“Faltaron cinco diputados para dar el quórum, cinco nada más” dice Noemi Fernández, presidenta del Centro de Jubilados de ATE Capital. Tiene un doble sentimiento: la bronca por lo que sucede puertas adentro del Congreso y la euforia de la metamorfosis que atraviesan los miércoles de jubilados. Con una desproporcionada represión la semana pasada y un desborde de gente antes de ayer, el ánimo impulsa a pensar en un horizonte esperanzador.
El miércoles hubo dos movimientos, por un lado la convocatoria masiva y por el otro el proyecto para la prórroga de la moratoria previsional, el aumento a las jubilaciones y el acceso a medicamentos esenciales para el PAMI no logró el quórum necesario para ser tratado. Los dos escenarios, afuera y adentro del Congreso describen una situación extrema para las y los jubilados, pero de esa situación límite también se desprende un temblor que muy lejos de desestabilizar al gobierno le pone límites.
Una vez que se cumpla el vencimiento de la moratoria previsional el próximo 23 de marzo, quienes no hayan cumplido con los 30 años de aportes no van a poder jubilarse. “Nosotros ya estamos jubilados, estamos peleando por el futuro”, dice Noemi y su reflexión es un esbozo de una idea posible de futuro, una a la que se fueron plegando cada vez más -empezando por las hinchadas de fútbol- y hoy describe un potencial enorme en las calles.
El límite no son las vallas
El miércoles la zona del Congreso amaneció vallada en un perímetro de doce manzanas, además de los altoparlantes en las estaciones terminales de tren que anunciaban una posible represión en la marcha se sumó el mensaje a través de megáfonos de oficiales de la policía advirtiendo a las personas que si se acercaban a “la violencia” iban a ser reprimidos. Horas más tarde la escena no tuvo ni un ápice de terror sino todo lo contrario. Una voluntad bien definida de acompañar a las y los jubilados, una definición de no permitir que los cuerpos de les viejes queden desparramados en el asfalto, una apuesta a desbordar las calles y un claro límite al gobierno, uno que empieza a ser cada vez más habitual.
“Para mí es sin duda un momento bisagra, hay que dejar de atacar a la política que es nuestro instrumento y seguir peleando por nuestros derechos. ¿No es hora por ejemplo que empecemos a hablar de los ricos?”, dice Noemi que se anima a introducir en la discusión un aspecto que vergonzosamente aún no pone incómodo al gobierno: la parte más significativa del superávit fiscal se logró reduciendo las jubilaciones. “Nosotros llevamos aportando al gobierno de Milei un 35% del superávit fiscal, perdimos diez meses de sueldo en un año y medio y yo quiero que me expliquen qué es esto de bajar los impuestos para los autos caros”. Su planteo tiene sentido, cuando el filo de la motosierra fue directo a los ingresos de los y las jubiladas.
“Lo terrible de nuestro sector es que nosotros no estamos pidiendo nada, nosotros exigimos los aportes que hicimos durante 40 años, y en relación a la moratoria es una estafa porque ya la pagamos. La moratoria la volvés a pagar porque son aquellos aportes que los muchachos ricos no te hicieron por tu trabajo”. Noemi se planta en una posición bien combativa, la que se aleja cada vez de las vejeces como víctimas y los coloca como sujetos políticos de este presente. Sus palabras “estamos acá por el futuro” es la manera más auténtica de describir la marcha de los miércoles.
Según la Asociación Civil Ecofeminita “un quinto del ajuste fiscal que vivimos en 2024, el más grande en la historia según Milei, lo sufrieron justamente jubilaciones y pensiones. Necesitan profundizar la motosierra a los adultos mayores y por eso eliminan la moratoria previsional”.
El golpe de la moratoria
El miércoles la sesión de diputados dio quórum para el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y no para subir jubilaciones, prorrogar la moratoria y garantizar medicamentos esenciales para el PAMI. Según la economista Mercedes D'Alessandro, en 2024 “el 88% de quienes se jubilaron lo hicieron vía moratoria. El promedio de aportes fue de 12 años. Trabajan en la informalidad: son empleadas domésticas, albañiles, comerciantes”, dice.
Candelaria Botto es parte de la organización Ecofeminita y aporta algunas claves para entender el tema: “Hay que ser muy claras en que esto constituye una reforma previsional para las mujeres que van a tener que esperar a los 65 años ya no para un reconocimiento a los trabajos de cuidados o a los trabajos informales que tuvieron a lo largo de su vida, sino una pensión universal, digamos, una asignación social que se le da a todos los adultos mayores de 65 años”, explica. Es el llamado PUAM (Pensión Universal por Adulto Mayor) y el monto es el 80% de una jubilación mínima.
La narrativa que prevalece por parte del gobierno es que las personas que “entraron” a la moratoria le están robando al sistema, es la misma que califica a Beatriz Blanco de “jubilada patotera” o que dice que la policía cumplió con los manuales de uso para tirar contra Pablo Grillo. Los miércoles implican habilitar un territorio físico de disputa -la calle, las vallas, la represión y el derecho a la protesta- y son también simbólicos. ¿Qué implica esta amplificación de una protesta que viene de la lucha de los y las jubilados pero que desborda y encuentra un apoyo social cada vez más amplio?
“Yo soy mamá de cuatro hijos y abuela de siete nietos y me doy cuenta de que no tenemos tiempo, tenemos que unirnos con todas las diferencias” dice Noemi, emocionada por lo que esta sucediendo los miércoles: “Más allá de lo que pase en el Congreso nosotras vamos a seguir insistiendo en las calles”.