“Llegó el momento de la policía”, anunció Jorge Macri unos días antes de la feroz represión policial del 12/3/25, en Plaza de Mayo, que reafirmó el regreso de la crueldad del poder a la Argentina.

El primer fascismo fue exaltado por Leopoldo Lugones: “Ha sonado la hora de la espada”. Así llamaba al levantamiento armado que, finalmente, derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930. El poeta devenido fascista fue ideólogo, redactor de discursos y sostén intelectual del primer golpe anticonstitucional “exitoso” de nuestro país. Consideraba que la democracia impedía que gobierne el mejor, porque la legalidad es la que impone el predestinado (léase el elegido por el poder real). Los militares eran la nueva aristocracia. La hora de la espada sonaba para bien del mundo, pues implantaría la jerarquía indispensable que la democracia siempre malogró. Lugones aseveraba que la democracia, inexorablemente, desemboca en demagogia, socialismo y caos. 

He ahí un antecedente de Milei y su acusación de zurdos a quien piensan diferente. Abusa del poder otorgado por una mayoría que ya comenzó a arrepentirse, abusa de la mentira, abusa de la paciencia del pueblo. Y, así como las potencias colonizan a los países menos poderosos, este hombre alterado intenta colonizar nuestra capacidad crítica. Disparó varios bumerangs con tanta torpeza que se le están viniendo encima a la velocidad de una granada, como la que -llena de gases lacrimógenos- disparó un esbirro de Bullrich contra la cabeza del joven periodista Pablo Grillo

El presidente autoritario festeja esa represión asesina, pero está aterrorizado porque desciende en la aceptación popular. El arco imaginario que une la hora de la espada, de Lugones, con el tiempo de policía, de Jorge Macri es totalitarismo, crueldad, libre mercado y desaparición de derechos sociales. No los une el amor sino el fascismo. Milei dice que si fuera fascistas no permitiría las manifestaciones. Pero el fascismo fue cambiando de piel a través del tiempo. Desde el comienzo de este país como Estado, los conservadores ejercieron poderes arbitrarios sin tapujos o pretendiendo tapar el sol con la mano. El meme cripto libra se presentaba, con falsedad, como benefactor de pymes, mientras el primer mandatario ponía su nombre y su chapa al servicio de una estafa piramidal. ¿Y la valijera del avión negro?, ¿y el policía plantando un arma en la Plaza? Mejor no hablar de ciertas cosas.

En 1930 los militares fueron ungidos como los más aptos: gobiernan sin regirse por la Constitución. El fascismo de aquel entonces era militarista, en cambio, el neofascismo actual entroniza a la policía, esa que emborracha de placer a la ministra violenta. El totalitarismo regresa al poder para quitarle derechos a mujeres, niñeces, enfermas y enfermos graves, sexualidades diferentes, vejeces. Deja sin trabajo a miles de personas y vomita miseria y agresiones brutales por doquier. Solo se salvan los ricos. Disimulan su intolerancia “tolerando” una marcha anti fascista. Pero luego abandonan patrulleros con las puertas abiertas para acusar a manifestantes de usurparlo. Policía de civil incendia contenedores, lo muestran los videos, pero el gobierno acusa a “los zurdos”. Los gendarmes disparan a matar y luego sale la ministra a defender lo indefendible: acusa a una viejita de patotera. Beatriz tiene más de 80 años y estaba sola frente a un pelotón armado hasta los dientes. Todos vimos al policía pegándole un garrotazo, se escucha el crac de la canosa cabeza al caer inconsciente mientras el agresor se esconde entre los escudos de otros policías.

Flaco favor le está haciendo la ministra a Milei que, desde la cripto estafa, comenzó a caer en picada y, desde la represión salvaje, las defensas insostenibles de la agresiva funcionaria colocan piedras en los bolsillos de la transpirada campera presidencial acelerando su caída. El gatopardismo oficial es neofascismo llevado a cabo por personas mediocres y crueles que ni siquiera poseen las capacidades intelectuales de Lugones (que viró a la derecha, pero era un intelectual de fuste). Están cavando su propia fosa. Arrojaron vejeces a la indigencia, ¿el pretexto?: no hay plata. Pero gastan fortunas en armas sofisticadas para usar justamente contra les más débiles, por ejercer un derecho democrático: la protesta. Si hubiese asesores inteligentes, en lugar de obsecuentes y oportunistas, le hubieran dicho a un presidente -con rasgos patológicos- que en lugar de gastar millones en tomar más personal represor y comprar armas sofisticadas para atacar a su propio pueblo,actualizara las jubilaciones. Hubiera ahorrado dinero para seguir viajando en aviones privados a costa de arrebatarle derechos a la gente.

Acusan de barra brava a hinchas o a cualquiera que esperara un colectivo con una camiseta deportiva. Apresaron a menores de 12 años que regresaban de sus colegios. Si hubiese habido barras en la marcha, muchos de los hiper armados y estimulados policías hoy estarían muertos. Pero la ministra finge demencia.

* * *

Como consecuencia de tanto desatino el presidente, ahora, manifiesta miedo a un golpe de Estado. ¿Todavía no la ve? Sus fuerzas de seguridad sembraron el caos, además de su estafa cuantiosa, su indiferencia por las catástrofes climáticas, como la ocurrida en Bahía Blanca, su desprecio por las mujeres y otras minorías, sus despilfarros de nuevo rico con dinero del tesoro nacional, su entrega de la soberanía a extranjeros, las atribuciones ilegales de su favorito muchacho ojos de miel, las coimas de las que se acusa a su hermana y las agresiones reales y simbólicas de sus dos ministras le movieron el piso. Ahí se gesta el nido de la serpiente, no en un grupo de jubilades que no alteraban el orden público. El caos corre por cuenta de la innecesaria y criminal represión. El presidente sufre “síndrome de hybris”, diagnostica alguien no sospechoso de kirchnerista: Nelson Castro. Hybris es un término griego que significa desenfreno, arrogancia, desmesura, insolencia, altanería. Comete hybris quien sobrestima sus propias capacidades y alardea de sus poderes actuando con violencia desenfrenada e insultando a diestra y siniestra. Aquel golpe del 30 impulsó futuros derrocamientos: 1943, 1955, 1962, 1966 y el sangriento y monstruoso de 1976. Si la historia es maestra de la vida, ya hemos aprendido a luchar para no permitir -bajo ningún punto de vista- un nuevo genocidio. ¡Increíble! Desde el extranjero nos ayudan: le empezaron a soltar la mano.