La economía se encuentra en recesión debido, principalmente, a la menor demanda de consumo de la población por la caída del poder adquisitivo. La devaluación, la eliminación de cuotas y derechos de exportación de alimentos, el fuerte aumento de las tarifas de los servicios públicos y la eliminación de subsidios, provocaron una intensa aceleración inflacionaria, que superó a los aumentos de salarios y jubilaciones.

Durante septiembre, las ventas en shoppings cayeron 15 por ciento, en supermercados 9, mientras que las ventas minoristas se redujeron 8,5 en noviembre. La caída de la demanda se agrava en el caso de la indumentaria pues no se trata de un bien de primera necesidad, como sí alimentos y medicamentos, menos ligados a la evolución de la actividad económica. Esto se combina con una fuerte suba de la oferta importada, lo que pone en jaque a la industria nacional: en los primeros diez meses de 2016, las importaciones de ropa subieron 37 por ciento. 

La caída del consumo interno y la mayor presión importadora explicaron que la fabricación nacional de ropa registre un retroceso de 21 por ciento durante el segundo trimestre, según el Indec, situación que se acentuó en el tercer trimestre.

A diferencia de la creencia popular, la entrada de ropa extranjera no sirve para bajar los precios, pues se suma el importador, un jugador clave a la hora de determinar los precios, cuyo negocio es comprar barato y vender caro. En efecto, el importador cotiza el producto asiático por debajo del costo de fabricación nacional para quedarse con el mercado, pero lo suficientemente cerca, de forma de maximizar su beneficio. En este punto, cabe aclarar que el costo de fabricación del producto sólo representa una pequeña fracción (20 por ciento) del precio total de la ropa abonado por el consumidor en un shopping, según demostró un reciente informe de la Cámara Industrial Argentina de Indumentaria. El 80 el del precio de la ropa no está relacionado al costo del producto (sea de fabricación nacional o importado). La apertura importadora sólo disminuiría en menor medida ese 20 por ciento pero sin afectar al resto de la cadena de formación del precio.

Otro 55 por ciento del precio responde a los impuestos, al alquiler pagado al shopping y a los costos financieros, bancarios y de las tarjetas. El restante 25 por ciento es explicado por los costos de comercialización, por el diseño de la prenda y el marketing, así como por la rentabilidad de la marca de indumentaria.

Actualmente existe la posibilidad de que Argentina firme tratados de libre comercio con la Unión Europea, con India y con otras regiones. La apertura del mercado que realizó Chile es un ejemplo de un camino que no se debe seguir. Entre 2003 y 2014, la firma de diversos acuerdos comerciales invadió al país trasandino de ropa asiática y llevó a que la producción chilena de indumentaria caiga 86 por ciento, hasta la quiebra completa del sector.

Argentina se encuentra de nuevo ante una vieja encrucijada. El camino de la importación de ropa significará la quiebra de esta cadena de valor o su reconversión importadora, como ya ocurrió durante la década del noventa. Muchos puestos de trabajo se perderán y otros se refugiarán en la informalidad. La cadena de valor textil–indumentaria ocupa a más de 500.000 trabajadores en todos sus eslabones. Argentina no puede perder su producción nacional de ropa pues su impacto en el empleo y en la pobreza sería desastroso.

Es necesario transitar otro camino: se trata del sendero de la administración inteligente del comercio exterior y de la recuperación del mercado interno. Para bajar los precios de la ropa resulta fundamental aplicar medidas de defensa de la competencia en los sectores monopolizados de las tarjetas de crédito (sólo una empresa controla el 63 por ciento del mercado) y los shoppings (una sola empresa es dueña de todos los shoppings de la Capital). Al mismo tiempo, el Estado podría hacer una reforma impositiva que permita desgravar a los sectores productivos y reemplazar dichos tributos por gravámenes a los sectores rentísticos. El camino del desarrollo económico es largo y lleno de obstáculos aunque es el único si se quiere elevar la calidad de vida de la población forma sustentable

* Economista (UBA).