Pocos escritores hunden el cuchillo en las viejas heridas de la humanidad. El británico Kazuo Ishiguro –a quien se le concedió el Premio Nobel de Literatura porque “ha puesto al descubierto el abismo que hay detrás de nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo”– lanzó ayer un llamamiento durante su discurso de aceptación del premio y la posterior conferencia de prensa que se realizó en Estocolmo, en la sede de la Academia Sueca. “Es difícil arreglar el mundo, pero pensemos al menos en cómo podemos mejorar nuestro pequeño rincón, el rincón de la literatura, donde escribimos, leemos, recomendamos, criticamos y damos premios a los libros. Si pretendemos tener un papel relevante en este futuro incierto, si pretendemos obtener lo mejor de los escritores de hoy y del mañana creo que debemos ampliar nuestra diversidad”, dijo el autor de Lo que queda del día y propuso “ampliar nuestro mundo literario para incorporar muchas más voces procedentes de más allá de las zonas de confort de la elitistas culturas del primer mundo”.
El escritor británico, que está convencido de que “los pequeños mundos que habitamos se relacionan con el gran mundo político”, advirtió que hay que poner mucho cuidado en “no resultar en exceso estrechos o conservadores en nuestra definición de lo que es la buena literatura”. “La próxima generación llegará con todo tipo de nuevos y en ocasiones desconcertantes modos de contar historias importantes y maravillosas. Debemos mantener la mente abierta ante ellos, en especial en lo que respecta al género y la forma, para poder apoyar y aplaudir a los mejores de ellos. En unos tiempos de divisiones peligrosamente crecientes, debemos escuchar. La buena escritura y la buena lectura derribarán barreras”, auguró el Premio Nobel de Literatura. “Debemos incluso encontrar una nueva idea, una gran visión humanista, alrededor de la que congregarnos y que nos una”.
Tenía cinco años cuando llegó a Inglaterra, con sus padres y su hermana, en abril de 1960, a la ciudad de Guildford, Surrey. “The Beatles, la revolución sexual, las protestas estudiantiles, el ‘multiculturalismo’ estaban a la vuelta de la esquina, pero resulta difícil de creer que la Inglaterra con la que se encontró mi familia siquiera lo sospechase. Encontrarse con un extranjero procedente de Francia o Italia ya era algo remarcable, no digamos a un japonés”, recordó el autor de Nunca me abandones durante el discurso de aceptación en el que repasó su itinerario vital y literario. Un año antes, en su Nagasaki natal escuchó por primera vez, en boca de su madre, la expresión “Premio Nobel”. “Crecí con la idea de que el Premio Nobel no sólo era un gran galardón, sino un símbolo que ejemplifica que tenemos que intentar y sobresalir como seres humanos, independientemente de nuestro país”, subrayó el escritor ante la prensa reunida en la Academia Sueca. “Todos los premios son metáforas y para mí éste simboliza el esfuerzo colectivo para mejorar nuestra civilización”, agregó el autor de Pálida luz en las colinas (1982) y Un artista del mundo flotante (1986), entre otros títulos.
El mundo cambia, pero no a favor de esa esa “gran visión humanista” que propone el escritor británico. A Ishiguro no le gusta que el Reino Unido se haya convertido en un país “mucho más racista”. “Tengo un gran respeto por la generación que recibió a mi familia no mucho después de la Segunda Guerra Mundial. Siento fascinación por esa generación tan generosa que creó un estado de bienestar, y que ya parece no existir”, aseguró el escritor. En cuanto a la victoria del Brexit el Premio Nobel de Literatura la definió como “una tragedia”, “un gran error” y afirmó que los británicos deberían tener una segunda oportunidad, porque se “ocultaron” las consecuencias reales de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. “El año 2016, marcado por sorprendentes y deprimentes acontecimientos políticos en Europa y en Estados Unidos, y de nauseabundos actos de terrorismo por todo el planeta, me obligó a admitir que el imparable avance de los valores liberales que había dado por garantizado desde mi infancia podría haber sido una mera ilusión”, reconoció el autor El gigante enterrado (2015), su última novela publicada por Anagrama. Después de la “autocomplacencia y las oportunidades perdidas” en la época que surgió tras la caída del muro de Berlín, se ha llegado a un presente “en el que proliferan ideologías de ultraderecha y nacionalismos tribales” y en el que “el racismo, en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo nuestras civilizadas calles como un monstruo que despierta”.
Hay destellos “silenciosos e íntimos” en la carrera de un escritor.
“En ocasiones, lo que nos revelan puede ir a contracorriente del sentido común predominante. Pero cuando aparecen, es importante ser capaz de reconocerlos. Porque de otro modo se nos escaparán de entre las manos”, admitió Ishiguro. “He estado enfatizando lo minúsculo y lo privado, porque en esencia es de esto de lo que trata mi trabajo. Una persona que escribe en una habitación silenciosa e intenta conectar con otra persona que lee en otra habitación silenciosa. Las ficciones pueden entretener, en ocasiones enseñar o polemizar sobre algún tema. Pero para mí lo esencial es que transmiten sentimientos, que apelan a lo que compartimos como seres humanos por encima de fronteras y separaciones”.