Emice Moler se para. Prefiere hablar desde un rincón del salón del consejo de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Su voz irradia fuerza y convicción. En septiembre del año próximo, se cumplirán 50 años desde que fue secuestrada de su casa cuando tenía 17 años. Hace décadas que se dedica a contar lo que pasó en la dictadura, pero también antes y después. Como otros militantes, dice estar atónita por cómo un gobierno de derecha avanza y arrasa. Pero hace tiempo que le da vueltas a una idea: cómo seguir transmitiendo esta historia a pibes y pibas para quienes ya no se trata de un pasado reciente sino uno muy lejano. “Las palabras memoria, verdad y justicia estuvieron cargadas de un simbolismo que hoy no tienen. Si no tienen el contenido, los símbolos no sirven. Y no es que un chico que raspe esas palabras sea un nazi; no sabe lo que está raspando”, dice. “Tenemos que volver a contar todo de vuelta. Otra vez. Sí, otra vez. Lamentablemente yo estoy más cansada que ustedes. Los chicos son sensibles a un montón de cosas, pero no a las cosas que nosotros creemos que son sensibles. Hay que escucharlos, ver cuáles son sus problemas y ahí ir tirando la piola para atrás”, dice la mujer que fue secuestrada por su militancia en la escuela secundaria y que después dedicó su vida a la docencia universitaria.
Emilce fue convocada por el juez Alejandro Slokar, integrante de la Cámara Federal de Casación Penal, para un encuentro del Observatorio de Memoria y Justicia que él dirige en La Plata a días del 49º aniversario del último golpe de Estado. La consigna de la mesa estuvo centrada en la persistente memoria al resguardo democrático de la justicia.
“Es un mazazo para cualquiera que transite esta casa donde enseñamos, y nos enseñaron de chicos, que el derecho era el límite al poder, y nunca aparece. Entonces, viene a la herida narcisista la devolución de la realidad. Lo siniestro del terrorismo de Estado, sin duda, no se agota en la expresión de aquel tiempo, sino que es un continuo. ¿Por qué se niega? ¿Por qué se hace desaparecer al desaparecido? ¿Qué es esa vocación, no sólo de ocultar, sino de reivindicar? La pretensión, desde luego, es traducir el amparo o algún tipo de complacencia respecto a la represión vigente”, contestó Slokar al diagnóstico que había hecho Moler. “El propósito último, desde siempre, es el mismo: tratar de disciplinar y contener la disidencia. Esa es la historia del mundo. Nosotros lo traducimos ahora en términos prácticamente patéticos”, agregó mientras lo escuchaba con atención el decano Miguel Berri.
Slokar expresó sus críticas al Poder Judicial y sostuvo que no se había hecho lo suficiente. “Hubo defección en el 76 y hay defección ahora. Creíamos que éramos la referencia ineludible en el mundo, en favor de la vigencia irrestricta de los derechos humanos, y nos comparamos con Alemania. Es impensable que algo como lo que sucede hoy en la Argentina hubiese sucedido luego del Holocausto en Alemania”, afirmó.
En esa misma línea, se lamentó porque no se avanzó en la discusión de una ley para ponerle freno al negacionismo. “Desde nuestra experiencia no supimos siquiera construir un tipo penal que nos ponga a resguardo o por lo menos que describa cuál tiene que ser respuesta frente al mínimo avance en ese terreno”, añadió.
Rufino Almeida, sobreviviente del centro clandestino conocido como el Banco, habló del rol de los exdetenidos-desaparecidos –muchas veces olvidados en el relato sobre el pasado reciente. “Hay jueces en nuestras causas que si nosotros no intervenimos, no mueven un dedo. Entonces, ¿qué va a pasar cuando no estemos nosotros? Está bien, supuestamente la parte del juicio y castigo de todas estas bestias habrá llegado un poco a su fin”, sostuvo.
Adriana Arce, también sobreviviente de la represión de la zona de Rosario e histórica colaboradora del exjuez español Baltasar Garzón, asentía. “Nosotros ya no tenemos mucho tiempo, y entonces tenemos que encontrar la manera de pasarle la posta al siguiente testigo”, sugirió.
Del encuentro también participó la periodista de Página/12 Luciana Bertoia, que hizo un repaso del desmantelamiento de áreas claves durante la gestión de La Libertad Avanza y afirmó que tanto el periodismo y la academia deben jugar un rol a la hora de documentar la destrucción pero fundamentalmente en el impulso de las investigaciones para continuar reconstruyendo la verdad de lo sucedido. “Estamos en una carrera contra el tiempo y en un contexto que hace todo lo posible para que esa carrera se pierda”, concluyó.