A principios de enero, en la mesa del comedor de la casa de su mamá en San Miguel, Joaquín Crespín filma un video para su entonces modesto canal de Tik Tok: "Estoy tan al pedo que me voy a Villa Gesell en bici", tira. Corte y toma en el patio: Joaquín muestra "La Terreneitor", una playera sin cambios, con el manillar pelado en acero y la cadena al borde del óxido. El GPS le indica 429 kilómetros de distancia y 22 horas de pedaleo neto hasta el destino. Más tarde confesaría que se enteró de que su papá estaba en Gesell, así que quería caerle en plan visita sorpresa.
Sábado 11: el primer millón
Lo único que le hace a la bici antes de encarar tremendo trip es un canasto improvisado con una caja de sachets de leche atada al portaequipajes. El alambre lo saca de un tejido del patio, con una tenaza. A eso le agrega un set de parches para las cámaras y un jueguito de luces siliconadas, de esas que se ponen y sacan fácilmente del manubrio (la frontal, blanca) y del caño del asiento (la trasera, roja). Así, arranca a pedalear el sábado 11 de enero, a la diez de la noche, desde San Miguel.
Joaquín Crespín tiene 19 años y jamás había hecho una travesía de esta naturaleza. Solo bicicleteaba por su barrio, como cualquier otro pibe del conurbano. Esa mezcla de aventura, desafío y cierta inconsciencia queda registrada de punta a punta en su canal de Tik Tok (@decrejs). El GPS lo lleva inicialmente por los descampados y pasillos del barrio Mariló, en Moreno. Desembarca en una YPF de la zona, donde se filma narrando el inicio. Más adelante, aún de noche, encuentra una Shell con la tienda abierta.
El pibe entra, compra una tortilla de papa y se sienta a una mesa. Uno de los playeros lo reconoce: "¿Vos sos el de Tik Tok?". El video desde la YPF de Mariló se había disparado en esas horas de consumo noctámbulo. Le regalan para el camino comidas, bebidas y algo igual de importante: un chaleco refractario. Más adelante, ese contenido superaría el millón de vistas.
Domingo 12: adiós a la Terreneitor
Una vez que alcanza la Autovía 2, ya de día, el domingo 12 de enero, los imponderables empiezan a precipitarse. Joaquín los narra con ocho videos durante la jornada, subidos casi al instante a su Tik Tok. La Terreneitor va pinchando gomas y clava la cadena después de distintas escenas de avance veloz: para en una estación de servicio, lo arriman en una camioneta, sube al furgón de un tren donde le regalan una cámara de bici y pedalea hasta la Laguna de Chascomús, donde liga de un food track un combito de hamburguesa, fritas y un agua saborizada de manzana.
En lo sucesivo, cada vez que para se encuentra con alguien que lo reconoce. Pero la bici se va mancando aceleradamente: primero una cámara, luego la rueda descentrada. Y, tras llevarla largos kilómetros a tiro con la cadena rota, el muchacho de San Miguel la abandona detrás de una garita de colectivos en la banquina de la Ruta 2. "Me duelen las piernas, la bici se trabó", confiesa resignado en un video.
A dedo llega hasta la YPF de Dolores, último hito de la Autovía 2 antes del puente distribuidor hacia la Ruta 63. Ya es de noche, sigue sin bañarse y su mamá se entera de todo lo que le va pasando por el impacto que empieza a tener en redes y en algunos medios digitales: el hijo de un amigo de ella está yendo en auto a Gesell, así que coordina para que lo pase a buscar y llevarlo a destino.
En esa breve espera se lava la cara y las manos por primera vez desde que había salido de San Miguel, casi 24 horas antes. También se cambia la pilcha. Y empieza a revisar el celular con el WiFi de la estación de servicio. Nota que muchos van siguiendo su caravana en las redes, en plural porque además de a Tik Tok también subió videos a su cuenta de Instagram. Algunos lo alientan. Otros dudan de su historia.
Lunes 13: la llegada al mar
El lunes 13 llega a Villa Gesell y le cae de sorpresa a su papá, que lo aloja. Joaquín recorre la ciudad en la primera quincena de enero, fecha de mucha gente y mal clima. Filma lo que ve y lo narra: es la primera vez que está tan cerca del mar. También entra a galerías de artesanos, se cruza con los trencillos de la alegría. Todo es descubrimiento y sorpresa.
"Después de tanto sacrificio y obstáculos, pude llegar. Me daban ganas de llorar, no quería seguir, me dolían los pies. Y tuve que abandonar la bici", relata desde la playa en su primera noche geselina. "Pero nunca se trató de venir en bici, sino de proponerme un reto. Un reto sano. Podía estar en un boliche, pero decidí irme a Villa Gesell. Y después de tanto esfuerzo… estamos en la playa de Villa Gesell. No lo puedo creer."
El impacto de la expedición tiene su fruto: muchos le donan plata a la cuenta que él compartía en sus videos. Con la recaudación puede comprarse comida. Y una bici nueva: naranja, fachera, con 21 cambios, cubiertas a estrenar y una cadena confiable. Así, el pibe empieza a pedelear por Gesell, se va hasta la nueva terminal al otro extremo del pueblo, lejos del mar y cerca de la ruta 11. Esquiva perros cimarrones y conoce al otro bicho tan común en toda esta zona: las culebras.
Las pruebas antes del regreso
Todo muy lindo. Pero, claro, falta algo: volver a San Miguel. Después de todo un arranque intempestivo y accidentado, Joaquín pone el freno y decide algo razonable: primero probará la fiabilidad de la bici en un recorrido más cercano. Entonces va hasta la vecina Pinamar, 50 kilómetros de ida y vuelta, algo así como el diez por ciento del recorrido hasta la casa de su mamá. Va y regresa el mismo día. "Pensé que iba a ser más largo", dice, ya más entusiasmado con la nueva nave.
En Gesell aprovecha y conoce los locales de videojuegos (¿hay otra ciudad con tamaña cantidad de fichines?). También vende aritos en la playa, junta más pesos y, ahora sí, compra lo que siempre es indispensable y obligatorio para salir a cualquier viaje: un casco, una linga para atar la bici y una mochila más cómoda. El 21 de enero, entonces, hace otra prueba con un destino más exigente: Mar del Plata, unos 200 kilómetros de ida y vuelta.
Como muchos saben, ese tramo la ruta 11 está de obra para la instalación de la autovía, un sueño para todos los geselinos y marplatenses que durante décadas tuvieron que hacer un peligroso y vivoreante trayecto de trocha simple y cargado de camiones y tránsito pesado. Los operarios le permiten a Joaquín pedalear por la traza aún inhabilitada, convirtiéndose probablemente en la primera persona que recorre a rueda esa mano aún no estrenada.
Así, puede ir tranquilo mirando los bañados, el Faro Querandí, los girasoles, puentes varios, la Laguna de Mar Chiquita, socas, vacas y armadillos. Llega a Mardel a la tarde y desembarca en la Rambla Casino con sus característicos bailongos populares a la altura de las escalinatas. Por la noche consigue un hotel barato. "¡Primera vez en un hotel!", reconoce en su video sobre esa jornada. Los brazos le arden de tanta exposición al sol.
Al otro día vuelve a Gesell. Y aparecen problemas que parecían lejanos: le empieza a doler una rodilla y se le clavan los cambios. Logra resolver todo y llega a la Villa por Mar Azul, el acceso más al sur del Partido de la Costa, tras el cual atraviesa durísimas calles de arena floja con pendientes permanentes.
Ya es jueves 23 y no tiene nada más que hacer. Decide entonces ponerle fecha a su regreso. "Ya tengo reflector, luces, chaleco, todo. Y cada repuesto. Ya no me va a volver a pasar lo de la otra vez. Bueno, esperemos que no", dice Joaquín. "Así que vamos a meterle ganas. Con paciencia y esfuerzo, se puede."
La vuelta a casa
El regreso inicia el sábado 25. Unos 50 kilómetros después, a la altura de General Madariaga, hace el primer stop para cambiarse la remera bajo un sol tajante. De ahí no vuelve a parar hasta Chascomús, 250 kilómetros después de Gesell y ya de noche. El cuerpo se hace sentir y le manda una señal: basta de pedalear por hoy. Pero no tiene dónde dormir. La solución, otra vez, está en el tren Roca: encuentra el último servicio a Alejandro Korn, pasadas las 21, y se sube al furgón con destino a Brandsen.
Un camionero lo arrima desde ese lugar hasta Retiro. Su plan, entonces, es viajar hasta la estación San Martín y desde ahí recortar en bici los 20 kilómetros finales hasta San Miguel. "Espero llegar antes de que mi mamá se vaya a trabajar, quiero saludarla", es su último objetivo. "Realmente quería llegar y darle un beso. Por eso dije: 'No importa, me tomo el tren en Chascomús'. Porque yo a Gesell ya había llegado, ya había hecho lo que me había propuesto. Además, la mochila pesa más de 10 kilos, espero sepan entenderme", le explica a sus ya más de 60 mil seguidores de Tik Tok.
En la mañana del domingo 26, después de tamaña caravana, Joaquín abre el portón de su casa en San Miguel y filma: "Mamá, hola. ¿Estás, ma?". Silencio y suspenso. El pibe entra, nadie responde. Hasta que, de fondo, se oyen unos pasos. "¡Hijo! Ay, mi vida. Mi bebé. ¡Me hiciste sufrir!", le responde una mujer llorando de emoción. Abrazo emotivo, final feliz. O semifinal, en realidad: de ahí se va con la bici nueva al centro de San Miguel y luego a la Avenida 9 de Julio y al Obelisco, que solo conocía por fotos y por una canción de Callejeros.
"El que quiere, puede", dice Joaquín ya de vuelta, casi que parafraseando al capitán Alfredo Barragán (de Dolores, ciudad donde el pibe había tenido que sacrificar la Terreneitor) después de atravesar en balsa el Atlántico desde la isla de Tenerife, en las Canarias, hasta La Guaira, Venezuela, con otros cuatro argentinos más: "Que el hombre sepa que el hombre puede".