Leandra Vimary Becerra Copete es abogada especialista en criminología y ciencias penales. Tiene una basta experiencia académica en el abordaje y análisis de fenómenos sociales que puedan convertirse en situaciones dañosas para la sociedad, y en ese rol, propone estrategias de acción para resolverlas.
Hoy es parte del de la ONG Equality Now y la Red Latinoamericana y del Caribe para la democratización de la Justicia en casos de violencia sexual, junto a diferentes profesionales de distintos países de ambos territorios. Su aporte a la red fue brindar la visión de las mujeres negras, afro latinas y caribeñas, una mirada interseccional y desde el feminismo negro decolonial. Desde hace un año investiga la problemática de la Mutilación genital Femenina o ablación como se le conoce en Colombia.
Equality Now viene abordando esta problemática específicamente en países como Kenia, Mali, Burkina Faso, Estados Unidos y Canadá. El año pasado Leandra realizó un informe para denunciar y visibilizar la MGF en Colombia: "Estuvimos apoyando a legisladoras que presentaron un proyecto de ley para erradicar la MGF femenina, dándoles asistencia técnica en esta materia", cuenta. Leandra fue además, parte del último informe global sobre MGF titulado “Poner fin a la Mutilación Gential Femenina” donde tuvo un papel fundamental como la toma de testimonios de mujeres que sobrevivieron a esta forma de violencia sexual.
El informe señala: “Según las cifras oficiales de UNICEF (2024), la mutilación genital femenina (MGF) o ablación genital femenina, afecta al menos a 230 millones de mujeres y niñas en todo el mundo y está presente en al menos 94 países. Los esfuerzos para poner fin a la MGF siguen viéndose obstaculizados por la resistencia de los gobiernos a actuar, particularmente en países no ampliamente asociados con la MGF. Otros obstáculos incluyen la debilidad de las protecciones legales, la falta de datos, el bajo nivel de concienciación, la falta de financiación y la falta de acción decidida por parte de la comunidad internacional.”
“Uno de los testimonios que figura en el informe bajo el nombre de Ana, para proteger su identidad, con mucha valentía nos pudo contar que, por ejemplo, al darse cuenta que la MGF no es necesaria, pudo impedir que hoy sus nietas sean cortadas. Algunas de sus hijas fueron cortadas y ella no entendía muy bien qué era lo que sucedía, porque además, a diferencia de otros países del mundo, aquí en Colombia, se da en bebés recién nacidas”, explica Leandra.
¿Qué señala el informe sobre el estado de situación de la MGF en el mundo?
--Según el informe de Equality Now, que actualiza los datos de un informe previo del 2020, se demuestra que la mutilación genital femenina se practica en, al menos, 94 países del mundo. Solo 59 países de esos 94 disponen de medidas legales o disposiciones concretas para poder abordarla, estamos hablando de un 37%. Es complejo, hay avances, como por ejemplo, en Burkina Faso, que pasó del 75% al 56%, en Liberia bajó del 44% al 32% y en Kenia del 21% al 15%. En América Latina, si bien hay datos históricos que sostienen que la MGF se realizó en Brasil y Perú en algún momento, en la actualidad, solo Colombia reconoce esto públicamente.
¿A qué se debe esta práctica nociva?
--Creo que hay que partir diciendo que la mutilación genital femenina es una violencia basada en género. Es una expresión, además, de violencia sexual. Y decir esto es muy importante para poder desmarcarlo de que se trata únicamente de una práctica cultural, aunque usualmente está asociado a pueblos étnicos, pero también a grupos religiosos. Por ejemplo, en Estados Unidos, la práctica es muy generalizada en algunos grupos religiosos como los mormones, también se intenta decir que la MGF es un problema del extranjero cuando no es así. Además de ser una práctica de violencia basada en género y una expresión de la violencia sexual, está usualmente ligado a creencias como la feminidad y control de la sexualidad de las mujeres, porque está muy relacionado a una idea patriarcal del honor, la responsabilidad, la prevención, la promiscuidad y también de la limpieza o la pulcritud de las mujeres.
¿Hay diferentes tipos de mutilación genital femenina?
--Sí. Puede ser parcial o total y hay una alteración por motivos no médicos del clítoris de la mujer. Esto está ligado a que, por ejemplo, en algunas comunidades es parte de rituales de paz o para poder entregar a la mujer o la niña en matrimonio, o para “evitar la promiscuidad”.
¿Que consecuencias trae en las mujeres la MGF?
--Hay una afectación en la vida relacional de las mujeres. La OMS, ha dicho, que la afectación no solamente es física, sino también, de la salud mental y emocional. Además hay posibilidad de infecciones, hemorragias, traumas psicológicos y en muchos de los casos puede llegar a la muerte por las condiciones de insalubridad en las que se realiza la práctica y debido a que las personas que lo realizan no tienen conocimientos para poder curarla. En algunos países del mundo esta forma de violencia sexual es medicalizada, es decir, se realiza en centros médicos por solicitud de los padres o cuidadores. Pero en muchos otros lugares se realiza en condiciones insalubres, en un ámbito comunitario, social y secreto.
A largo plazo genera complicaciones durante el parto, infecciones crónicas en la zona genital, dolor o problemas menstruales y también durante las relaciones sexuales. Dentro de esta idea también está el control de la sexualidad, por ejemplo, con algunas comunidades y lideresas que hemos hablado aquí en Colombia nos decían que estaba muy asociado a la creencia de que si no se corta el clítoris, éste crece o puede crecer hasta el tamaño de un pene, entonces no vas a ser apetecida y puedes traer deshonra a tu familia porque nadie se va a querer casar contigo.
¿Pudiste conocer por qué se originó esa creencia o tiene que ver con una cuestión meramente patriarcal?
--Es muy interesante esa pregunta porque aquí en Colombia hay un debate dentro de los académicos que han intentado rastrear el origen de la práctica. Se encontró que, por ejemplo, puede ser una práctica que viene desde África y que se acentúa en Colombia a partir del proceso de esclavización. Esa es una de las teorías. Pero, por ejemplo, la práctica no está tan expandida en comunidades negras afrocolombianas, aún falta investigación. Porque, además, la dificultad es que al ser una práctica secreta no hay mucha apertura al diálogo sobre cómo se concibe, ni hay un consenso sobre el origen de esta práctica.
¿A qué edad se suele realizar esta forma de violencia sexual y quiénes la realizan?
--En Colombia, que es el caso concreto al que me dedico, la MGF se practica entre niñas de cero a cinco años, con una mayor prevalencia en los primeros meses de nacimiento. En otros países del mundo, al considerarse un ritual de paz, o para hablar de la capacidad de estas mujeres o niñas, concretamente, de poder unirse en pareja con hombres, se realiza en unas edades un poco más avanzadas, como a los 10 u 11 años. En la India también se realiza a una edad donde hay una mayor conciencia sobre el cuerpo y sobre el dolor de las niñas y de las mujeres. El documental “En el nombre de tu hija”, muestra la historia de los procesos colectivos y esfuerzos de diferentes sectores para erradicar esta práctica, realizar prevención, pero también para atender a las niñas que están en riesgo.
La forma de realizarlo, las justificaciones, símbolos comunitarios y sociales alrededor de la práctica varía en cada país. En algunos lugares es conocido y las niñas saben que van a ser sometidas a esto, en otros países como en Colombia, es una práctica que aún se considera secreta, es decir, no es de conocimiento de toda la comunidad en el momento en que una niña va a ser cortada. Usualmente es una práctica realizada por las mujeres adultas de las comunidades, en el caso de Colombia, por ejemplo, las parteras.
¿Existen comunidades en Colombia que promuevan procesos de resistencia contra esta forma de violencia?
--Las mujeres emberá, un pueblo indígena de Colombia que se encuentra en casi todo el territorio nacional y el segundo pueblo indígena más grande del país, cuentan que dos de cada tres niñas han sido víctimas de la mutilación genital femenina y vienen realizando un proceso muy interesante de educación y de diálogo intergeneracional para evitar que la práctica se siga expandiendo con un reto aún mayor: se enfrentan al sistema patriarcal que todas nosotras nos enfrentamos, pero también a un sistema racista y a una sociedad que las estigmatiza cuando visibilizan la práctica.
El Estado no ha tomado acción sobre el tema de la MGF. Por eso, desde el 2007 cuando se hicieron visibles los casos de MGF el llamado de organizaciones como Equality Now es a que tomen acción. En Colombia después que dos niñas murieron a causa de ello, se han realizado diferentes iniciativas. En algunas ha estado presente el Gobierno Nacional y sus instituciones, en otras no. Pero la conclusión es que son iniciativas valiosas que requieren de mayor inversión social que deben sostenerse en el tiempo para que puedan ser eficaces. Se necesita una política pública integral que logre atender también las condiciones sociales propias donde se realiza la práctica, que usualmente son comunidades alejadas de los centros urbanos, donde hay grandes situaciones de empobrecimiento y analfabetismo.
Las mismas lideresas indígenas nos han dicho que creen y están convencidas, que la solución es también a través de la educación de nuestro propio cuerpo. Todas las mujeres, en general, seguimos con esa deuda hacia nosotras mismas, cómo conocernos más, cómo ganar cada vez más autonomía, y en ese marco, desde sus propias formas, saberes y cosmovisiones, poder erradicar la práctica en sus comunidades. Es decir, no es una fórmula mágica que pueda venir de afuera, sino que tiene que ser con ellas y desde ellas para poder avanzar en la erradicación de la mutilación genital femenina.
¿Cuál es la situación legislativa en Colombia sobre la MGF?
--En Colombia ahorita hay un proceso legislativo que viene intentando volver la idea de una política pública que atienda, prevenga y erradique la MGF. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naaciones Unidas para el 2030, la meta es que se pueda erradicar la MGF. Por las cifras conocidas en Colombia, en el año 2024 se registraron 54 casos. Eso implica que hay mucha posibilidad que si se avanza con rapidez y eficacia, para el 2030 esa cifra pueda llegar a cero. Y si el Estado, sus instituciones, pero también la sociedad civil en su conjunto se comprometen, puede ser una realidad.
Desde Equality Now consideramos que la MGF no es una cuestión extranjera, ni indígena, ni afro, ni de ciertas religiones, sino que es un problema global, un tema de salud pública, una violencia basada en género y una violación de los derechos humanos de niñas y mujeres, y que como tal, debe ser una discusión que esté en el centro de toda la sociedad. No es posible que siga ocurriendo esto ante la mirada impávida de la sociedad, considerando que solo algunas deberían hablar del tema o que solo les compete a quienes la practican, más bien es todo lo contrario, hace parte de una expresión del propio sistema patriarcal en que todas vivimos y que debería ser parte de la agenda conjunta de los Estados pero también de los feminismos.