7 - MEMORIAS DE UN CARACOL

(Memoir of a Snail/Australia, 2024)

Dirección y guion: Adam Elliot

Duración: 94 minutos

Con las voces originales de Sarah Snook, Kodi Smit-McPhee y Eric Bana

Estreno en salas

El presente tedioso y solitario de Grace Purcell es apenas un eslabón más de larga cadena de sinsabores y desgracias que ha sido su existencia. Apenas nació junto a su hermano mellizo Gilbert, perdió a su madre y quedó a cargo de su padre, un animador y artista callejero francés cuya carrera había quedado trunca a raíz de un accidente que lo dejó parapléjico y sumido en la tristeza casi total. Además, claro, de la pobreza galopante al no poder trabajar. Los chicos atravesaron la infancia entre cuidados a ese hombre minusválido y el padecimiento de bullying en el colegio, una etapa que coronaron con la orfandad.

Si hasta entonces lo único que tenía cada uno era al otro, a partir de que los servicios sociales los dejaron al cuidado de dos familias distintas, separadas por miles de kilómetros, deben arreglárselas solitos. A Grace siempre le habían gustado los caracoles, pero ahora serán mucho más que un hobbie: a ellos les contará sus secretos más íntimos, con ellos compartirá cada segundo de su tiempo, ellos serán testigos de cómo esta chica deviene en adulta sin que eso cambie su (mala) suerte.

Nominado al Oscar a Mejor Film Animado, donde cayó ante Flow, Memorias de un caracol es el segundo largometraje del australiano Adam Elliot luego de Mary and Max (2009), que en su momento integró la Competencia Internacional del Bafici. Si aquella narraba la improbable amistad epistolar –un recurso que aquí vuelve a repetirse con las cartas enviadas entre Grace y Gilbert– entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York y una nena de 8 años de los suburbios de Melbourne, aquí Elliot no hace más que actualizar el carácter peculiar de aquellos personajes. Lo hace a lo largo y ancho de un relato presentado a modo de recapitulación en primera persona, voz en off mediante, de los hechos vividos por Grace (voz de Sarah Snook, de la serie Succession) a su caracola favorita, Sylvia.

El disparador no podía ser otro que una muerte cercana, en este caso, la de su amiga Pinky, una mujer mayor tan solitaria como ella a la que conoció cuando trabajaba como asistente de una biblioteca. Dos personajes descastados y marginados, carentes de cualquier atisbo de dicha y apresados por la más absoluta de las soledades, que aquí son utilizados por Elliot como vehículo para celebrar la excentricidad de estos habitantes de los bordes sociales. Una maniobra que recuerda a las mejores épocas de Tim Burton, con El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia a la cabeza, pues la marginalidad frágil de sus criaturas invisibles para la mayoría convive con un delicado trabajo artesanal de animación stop motion, con modelos y objetos físicos y sin ni una imagen generada digitalmente.

Los flejes más caricaturescos de una estética donde predominan colores como el gris, el negro y el blanco se entrelazan muy bien con el tono más bien amargo y melancólico –ni siquiera en los carteles de un parque de diversiones hay sonrisas– del recorrido biográfico de Grace. Todo matizado por un humor negro, negrísimo. Ver sino la muy particular familia adoptiva de Gilbert, donde lo sectario se mezcla con un proverbial dogmatismo religioso. O los nuevos “papás” de Grace, un matrimonio que reaviva el fuego yendo a boliches swinger y playas nudistas. O también el indigente alcohólico que supo ser juez y fue expulsado del poder judicial por su propulsión a masturbarse en el estrado.