Aunque sin aceptarlo con absoluta sinceridad, comienza a comprender que la entrevista con Johny no tuvo el resultado esperado. El escandalo $LIBRA sigue golpeando por todos lados. Mauricio, el calabrés rencoroso, aprovecha para tomar venganza, y parece no conformarse con milanesas a caballo. Sabe que si abre el menú es posible satisfacerlo. Pero nada puede hacer con el profe de economía y gobernador de la provincia de Buenos Aires que lo denuncia y lo critica con precisión quirúrgica. Karina (la cajera, según Lilita) siente tiros cerca. El maguito Santiago pierde su compostura y se transforma en un matón… Bueno, matoncito.

¿Como salir de esta encerrona, que va transformándose en un sainete? ¿Aquél que él ve como su amigo del norte, podrá cobijarlo? ¿Le abrirá las puertas del FMI? Tanto maltrato está sufriendo, que no puede explicárselo. ¿Acaso las fuerzas del cielo se llenaron de nubarrones?

Todavía tiene atragantado lo que publicaron, desde ese mismo norte, en el New York Times, Jack Nicas y David Yaffe-Bellany en “¿Que tanto sabia Javier Milei de la criptoestafa que promovió?”. Una nota incisiva que desnuda con detalles la maniobra $LIBRA. Y nadie parece olvidar, pasado el tiempo desde el 14 de febrero, que Javier vía X ofreció un código para comprar una criptomoneda creada 23 minutos antes. Se disparó su valor para luego desplomarse dejando pérdidas de más de 250 millones de dólares. Los autores lo clasifican como un clásico “rug pull” (“tirón de alfombra”). Una celebridad promociona una nueva moneda digital, los precios se disparan y entonces las personas con información privilegiada que poseen la mayoría de las monedas tiran de la alfombra: venden sus participaciones obteniendo grandes ganancias a expensas de los inversores incautos que entraron más tarde. Los autores señalan que aunque se pretende hacer la vista gorda, comienza a visualizarse un esquema de corrupción en la mesa chica de la Rosada. Javier, que es Milei, califica a esta columna del New York Times como “chismes de peluquería”.

¿De qué peluquería hablara Milei? ¿Será la de Don Mateo, en donde Yuyito desplegaba su exuberante figura? Es probable. Su amor por los ’90 de Menem- Cavallo puede llevarlo hacia allí.

Hay otras peluquerías. Por ejemplo, la que refleja Silvina Ocampo en su cuento “El Asco”. Un párrafo debería hacer pensar a Milei: “Nosotras, empleadas de la peluquería, sabemos todo lo que sucedió en el barrio, las idas y venidas de la gente, cualquier cosa turbia que pasa. Somos como los confesores o los médicos, nada se nos escapa”. Milei debería leer a Ocampo y no subestimar a las peluqueras y sus clientes, cuando además es evidente que de peines sabe poco.

Pero, ¿puede mostrar igual ignorancia sobre el escándalo $LIBRA? Es evidente que no. Como pozo ciego a punto de desbordar, el contenido sube inexorablemente. Lo indiscutible es que el cripto escandalo pone blanco sobre negro una concepción de lo económico y lo social. Milei prioriza la timba financiera por sobre lo que llamamos la materialidad de la economía real. Es una batalla entre la producción y la especulación. Milei pretende engañarnos pateando la pelotita a la tribuna. ¿De qué forma? Vuelve a insistir pretendiendo contragolpear con su prédica contra el Estado. En su discurso ante la CPAC dijo: “En medicina se usa el término ‘iatrogenia’ para referirse al daño que sufre un paciente como consecuencia de la atención médica. Podría decirse que el régimen estatista consiste en la iatrogenia como política de Estado. O sea, es el médico que se enriquece a base del deterioro progresivo e intencional de sus pacientes”.

Por lo visto, el Presidente no tiene idea tampoco de medicina. La iatrogenia se define como un daño potencial o efectivo sobre la salud física o mental de un paciente y siempre tiene un carácter involuntario no intencional. Va de suyo entonces que la interpretación de Milei es engañosa, falaz, agresiva. Siguiendo con sus argumentaciones contra el Estado en el mismo discurso, expresa su admiración por Elon Musk, supuesto ejemplo del superhéroe empresarial que confrontó y confronta contra el Estado.

Pero tal como señala Carlos de la Vega en “Elon Musk, un emprendedor estatal”, Musk aprovecho y usufructuó todas las ventajas estatales que encontró a su paso. También hizo lobby para arrancar beneficios fiscales. Dice De la Vega: “Como suele ser habitual en el discurso libertario, en lo discursivo denostan la intervención estatal y el gasto de los fondos públicos, pero en privado son los primeros en apelar profusamente a ellos”.

De la Vega señala también: “Los periodistas Maggie Severns, Matt Stiles y Alex Leeds Matthews revelaron en una nota (29/04/22) en The Messenger, que para lograr que Tesla eligiera a Texas como sede de la nueva mega fábrica su gobierno le había ofreció 60 millones de dólares en beneficios, parte de los cuales salieron de los fondos escolares del distrito…” “Tesla ha recibido también otros aportes estatales que alcanzan los 1300 millones de dólares otorgados por el Estado de Nevada en 2013 para que Musk instalara su mega factoría de baterías. Como la cifra más que duplicaba el importe máximo que la legislación de Nevada podía otorgar como beneficio económico a empresas privadas, contabilizando subsidios directos, desgravaciones impositivas y otros instrumentos, Nevada debió modificar su normativa al respecto para satisfacer las exigencias de Musk”. En la misma sintonía, Chris Isidore en "¿Qué porcentaje de la riqueza de Musk proviene de dólares de impuestos y ayuda del Gobierno?" señala que Tesla en 2010 había vendido apenas 2000 coches en todo el año. Aun así recibió un préstamo de bajo interés por 405 millones de dólares, desarrollando a partir de allí su primer éxito el modelo Model S. Debemos sumarle un generoso crédito fiscal de 7500 millones de dólares para compradores de autos eléctricos que le permitió a Tesla, vender vehículos a un precio más alto, que el establecido por el mercado. Según la base de datos que registra el gasto federal de Estados Unidos (USAspending.gov) SpaceX ha firmado contratos por un valor de casi 20.000 millones de dólares.

Graciela, una profesora de letras, me ha enseñado que el grotesco es la fase superior del sainete que, pareciera, practican Milei y su equipo de gobierno. El sainete nos hace reír. El grotesco nos hace llorar. Rosalía, la estilista de la peluquería de Silvina Ocampo, dice: “Cuando teñimos, ondulamos, cortamos el cabello, la vida de la clienta se nos queda en las manos, como el polvillo de las alas de las mariposas”.