Hay recuerdos de la infancia que son eternos. La sensación de andar en bicicleta por primera vez sin rueditas, el club al que se iba a pasar los fines de semana, esa maestra que nos enseñaba a puro amor, el aroma de algún plato casero, o incluso ciertas rutinas que se recuerdan con especial cariño. La de la periodista y escritora Sol Levinton está relacionada con uno muy particular, que involucra a su infancia y a un lugar gastronómico que ya no existe más: Pumper Nic, la cadena de hamburguesas a la que su abuela la llevaba religiosamente todas las semanas cuando la retiraba del colegio. Una imagen, plagada de sabores y olores, de la que nunca pudo escapar y que casi sin darse cuenta convirtió en libro: Un sueño made in Argentina. Auge y caída de Pumper Nic (Ed. Libros del asteroide) es un minucioso relato personal, social y hasta político del primer fast food del país.

La historia de Pumper Nic es mucho más que el recorrido por los 25 años de la empresa que se propuso vender hamburguesas en línea de montaje en el país del bife de chorizo a la parrilla. Es la historia de una empresa, pero también de una familia ligada de generación en generación al negocio ganadero, en la que se cuela la inmigración judía, los setenta, el despertar democrático, la cultura pop, los noventa y hasta el arte argentino. Aquella copia low cost de los fast food estadounidense, que signó buena parte de la sociedad argentina del último cuarto del siglo pasado, es contada con las dosis justas de apego emocional e investigación periodística por el libro que ganó el III Premio No Ficción Libros del Asteroide.

“Fue un libro no buscado inicialmente, producto de mis recuerdos de infancia y el interés por conocer cada vez más de aquel lugar en el que alguna vez había sido muy feliz”, le cuenta Levinton a Página/12. “Y en ese hurgar en el detrás de la Mobur y las Frenys me encontré con hechos, situaciones y momentos que me llevaron a obsesionarme, hacer más de 200 entrevistas y entender que algo tenía que hacer con todo ese material. Me di cuenta que Pumper Nic era un guiño al pasado para una generación”.

-¿Qué fue lo que más te sorprendió al investigar sobre Pumper Nic?

-El extraño arco entre el Holocausto y el primer fast food. La historia de Luis Lowenstein, un alemán que a los 20 años se tuvo que escapar del nazismo, cuando una noche el comisario de su pueblo natal le tocó la puerta de su casa y le avisó que se debía que ir porque al otro día tenía que venir a buscarlo por órdenes de arriba. Y que, como tantos otros, llegó a la Argentina sin nada. Y que se va armando de cero, ganándose la vida como carnicero, cortando y vendiendo vacas, poniéndose una carnicería, después un frigorífico, luego empezó a exportar hasta llegar a tener una cadena de hoteles en Miami. Y que luego sus tres hijos siguieran en el negocio de la carne de alguna manera, con la creación de Paty por su hijo mayor y de Pumper Nic por su otro hijo, Alfredo.

-El libro cuenta la historia de esa familia y de la creación de Pumper Nic, como una copia de las fast food estadounidense. Sin embargo, no se quedá ahí: el contexto histórico cumple un rol relevante. ¿Por qué decidiste tomar ese camino?

-En primer lugar, porque se trataba de una empresa argentina y había sido el primero en su tipo. ¿Cómo habrá sido instalar ese negocio, que trajo todo un cambio en la cultura gastronómica, en la forma de trabajar, completamente distinto desde lo edilicio hasta el sistema de producción y atención al público? Y cuando me enteré que el primer Pumper Nic se había inaugurado en 1974, me sorprendió, porque todos tenemos asociado ese año a la muerte de Perón y al clima de violencia que se vivía, con la AAA, las organizaciones armadas y luego la dictadura. Me inquietó que la inauguración de ese lugar que yo recordaba tan luminoso se diera al mismo tiempo con un clima social espeso en Argentina. ¿Cómo habrá sido ese choque? ¿Cómo ese lugar pudo abrir sus puertas en un contexto tan difícil y tan violento? Un lugar que sí o sí está relacionado con la juventud, con lo efímero pero que sentían como propio. Una juventud en ese momento quería diferenciarse de sus padres. Bueno… lo estaban haciendo de una manera clara comiendo hamburguesas mientras en las calles pasaban cosas fuertes.

-¿Te interesó ese contraste entre la burbuja que proponía Pumper Nic y lo que sucedía en la Argentina de entonces, tanto en términos políticos como económicos y sociales?

-Era difícil contar la historia de Pumper sin hablar de Argentina. Nosotros naturalizamos un montón de cosas porque estamos acostumbrados a que nuestro país funcione con cierta lógica demencial. Pero no es normal. Por ejemplo, en el ‘89, con la hiperinflación, mientras las 50 sucursales de en Pumper la levantaban con pala, Mc Donald’s estuvo a punto de irse del país porque les parecía imposible sostener un negocio con más del 3 mil por ciento de inflación. ¿Cómo fue un éxito en esa sociedad rota de los setenta? Con la investigación me di cuenta que Pumper era una especie de burbuja. En las entrevistas me costó mucho que el contexto social y político apareciera. Pensé que era obvio que los ex empleados y clientes que recordarían aquella época me iban a hablar sobre la violencia y la dictadura. Pero tuve que indagar mucho en las entrevistas para que hablaran de eso, porque no lo tenían tan presente o no les parecía tan relevante o no lo recordaban bien… Eso que se suele decir de que muchos argentinos vivían en una burbuja… bueno, ¡una de las burbujas era Pumper! Me quedó muy claro que efectivamente hubo una parte de la sociedad argentina que estuvo en otra en aquellos años.

 

 

-¿Por qué creés que Pumper Nic tiene esa impronta tan nostálgica? En el libro señalás que el recuerdo de clientes y ex empleados es muy afectivo.

-Por la primera vez de las cosas. Así como para mí Pumper fue el primero y por muchos años fue el único, también fue un lugar único para una generación: Pumper Nic fue el primer lugar donde los chicos y los jóvenes de aquellos años lo sintieron como propio, con sentido de pertenencia. En Pumper sucedían un montón de cosas que en otros lugares no. Los chicos no se rateaban y se iban a la pizzería, sino que se escondían en Pumper. Los adolescentes no salían del cine y se iban a comer todos a un restaurante. Iban a Pumper. A los nenes de aquel entonces no les parecía divertido comer un bife de chorizo. Me parece que en Pumper funcionó algo muy del primer marketing. Estuvo muy bien pensado. Más allá de que fue una idea robada de los fast food estadounidenses. Alfredo Lowenstein tuvo mucha visión. De hecho, llegó 12 años antes que a Mc Donald's se le ocurriera venir. En Pumper los jóvenes y los chicos descubrieron que ir a comer podía ser algo divertido.

-¿Aún cuando la calidad de sus hamburguesas no era la mejor?

-Pumper marcó la primera vez de muchas cosas a muchos. Los mensajes que me llegan a partir del libro son todos del tipo “Ahí conocí a la que hoy es mi mujer, era el lugar de encuentro con amigos….” Pese a la cocina seriada que proponen los fast food, los recuerdos son muy afectuosos. Todos los recuerdos parecen ser el mismo recuerdo. Así como las hamburguesas son siempre las mismas, los recuerdos son todos del mismo tenor. La nostalgia no tiene odiadores. Y al tratarse de una empresa que funcionó en un mundo analógico, no sobran las fotos de papel: solo permanecen los recuerdos. Muchos de los cuales, tal vez, son inventados por nosotros mismos. O, al menos, están edulcorados. Hay algo del no poder volver a esa época, del que las cosas ocurrían por única vez, que resulta difícil no idealizar. Recordar Pumper es volver un ratito a nuestra infancia.

-Pumper fue una copia de las grandes cadenas del fast food norteamericano de las grandes cadenas. Sin embargo, tiene una historia con algunos hitos que llaman la atención. ¿Fue la primera franquicia?

-Fue la primera franquicia que se hizo en Argentina, cuando no había ni ley de franquicias. La primera ley de franquicias fue en 2015 y se hizo muy a nuestro uso también. La primera franquicia argentina sin ley fue Pumper en 1976. O sea, ahí había una cabeza empresarial importante. Lowenstein copió todo el negocio, porque el corazón del negocio eran las franquicias. Había que copiar el sistema completo estadounidense. El tema es que creció sin planificación y aceleradamente, dándole locales a amigos. El chiste entre ellos era “¿querés hacer plata rápida? Ponete un Pumper”. Eso al principio funcionó muy bien, porque no tenía competencia.

-Era la novedad.

-Era muy novedoso y generacional. La comida, la estética y toda esta cosa de la cultura alimentaria, de convertir la cocina en una cinta de montaje, del trabajo sistematizado para vender hamburguesas iguales… Por eso Pumper era un lugar que los padres desdeñaban y para los pibes era como un lugar que lo sentían propio. Fue un gran negocio para quienes la franquiciaron, pero también para los empleados, que trabajaban muchas horas pero ganaban muy bien y tendían parte de su sueldo atado a las ventas.

-Fue tan fuerte el impacto cultural de Pumper que hasta Soda Stereo presentó su primer disco en un local.

-Soda Stereo presentó su primer disco en el primer Pumper Nic, el de la calle Suipacha. Fue en mayo de 1984. La banda, que había irrumpido en la escena musical como lo nuevo, con la recuperación democrática, con toda la estética pop, quería presentar el disco en un lugar que rompiera con lo habitual y que representara su cultura estética y musical. Tenía que ser un lugar moderno, novedoso, llamativo y que estuviera relacionado a la juventud. Y ese lugar, que además tenía una ubicación céntrica, fue el elegido. Querían hacerlo en el mismo lugar de Suipacha, cerrarlo para la presentación, pero le dijeron que no. No querían cerrarlo para una banda que casi nadie conocía. Pero le ofrecieron el sótano, donde antes se hacían las hamburguesas y lo acondicionaron para el evento, con una rockola, luces y hasta flippers que no pudieron usar porque no tenían la habilitación municipal para juegos. Quisieron hacer unos pines con las chapitas de gaseosa, pero no les dio el presupuesto. Y así fue que el 1° de octubre de 1984, entre bandejas de hamburguesas y papas fritas, Soda Stereo presentó su primer disco en el Pumper de Suipacha.

-¿Por qué cayó en el 2000?

-Fue por distintas razones, creo yo. Pero la llegada al país de McDonald's en 1986 fue el principio del fin. Empezó a tener competencia y nada menos que del fast food original. McDonald's hace como un crecimiento muy lento porque tiene normas muy estrictas, tardó en expandirse. Pumper responde abriendo indiscriminadamente locales y sin ningún tipo de control, al punto que había locales que vendían empanadas y hasta yogurt. Un descontrol que desvirtuó a la marca. La gente ahora podía comparar la calidad de servicio y hamburguesas de Pumper y McDonald's y la diferencia era grande. Se mantuvo porque McDonald´s no podía absorber toda la demanda. Y lo generacional también influyó: los pibes que iban a Pumper Nic ya tenían hijos que preferían ir a McDonald's. Sumado a que Alfredo ya estaba desarrollando otros negocios, como el Paseo de la Infanta, el Paseo Acorta, el negocio de comida japonesa Sensu y hasta la familia terminó por traer Wendy´s a la Argentina. Fue una decadencia paulatina hasta su cierre. 

 

 

El cierre de Télam

Antes de que Pumper Nic le tomara su vida, Solange Levinton trabajó casi dos décadas en la agencia de noticias Télam, en distintas secciones. En 2024, con las policía en la puerta y la redacción cerrada, ella fue una de las tantas y tantos que se acogieron a los forzados retiros voluntarios. “A nivel personal fue tristísimo, porque trabajé 20 años en la agencia. Todo lo que aprendí de mi oficio, del periodismo, fue en Telam, gracias a mis compañeros, mis jefes”, afirma la periodista. “Más allá de las búsquedas de cada uno, las agencias de noticias son como la base de todo. A mí me enseñó a ser rápida, me enseñó a ser precisa, me enseñó a ser rigurosa con la información… Puedo entender que se quisiera revisar lo que funcionara mal y mejorarlo, pero afirmar que éramos todos ñoquis para justificar su cierre fue horrible. Télam estaba lleno de periodistas y de fotógrafos valiosísimos, que hacían muy bien su laburo y que llenaba los diarios de buen periodismo”, subraya, no sin ponérsele vidriosos sus ojos. 

“Hoy -analiza- se ve la falta de Telam en un montón de cosas, en coberturas, pero también hasta en la misma calidad la diversidad periodística de los diarios y portales. Hay una mirada porteñocéntrica total en Argentina, porque los medios cuentan cada vez con menos recursos, entonces tienen menos fotógrafos, menos móviles y menos enviados para cubrir. Télam era la única agencia federal. Entonces, ahora hay un montón de cosas que pasan para bien o para mal que solo depende de la mirada del gobierno, que se podrían estar cubriendo y que no se ven porque o no hay recursos o no hay nadie que le interese mostrarlo.”