En 1965, un año después de la publicación de Asfalto, se inició un proceso penal contra su autor por obscenidad. Renato Pellegrini había publicado en 1957 su primera novela, Siranger, que presentaba personajes homosexuales, pero cargados de culpa y con un desenlace trágico. Asfalto eliminó toda discreción y vergüenza y eso le trajo serios problemas a su autor. Manuel Mujica Láinez, que había escrito el prólogo, se negó a último momento a firmarlo. Abelardo Arias, amigo de Pellegrini y co-editor del libro (que había salido por la editorial Tirso, fundada por ambos) decidió no participar de la presentación. Sobre la base de una denuncia del Correo Central, un juez, de acuerdo con las previsiones sobre obscenidad del Código Penal vigente, ordenó el arresto del autor y la confiscación de los libros. A pesar de haber sido hallado inocente en dos ocasiones, cuando el caso fue elevado a la Corte Suprema en 1967, Pellegrini fue sentenciado a tres meses de prisión en suspenso.
Se suele decir que la verdadera protagonista de Asfalto es Buenos Aires, que seduce a Eduardo hasta hacerlo cambiar la blandura de la tierra, asociada a su Córdoba natal, por la dureza del asfalto. Sin importar lo marginal o amenazante que sea el destino que le depara, el encanto prometedor de la ciudad nunca parece quebrarse, como si Eduardo tuviera la certeza de que aún le tiene reservado algo más allá en su porvenir.
A primera vista, Asfalto es una novela de aprendizaje que sigue de manera reconocible los pasos del “camino del héroe” que suele caracterizar ese tipo de literatura. Sin embargo, el correr de las páginas rápidamente aleja a su protagonista Eduardo Ales de cualquier reflexión sobre las complejidades de crecer para arrojarlo directamente a la crueldad y sordidez de la ciudad. De esta manera, Asfalto se revela como una novela de iniciación sexual, no solo por las prácticas sexuales a las que Eduardo se ve expuesto (con y sin su consentimiento), sino también por lo que aprende acerca de su propia sexualidad y la de los demás.
Ante una incógnita como la homosexualidad, impasible como una esfinge a través de los tiempos, los personajes de Asfalto se preguntan constantemente por su presunta naturaleza e hipotetizan acerca de sus distintas expresiones. Ante la mera concepción de “puto” con la que Eduardo viaja desde Córdoba, Buenos Aires le ofrece todo un catálogo de identidades posibles: homosexuales, invertidos, maricas, etc. Influenciados por las tempranas explicaciones científicas que circulaban sobre la sexualidad, personajes cultos como el exdiputado Ricardo Cabral se ocupan de trazar límites y, además, rastrear una genealogía enciclopédica de homosexuales a lo largo de la historia que funcionan como modelos de conducta.
Si bien los primeros encuentros de Eduardo son fortuitos y efímeros, el contacto con Ricardo altera radicalmente esta situación. El vínculo que le demanda y ofrece es uno de necesidad mutua, que le demuestra al protagonista otras uniones posibles. Así, comienza a armarse a su alrededor una red social que lo acerca a una posibilidad de vida. Por un lado, Barrymore le provee un trabajo en su librería, que es también un espacio de sociabilidad y aprendizaje. Por el otro, Marcelo le brinda un afecto y contención desinteresado.
Sin embargo, Eduardo se termina inclinando por Julia, un confuso interés amoroso que se entiende mejor cuando lo explica Pellegrini. El personaje fue introducido para “atemperar” el carácter disruptivo de la novela y resultó la salvación de su autor ante la ley, que no pudo objetar la inclinación final del protagonista. No obstante, el mismo Pellegrini admitió que Julia había sido concebida originalmente como un varón y el vínculo que establece con Eduardo remite a las “relaciones espirituales” que solían codificar los vínculos homosexuales en la literatura de autores como Hermann Hesse, donde el deseo sexual se ocultaba detrás de una profunda amistad que unía a los personajes sin posibilidad de ser juzgados ni condenados.
Acompañado por un iluminador estudio final de Jorge Luis Peralta y Alejandro Virué, De parado pone otra vez en circulación un libro que vuelve desde el pasado a dialogar con un presente encaminado a la oscuridad y censura con que debió enfrentarse originalmente.