La fuerte caída del consumo del año pasado no parece revertirse. Las estadísticas de ventas de supermercados y mayoristas del Indec arrojan bajas comparadas con los niveles terriblemente deprimidos de diciembre de 2023.

La explicación más lógica sería pensar que aun cuando la actividad económica parece haber dejado de caer, la distribución del ingreso se deterioró. Tal como señaló el economista polaco Michal Kalecki, quienes se encuentran en la base de la pirámide social tienden a consumir una proporción mayor de sus ingresos.

Si uno le quita el 20% del poder adquisitivo de sus ingresos a jubilados y trabajadores estatales, y esa masa de ingreso se redistribuye a un grupo de grandes empresas beneficiadas por el actual programa económico, sería esperable que el consumo se deteriore, aún cuando la actividad económica deje de caer y el promedio de los ingresos se mantenga.

Para Darío Epstein, ex funcionario de Menem cercano al presidente Milei, las causas de la baja del consumo son otras. Hombre del mundo financiero y perteneciente a un segmento social que ve la calle sólo desde una pantalla, Epstein imagina que el consumo popular se rige por las mismas reglas que las decisiones de compra-venta de acciones, títulos o bonos que toma un especulador.

Sólo ese sesgo profesional puede llevar a un hombre grande a decir que según la teoría, “cuando tenés inflación salís corriendo a gastar tu sueldo. Cada minuto vale menos. Sin inflación empezás a nivelar las compras y bajar tu stock. Eran compras defensivas, para proteger tu sueldo. Todavía hay mucho atún, aceite y fideos acumulados!!!”, tal como publicó en las redes sociales para contestar a un video que mostraba un supermercado desierto un sábado por la tarde.

La teoría del ex-promotor de la dolarización podría explicar la distribución temporal de las compras a lo largo del mes, que se concentraría en los momentos de paga del sueldo en una economía altamente inflacionaria, y sería más similar a una normal en una economía con una inflación del orden del 30 y pico por ciento anual, tal como logró estabilizar el actual programa económico en los últimos 5 meses.

Pero si se quiere señalar que antes se ahorraba en bienes y ahora en dinero, por las menores tasas de inflación, habría que recordarle que uno de los pilares del programa económico libertario fue la licuadora de los ahorros poniendo las tasas de los plazos fijos sistemáticamente por debajo de las tasas de inflación.

Más allá de la licuadora libertaria, el consumo popular se rige por los ingresos corrientes y no por decisiones intertemporales, tal como muestran una inmensidad de estudios econométricos sobre la función de consumo hechos a lo largo de décadas por variados grupos de economistas.

Mientras las ventas de supermercados y mayoristas se encuentran por el piso, crecen las de los centros comerciales y los electrodomésticos. Ese comportamiento dispar muestra que en la Argentina libertaria, una parte de la población tiene que reducir la compra de bienes básicos como alimentos, mientras que otra disfruta del consumo en shoppings y aprovecha el dólar barato y la apertura importadora para comprar electrodomésticos.