San José dormido de José Ignacio Scasserra la recientemente publicada ganadora del Premio Futurock novela 2024, se inscribe en variadas tradiciones literarias, a cada cual más prestigiosa.
En primer lugar, es una ficción atravesada por las pestes y el erotismo que transcurre en un escenario de encierro. En ese sentido, su genealogía más antigua y famosa se remonta al Decamerón de Bocaccio. Si en ésta, siete mujeres y tres hombres, todos ellos muy jóvenes, se recluyen en las afueras de Florencia para protegerse de la peste bubónica que asoló la ciudad en 1348… En San José dormido, Lucas, el narrador, y su novio Javier, hacen cuarentena en el convento de las hermanas de San José de Pinerolo, en el recóndito pueblo de Jovita situado en medio de la pampa cordobesa para cumplir con las exigencias sanitarias del coronavirus
Pero las coincidencias entre sendas obras no terminan ahí. Si en el Decamerón, los personajes principales se cuentan historias de erotismo como antídoto y como exorcismo frente a la muerte; en la novela de Scasserra, los novios protagonistas intentan recuperar la voluptuosidad mientras el riesgo de vida se cierne sobre el padre de uno de ellos y todo esto, en un ambiente tan poco propicio para la concupiscencia como es el estar rodeado de monjas.
Pero hay una notable diferencia con el “Decamerón” y que contribuyen a la verosimilitud de la ficción: las historias que los muchachos se cuentan entre sí en el aislamiento, más que con el erotismo, tienen que ver, principalmente, con recuerdos de todo tipo. Es decir, el encierro, el aislamiento y la enfermedad y muerte circulantes inflama las sensibilidades y hace que afloren sentimientos y evocaciones de todo tipo. Así surge en la memoria el día en que se conocieron, la primera noche de sexo, los momentos lujuriosos y los románticos; pero también el rechazo familiar que sufrió Lucas a causa de su homosexualidad y los viejos rencores y las diferencias familiares y de pareja…
La segunda tradición literaria de “San José dormido” es la de muchachos que viven su pasión en un espacio en donde ese deseo está prohibido y catalogado como pecado mortal. En ese sentido, la relación amorosa entre Lucas y Javier, tiene reminiscencias del amor entre los estudiantes George y Alexandre en el colegio de sacerdotes de la clásica novela francesa “Las amistades particulares” de Roger Peyrefitte. O la pasión de André Servais y Serge Souplier en el colegio católico de la obra “La ciudad donde el príncipe es un niño” de Henry de Montherlant.
Finalmente, en “San José dormido” también es posible hallar rastros de la tradición de Manuel Puig. Con poco o nada que hacer, algunas de las conversaciones entre los muchachos giran en torno a las historias locales de Jovita. Así Scasserra con Jovita, como Puig con General Villegas, logran inmortalizar ambos pueblos y transformar el chisme en literatura. También así, el lector comprende, entre otras cuestiones, que las monjas también son seres humanos y de que, por ejemplo, la severidad de la madre superiora del convento puede tener ecos del pasado y de su historia de amor frustrada con uno de los dueños del pueblo.
Scasserra hace confluir éstas y otras tantas tradiciones para brindar una novela ejemplar, filosófica, erótica, muy entretenida e inusualmente destacable por tratarse de una ópera prima (de seguro el autor dará mucho que hablar en el futuro). Y, para narrar con virtuosismo el viejo mensaje pasoliniano de que quizás, la religión y el sexo son meros mecanismos de los humanos para intentar escapar del abismo de la muerte.
Asimismo, la convergencia entre los tópicos religioso y homoérotico le permite también a la novela -a la manera del cineasta Paul Verhoeven o de los artistas Pierre & Gilles o del escritor local José María Gómez- establecer relaciones entre la imaginería sacra (¿cómo olvidar las calenturas que desatan las representaciones artísticas del rey David, de San Sebastián o San Juan Bautista, entre otros?- y entre los prolegómenos y movimientos de los actos sexuales -la fellatio o la cópula- y los rituales religiosos tales como el arrodillarse para orar o el entregarse estáticamente a la pasión de Cristo. Así, en la cumbre del relato, Lucas describe: “Se da vuelta y se mete mi pija de una en la boca. La come con ganas. Larga un gemido con la boca llena. Sabe que eso me encanta. Cierro los ojos, busco entusiasmarme. Lo tomo del pelo, lo acaricio. Baja de la cama para arrodillarse. Es un penitente devoto. Me prendo en el juego. Le doy de pie esa primera comunión. Come y bebe de mi verga ¿Qué diferencia hay entre haber rezado con Giampera, y el momento de placer que nos damos ahora? No hacemos más que contarnos mentiras para sobrevivir…”
A su vez, no es un rasgo menor que Scasserra haya rescatado la figura de San José. A la manera de gays, lesbianas, trans y travestis, por muchos años San José es un gran invisible de la historia del cristianismo. Es el esposo que no copula, un carpintero del que no sabe casi nada, es alguien que solo parece servir a los fines de la narración religiosa para terminar de conformar la Sagrada Familia y que tiende a desaparecer frente a las figuras prevalentes de María y Jesús. La novela de Scasserra viene entonces a visibilizar a los personajes invisibles de la historia. Se suele olvidar algo que la novela recuerda: “San José es el santo dormido, el que muere en paz en los brazos de la Virgen María y Jesús y, por ende, es el santo de la buena muerte, el que se lleva dormido a los que están en paz”.
¿Es posible para una pareja de gays convivir con y sobrevivir aislado rodeado de monjas? La novela da una humana y cálida respuesta a esa pregunta y da esperanzas de un mundo más amable al dar cuenta, por ejemplo, que quizás, las monjas (esas otras olvidadas de la historia y víctimas del patriarcado religioso) y los gays tienen más cosas en común de lo que parece.
“San José dormido” de José Ignacio Scasserra, Ediciones Futu Rock, Buenos Aires, 2025. Ganadora del Premio Futurok Novela 2024 seleccionada por un jurado integrado por Alan Pauls, Carla Maliando y Julián López.