Son dos, se van, luego vuelven. La sinopsis es simple, lo complejo está en otro lugar; en verdad, de simple no hay nada, es una cita de una obra de Samuel Beckett. Dice así: “Luego de repente los dos se van. Luego de repente vuelven. Inalterados. Digamos que ahora inalterados. Por ahora inalterados”. Allí se adentra la nueva obra de Romina Mazzadi Arro: Las escenas secundarias, con las actuaciones de Vanina Frustagli y Martín Dieguez. El estreno es hoy a las 21 en Espacio Bravo (Catamarca 3624), con funciones previstas para el 28 de marzo y todos los viernes de abril.

“Vanina Frustagli y Martín Dieguez son dos jóvenes divinos, están haciendo sus primeras armas, son dos actores preciosos. Ya desde el taller los miraba y me decía: ‘estos pibes son bárbaros, dúctiles, abiertos y con hambre de actuar’. Estuvieron en mi taller muchos años, y tuve muchas ganas de hacer algo con ellos. Como teníamos dificultades horarias, nos propusimos hacer un intensivo de verano. Y así fue. Arrancamos en octubre y tuvimos un ritmo frenético de ensayos, de tres o cuatro por semana. Diciembre, calor, 40°, pero fue muy estimulante. Dejábamos la escenografía armada para volver al día siguiente y seguir. Fue hermoso, y ellos, con esa juventud y esa disponibilidad, se prendieron también. Mientras, iba escribiendo sobre el devenir de los ensayos. Estoy muy contenta”, comenta Mazzadi Arro a Rosario/12.

-¿Y de dónde viene la idea de la obra?

-En 2001 estrenamos con Elizabet Cunsolo, que es mi socia, una obra que se llamaba Bravo. ¡Era diciembre del 2001! Y por supuesto que no tuvo mucha circulación. Había una escena de aquella obra, con música de Janis Joplin, que la traje entera, porque la quería hacer de vuelta. La idea era hacer algo sobre el amor. Yo les mentí un poquito al principio, pero en realidad es lo que siempre quise, porque viste que con la gente más joven el tema del amor es más raro, pero siempre fue la idea hablar del amor, y de una manera toda rota. Entonces, traje esa escena y así fue que arrancamos, con la idea de hacer momentos. Aquella obra, Bravo, tenía 25 momentos, 25 microescenas. Pero esta obra no, se ve que yo ya he crecido y me he vuelto más aristotélica (risas). En definitiva, son distintas escenas posibles de una pareja, con una recurrencia a la circularidad, a volver al principio sobre el final, una forma de la que no me puedo escapar porque es algo que me persigue. Usé un texto de Beckett en la bajada de la obra, porque es un autor de referencia para mí, así como Janis Joplin, además de otra música de la época que también se escucha.

-¿Cómo trabajaste la dramaturgia?, ¿junto a los actores?

-Yo traigo el texto de entrada, pero no es un texto tirano, con el cual tener que representar una obra, sino que el texto me sirve para poder trabajar. Siempre arranco así, pero ya te digo, no para poder montar ese texto, sino para llegar a algún lado; y con un grupo de actores que me entusiasme. A mí, lo que más me interesa es el teatro de actor, donde se pueda elaborar la actuación, donde vos veas actuación. No uso grandes dispositivos ni escenografías, ni siquiera cuando tengo la posibilidad; al espacio lo armo yo y siempre es muy chiquito, es un teatro de formato pequeño. Y salimos, de esta manera, a encontrar la obra.

-El texto sería un disparador, a partir del cual vas modelando lo que surge.

-Exacto; yo en realidad tengo claras las intenciones y lo que tiene que ir pasando, pero a veces el texto me sale medio poético, aunque no quiera. De todas maneras, esta obra tiene una particularidad, y es que hay un diálogo entre los actores y el público. Los actores le van contando al público lo que vamos a ver. De hecho, la obra empieza diciendo: "Estos son fragmentos de lo que pudieron ser sus vidas". Hay un poco de ruptura de la cuarta pared, y en un momento se mezcla todo, como yo creo que finalmente pasa, cuando ficción y realidad se terminan mezclando.

-En cuanto a los actores, ¿cuánto saben de sus personajes?, ¿los fueron descubriendo durante el mismo proceso?

-El actor va encontrando su personaje, no lo tiene de antemano; por lo menos en mis obras, donde ni siquiera tienen una caracterización previa desde el texto. Eso no lo hago jamás. Después, trato de agrotescar algunas cosas que a mí me dan risa, que no son necesariamente graciosas, porque no es una comedia, pero es risible. Y así van encontrando los personajes, sobre todo en las características que te dan el rol y las circunstancias, es decir, esos lugares comunes por los que todos los que hemos vivido cualquier historia amorosa vamos pasando. Me parece que en el amor tenemos todos algunas recurrencias; yo encuentro mucho parecido entre la relación de pareja y el vínculo familiar. Para mí, en esa tradición grotesca que tenemos, podemos reconocer tanto a una madre como a un padre o a una novia. Hay algo del amor que nos pone en un lugar parecido, y que nos democratiza un poquito a todos.