Vos sabés qué fue lo más grande que logré gracias al fútbol?

-¿Qué?

-Le asfalté la calle a mis viejos. Esperá que te cuento la historia...

Son las nueve y media de la noche y Pablo Álvarez está sentado en el cordón de una vereda de José León Suárez, el barrio de toda su vida. Contemplando esa calle y ese portón en el que pateaba de chico, el lateral de Huracán parece estar contemplándose a sí mismo. Mira el piso y se sonríe, porque hasta hace sólo un par de años, allí había tierra, que se ponía pesada ante las lluvias y que impedía que los chicos como él salieran a jugar. Eso era así desde que lo recuerda y lo siguió siendo hasta el día que se cruzó al intendente en un evento. Pablo ya había pasado por Boca y llevaba años en el fútbol del Viejo Continente. “No puede ser que la calle donde viven mis viejos siga siendo de tierra”, le pidió. Hoy, años después de vivir en Italia y en España, sueña con que sus hijos se críen en lugares mucho más parecidos a los que se crió él que a esos templos de la alta sociedad futbolera europea. 

Álvarez se aferra a sus raíces luego de su peor momento. Se despierta para Alina y Felipe, los dos hijos que tuvo con Anabel, su compañera de vida, esa a la que perdió en septiembre de 2016, víctima de una larga enfermedad. Los golpes lo han vuelto un hombre reflexivo, pero también optimista. Es por eso que ahí, mientras sigue mirando el asfalto, desanda la charla con la sencillez de quien te abraza con una experiencia. El amor, el del fútbol y el de alguien que lo rescató, parece ser el mejor remedio para lidiar con el paso del tiempo, su gran enemigo. Un pibe lleno de fútbol y lleno de sueños abre su alma mientras titila el farol de la cuadra. Habla Álvarez. Y también enseña a vivir.

-¿En qué momento estás?

-Estoy volviendo de la vida. Volviendo a las raíces y volviendo al mucho afecto de los amigos y de la familia, que hacen que las cosas se me hagan un poco más fáciles. Me encuentro en un momento en el que estoy pasando varias lesiones, que es algo a lo que siempre le tuve miedo. Y al tener tantas y tan seguido, se enciende la alarma. También es la cabeza que te pasa factura. Vengo de un año muy complicado y eso influye aunque no te des cuenta. Pero estoy ansioso por jugar, que es lo que me hace feliz. Soy un agradecido al fútbol y por eso me gusta estar dentro de la cancha. 

-¿La vida te fue cambiando o sos el mismo que salió de esta calle?

Carlos Sarraf

-Creo que cambié, pero manteniendo muchos principios. Se me abrió la cabeza en muchos sentidos, porque me pasaron cosas, sobre todo en el último tiempo, que me golpearon. Vengo de un golpe muy duro, de hecho. A lo que voy con principios es que estamos en la vereda de la casa de mi vieja, charlando, con los dos nenes mirando los dibujitos y siendo las 9 de la noche. Con la puerta abierta. No me gustaría que eso cambie.

-¿En algún momento pudo haber cambiado? ¿El fútbol a veces te lleva a eso?

-El fútbol te empuja porque viene con una vorágine, en la que, si no tenés los pies sobre la tierra, te lleva puesto. Hoy tengo los pies sobre la tierra, porque la vida me ha dado algo de experiencia, pero en realidad, también he trastabillado con todo lo que el fútbol te hace creer. Alguna vez me ha pasado, pero hoy tengo todo mucho más claro. La vida me golpeó muy fuerte, pero también trato de aprender de eso. Hay una frase de un entrenador que aplica: “No se vive del pasado, sino que se vive del presente”. Y mi presente hoy es el que tengo y vivo el día con mucha alegría. Trato de estar rodeado de gente querida, de mis hijos, mi familia, mis amigos y de mi novia.

-¿Dónde encontraste energía para ir para adelante en el peor momento?

-A mí me pasó algo muy duro. Terrible. Una pérdida a la que hasta el día de hoy no le encuentro una explicación y tal vez no se la encuentre nunca. Pero la vida continúa y me tengo que hacer cargo de dos criaturas que son los pilares que me mantienen parado. Son el motor que me enciende todos los días. Yo me levanto a la mañana, antes de llevarlos al colegio, y veo que me sonríen y ya está. Ahí cambia todo. Ahí tengo fuerza. Ahí puedo encarar el día. Esas sonrisas me hacen salir adelante. A eso sumale a mis familiares, a mis amigos y a esta persona... Carolina Julieta Romanello, lo digo con el nombre y apellido, que es la persona que me sacó adelante y que me ayudó a cambiar la manera de ver las cosas. Es la persona con la que estoy hoy y debía nombrarla claramente, porque es muy importante para mí.

-¿En ella volviste a encontrar el amor?

-Es que llegó una persona a mi vida que me tiró un salvavidas en el medio de un naufragio. No tengo palabras para describírtelo y se me eriza la piel. Una mina de fierro. Me salvó cuando estaba abajo de todo.

-¿Pensaste en dejar el fútbol con todo lo que te pasó?

-Cuando estábamos transitando la enfermedad de la mamá de los nenes, sí, tuve la decisión de dejar el fútbol. Se lo comuniqué a mi familia y les dije que no tenía sentido seguir. Que se había terminado ahí. En ese momento, mi representante, Juan Cruz Oller, me habló y me dijo que no sea boludo, que tenía mucho que ofrecerle al fútbol. Ella, con lo que estaba pasando, también me dejó en claro que quería que siguiera. Y, entre todos, me fueron convenciendo.

-¿Qué encontraste en el fútbol en el medio de un momento tan duro?

-Para mí, estar dentro de ese rectángulo es vida. Es volver a vivir. No le encuentro otra explicación. Le voy a estar eternamente agradecido a la pelota, por eso la tengo tatuada. Soy un privilegiado de tener esto en mi camino. Pienso vivir con el fútbol toda la vida, porque otra cosa no sé hacer.

-La carrera de un futbolista es poner, poner y poner en una canasta, pensando en un futuro mejor. Es darle y darle tiempo, vida y energía a un proyecto. Hoy, a la vuelta de eso, pareciera que el fútbol te empezó a devolver cosas en el peor momento tuyo...

-Sí, es así. Siempre le brindé cosas al fútbol, es cierto. Es un poco la dinámica de la vida del jugador que quiere progresar. Hoy, después de todo lo que pasé, después de días durísimos en los que me encerraba a llorar solo para que no me vieran, veo que el fútbol me está devolviendo todo eso que puse. La verdad es que me siento fantástico de poder haber entendido eso. De poder comprender que esto es un camino y que, cuando menos lo esperás, podés encontrar una caricia de parte de eso que amaste toda tu vida.

Carlos Sarraf

-¿Qué te encontraste en el mundo del fútbol en este último tiempo?

-Me encontré muchas cosas lindas. El fútbol me dio mucho y me lo sigue dando, me ayuda a criar mejor a mis hijos, me acompaña, me lleva, me guía. De todo. Y en el caso de lo que me pasó, el mundo del fútbol se ha solidarizado. He recibido todo tipo de llamados y de gestos de parte de jugadores, entrenadores y dirigentes. Les voy a estar agradecido infinitamente. A su vez, eso te hace reflexionar y ponerte en situación. “Bueno, hermano, algo bien debo haber hecho en este camino para que me cuiden así”, pensé. Y eso te va llenando. Me quedo con todo ese cariño y me lo voy a guardar para siempre. En el medio, además, fui encontrando un montón de amigos, de esos que van a quedar más acá o más allá de esto. El fútbol me dio amigos y me hizo conocer a la gente fuera del deporte, que me sigue sacando una sonrisa. ¿Qué más le puedo pedir?

-¿Si volvieras a nacer sería de nuevo fútbol en tu vida?

-Sin dudas. Es algo que se encendió de chiquito y que no va a extinguirse nunca. Era patear en esta calle todos los días y ser feliz. Por suerte, mis viejos me apoyaron, como me apoyan hasta hoy, y me permitieron llegar hasta acá. Si naciera de nuevo sería fútbol. De nuevo. Seguro. En otra vida o en otro lado. Si reencarnara en otra forma, me gustaría ser un pedazo de pasto o una pelota.

-¿Qué aprendiste?

-Que el fútbol te pone el pecho. Que te banca, por ejemplo, como me ha bancado Gustavo (Alfaro) en Huracán, con las lesiones que tuve. Entro al club y me siento bien, contenido, respaldado, aunque hoy no pueda estar adentro de la cancha, que es algo que me desespera. Y después aprendí a valorar lo realmente importante de la vida. A veces veo que la gente se hace problema por cada cosa… Me cuesta entenderlo. Una de mis misiones es explicarle eso a todos los que pueda. Disfrutalo y no te vuelvas loco por cosas que son menores.

-¿Qué sueños te quedan?

-Me queda el sueño de salir campeón una vez más. Ojalá que con Huracán, un club al que tengo que estarle muy agradecido igual que a Rosario Central y a Racing. Quiero pagar todo el cariño que me dan adentro de la cancha. Ese es mi gran objetivo hoy por hoy. Y, después, tratar de llevar a mis hijos por el camino correcto, que es el que tienen.

-¿Qué es la tristeza?

-La tristeza es saber que el tiempo pasa. Esa es la tristeza. La noción del paso del tiempo, que va desde la vida hasta el tiempo como jugador. Eso me hace dudar siempre. 

-¿Qué es la felicidad?

-La felicidad está acá, a unos metros, atrás de la puerta de mi casa, abrazando a los dos que me quedaron. Alina de un lado y Felipe del otro. Y tal vez una pelota de fútbol debajo de la suela. Nada más.