La última Cumbre de Acción sobre la Inteligencia Artificial (IA) en París reunió a políticos, empresarios y expertos de todo el mundo para analizar desafíos y oportunidades de este grupo de tecnologías, e intentar encarrilar las visiones en disputa entre gobiernos y sector privado.
Entre los múltiples aspectos debatidos, el vínculo con la transición energética y la agenda del cambio climático también tuvieron su espacio, manteniéndose el interrogante sobre si será la IA una facilitadora o un ulterior escollo para una transición energética sostenible.
Pero, vamos por el principio. ¿Por qué IA y energía son agendas tan íntimamente ligadas? Por un lado, por el impacto que los desarrollos de la IA está teniendo en todos los ámbitos, que claramente no deja fuera al de la energía.
IA y la energía
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), entre los múltiples y beneficiosos impactos de la IA sobre el dicho sector, se encuentra la posibilidad de ayudar a predecir mejor los patrones meteorológicos, acelerar el desarrollo de nuevas químicas para baterías -tema clave para la descarbonización del consumo- y mejorar el funcionamiento de las redes eléctricas, por citar solo algunos.
De acuerdo con Foro Económico Mundial, la IA no solo podría optimizar el consumo de energía, sino también reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero entre el 5 y el 10%.
Pero lo anterior también tiene su correlato negativo, ya que los centros de datos centrados en la IA demandan mucha energía: uno de estos puede consumir casi tanta energía como la de 100.000 hogares. De hecho, se prevé que el incremento de la demanda de energía para los centros de datos -sólo en Europa- sea del 160% entre 2022 y 2030, llegando a los 287 TWh -que equivale a lo que España consumió en electricidad en 2022-.
Según un informe de “Beyond Fossil Fuels”, de no tomarse medidas para que estos centros funcionen exclusivamente con fuentes renovables, el 61% de la energía que se necesitarán para funcionar vendrá de fuentes fósiles. Esto equivale a un aumento de 121 millones de toneladas métricas adicionales de emisiones equivalentes de CO2 entre 2025 y 2030.
Pero no es solo el consumo de energía de estos centros lo que preocupa por su impacto ambiental, sino también la eficiencia del hardware y del software utilizados. Un estudio de la Universidad Politécnica de Milán muestra que hay diversas estrategias para reducir ese impacto, como la descarbonización de los sistemas de apoyo, la adopción de iniciativas de apoyo a la red, la optimización de los sistemas de refrigeración y la optimización de los softwares utilizados, entre otros.
Transición energética
A este escenario, ya de por sí complejo, se suma que la IA se convirtió en uno de los principales tableros para disputar las competencias y rivalidades geopolíticas que se vienen reeditando en los últimos años, lo cual no es justamente un estímulo para encaminarse a una transición “ordenada”, como se exhortó durante la COP 28.
Y es así que volvemos a la pregunta inicial: ¿la IA favorecerá la transición a un sistema energético sostenible o ralentizará la adopción de medidas que aparecen hoy más urgentes que nunca? Y la respuesta, que no es definitiva ni exhaustiva es: depende. Principalmente, de cuáles sean los intereses que se pongan por delante.
Al final de cuentas, se repiten los mismos desafíos que en muchos otros temas globales: si no hay coordinación y cooperación, el camino puede ser muy complejo. Así lo advirtió el director de la AIE, ante la previsión de que se construyan miles de centros de datos en los próximos años: “a menos que la industria energética, el sector tecnológico y los gobiernos colaboren para proporcionar la infraestructura energética necesaria, muchos proyectos podrían retrasarse o incluso cancelarse”.
Y, una vez más, lo que queda a las claras es la necesidad de una mayor y mejor gobernanza -en sus distintos niveles-, tanto del sector energético como del tecnológico. Y, como diversos especialistas coinciden, esta no es una iniciativa que se aborde pura y exclusivamente con una buena y efectiva regulación sectorial, que también es importante, sino con una fuerte y activa presencia -léase inversión- de quienes representan los intereses generales, especialmente en una democracia: los instituciones públicas.
*Doctor en Ciencias Políticas, especializado en transición energética y democracia ambiental, Project Manager en Asuntos del Sur y docente de la Alta Escuela de Economía y Relaciones Internacionales (ASERI, Italia).