ladrones que propició, y es verdad, la debacle del 2002 de estafa seguidas de muerte de decenas de argentinos.

Y allí estaba Milei el viernes, en Expoagro, comiendo de la mano de Clarín, entre palafreneros que ofrecían algunos terrones de azúcar a sus caballos. Estamos rodeados, es verdad. Cuando vemos todo esto sentimos que estamos rodeados. Pero no nos entregamos.