James Counts Early es una voz destacada en la lucha por la justicia social y racial y los derechos culturales. Intelectual y activista, ha dedicado su vida a la defensa de las comunidades afrodescendientes e indígenas, impulsando la descolonización del conocimiento y la soberanía cultural como ejes fundamentales de la emancipación. Su pensamiento atraviesa la política, el arte y los movimientos sociales, siempre con la convicción de que la transformación es posible, pero requiere organización y conciencia histórica.

En esta entrevista exclusiva para Negrx, Early analiza el nuevo gobierno de Donald Trump y plantea un dilema crucial: ante la ira y la desesperación que brotan espontáneamente en las calles, solo una estrategia organizada puede abrir el camino hacia un cambio real. Con la claridad de quien ha estado en el corazón de las luchas, ofrece un diagnóstico punzante y un horizonte de esperanza.

Su compromiso con la lucha antirracista lo ha llevado por todo el mundo. En marzo de 2019, visitó Argentina junto al legendario actor y activista Danny Glover en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, reafirmando que la resistencia es global y que la historia exige respuestas a la altura de su tiempo.

Se cumplen dos meses de la asunción de Donald Trump. ¿Qué reflexión te merece este tiempo de su segundo mandato?

Los primeros dos meses del segundo mandato de la administración Trump deben analizarse en perspectiva. Es un error centrarse únicamente en su extravagante personalidad, pero también lo es enfocarse exclusivamente en estos dos meses sin considerar los años anteriores. Donald Trump es la expresión de un proyecto organizado a largo plazo por la derecha, un proyecto de alcance global.

Sin embargo, existe una particularidad en el caso de Estados Unidos y en la figura de Trump. EE.UU. es la mayor economía y la potencia militar más grande del mundo. Aunque China puede registrar indicadores más altos a medida que expande sus relaciones bilaterales y multilaterales, EE.UU. mantiene cientos de bases militares en todo el planeta y controla los medios de comunicación más influyentes. Por eso, es crucial entender a Trump en este contexto.

El movimiento MAGA ("Make America Great Again", "Hacer que América vuelva a ser grande") se fundamenta en principios eurocéntricos y en la supremacía blanca. Su objetivo es derrotar al progresismo y, al mismo tiempo, avanzar sobre los sectores más oprimidos y explotados de la sociedad: los afrodescendientes, los pueblos indígenas, las mujeres de todas las clases, y el movimiento LGTBIQ+ en su diversidad de clases y razas. Buscan restaurar un Estados Unidos cristiano y heterosexual. Para ello, utilizan a Trump, quien es un megalómano y un narcisista, pero, sobre todo, es la manifestación de un régimen capitalista que busca tomar el control absoluto del aparato estatal y concentrar el poder político.

Durante su primer mandato, Steve Bannon, uno de los principales estrategas de esta corriente global, viajó por el mundo organizando a líderes como Orbán en Hungría y Bolsonaro en Brasil, entre otros referentes de la ultraderecha. Incluso intentó comprar una universidad en Italia con el propósito de formar nuevas generaciones de supremacistas blancos imperialistas.

Es evidente que el objetivo es desmantelar el aparato administrativo, es decir, el Estado, sus recursos y sus políticas. No se trata de la personalidad, del color de piel, del género o de la sexualidad. Si bien estos son factores importantes, dada la desigualdad estructural en este país y la correlación entre racismo, clase y poder, el problema central es el ejercicio del gobierno. Por ello, asistimos a un proceso de desmantelamiento del Estado administrativo.

Lo que no se menciona cuando se desmantela el Estado es la re-institucionalización del poder de gobierno. Y esta re-institucionalización no es otra cosa que la dictadura del capital. Karl Marx decía: "No son funcionarios de gobierno, son sirvientes del poder corporativo". Precisamente, lo que se ha re-institucionalizado es el dominio del poder corporativo. Donald Trump no es más que un instrumento del movimiento MAGA.

En este contexto, también está Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo y dueño del prestigioso Washington Post. No comparte la misma orientación ideológica, pero ambos tienen en común una desmesurada codicia y una tendencia a querer controlar y dominar absolutamente todo.

Así, se están desmantelando las políticas afirmativas dirigidas a indígenas, afrodescendientes, mujeres y otros grupos históricamente discriminados, aun cuando estas políticas se basaban en el mérito. Nadie quiere elegir a una persona incompetente para un cargo de poder. Sin embargo, aquellas personas con mérito y preparación fueron despedidas. A través de Donald Trump, vemos la consolidación de un Estado corporativo que toma las riendas del gobierno.

¿Consideras que esta crisis y sus efectos disruptivos son exclusivos de EE.UU. o se extienden a nivel global?

No, la crisis general del sistema económico dominante en el mundo, el capitalismo, ha generado restricciones en la calidad de vida material de diversos sectores y ha atacado los derechos democráticos de aquellas personas que habían logrado ingresar al espacio público como ciudadanos plenos.

En la esfera económica, hemos visto un aumento significativo de la inflación y el encarecimiento de bienes y servicios en todas partes. Esto provoca dolor, frustración e ira, dando lugar a reacciones espontáneas y estallidos sociales en distintos momentos.

En los últimos ocho años, ¿cuáles han sido las expresiones más significativas de esa espontaneidad? Es importante comprender la espontaneidad en contraposición a la conciencia organizada. Debemos construir un proyecto metodológico que sea organizado y consciente.

La pregunta inevitable sería ¿Cómo se hace eso?

No se trata solo de la lucha de un sector específico, como las personas negras, indígenas, latinas o las mujeres, sino de un proyecto que busque transformar todo el sistema para que las vidas de las personas negras realmente importen.

El asesinato de George Floyd, transmitido en televisión como una exhibición pública, fue la erupción de siglos de degradación de la humanidad de las personas negras. Su muerte provocó un estallido social que evidenció el poder de la experiencia afroestadounidense en la lucha por la libertad plena.

Lo significativo de este levantamiento fue que la mayoría de las personas que salieron a las calles no eran negras; pertenecían a otros grupos étnicos. Sin embargo, ¿quiénes catalizaron el movimiento? Fueron las personas negras. Gracias a esa movilización, las cuestiones éticas y de principios se extendieron mucho más allá de los 40 o 50 millones de personas negras en Estados Unidos, convirtiéndose en un movimiento global que sacudió Europa, Latinoamérica, Asia y África. La gente estalló en protesta contra la inhumanidad dirigida a las personas negras, generando una reacción espontánea de alcance mundial.

¿Cuál ha sido el papel de los sindicatos en el contexto de crisis económica y cómo han enfrentado los desafíos actuales?

Los sindicatos han estado en retroceso debido a la crisis que se profundizó con la llegada del COVID-19, afectando tanto a Europa como a Estados Unidos. La imposibilidad de obtener productos baratos de China debido a las interrupciones en la cadena de suministro marcó un punto de inflexión para el sistema de deslocalización de la producción de bienes y servicios en busca de mano de obra más barata. Esto provocó un proceso de desindustrialización y una significativa pérdida de empleos en EE.UU. Sin embargo, los sindicatos comenzaron a reorganizarse y lograron avances significativos en el ámbito económico.

El sindicato de portuarios, que maneja gran parte de los productos importados en EE.UU., ha estado luchando contra la automatización, ya que el trabajo manual en los puertos está siendo reemplazado por grandes grúas y sistemas automáticos que requieren menos mano de obra. El capitalismo ha alcanzado un nivel tecnológico que impone una creciente presión sobre los trabajadores, limitando sus posibilidades de utilizar sus manos y mentes para ganarse la vida. A menos que desempeñen trabajos como servir café, limpiar pisos, conducir autobuses o trabajar como enfermeros en hospitales, sectores donde predominan las personas racializadas y las mujeres.

Aunque ha habido un resurgimiento en la organización sindical, es fundamental analizarlo con cuidado. Existe un debate histórico sobre la importancia de la clase social en relación con la propiedad de los medios de producción y el control económico. Por un lado, están quienes poseen esos medios y, por otro, quienes ofrecen su fuerza de trabajo y capacidad intelectual a cambio de un salario que apenas les permite sobrevivir.

Si bien los sindicatos han logrado ciertos avances en la mejora de las condiciones económicas de los trabajadores, su acción ha estado centrada en la política interna de EE.UU., sin abordar problemáticas globales urgentes. No han enfrentado el genocidio impulsado por la administración Biden, ni el apartheid, la ocupación y la limpieza étnica llevada a cabo por el gobierno israelí. En este sentido, aunque ha habido brotes espontáneos de organización sindical, aún no se ha logrado un movimiento articulado e integrado de manera sostenida.

Danny Glover y James Early en la UMET en marzo del 2019.

Tuviste contacto con Bernie Sanders y su equipo durante su campaña, que en su momento parecía prometedora, pero terminó desmoronándose. ¿Qué factores determinaron su derrota y qué implicancias tuvo para la política progresista en EE.UU.?

Debemos recordar que cuando Bernie Sanders, el socialista demócrata que opera en el Congreso de EE.UU., estaba en plena campaña y parecía encaminado a ganar las primarias, el congresista Jim Clyburn, un líder negro del ala centrista del Partido Demócrata, impulsó la idea de que la vicepresidencia debía ser ocupada por una mujer negra. Esto cortó la proyección de Sanders. Sin embargo, el problema no era Sanders en sí mismo -no se trataba del hombre judío blanco- sino de una plataforma política que hablaba de la clase trabajadora y que, al toparse con la cuestión racial, encontró un límite estructural. No porque Sanders fuera racista, sino porque tenía un punto ciego respecto a la racialización de la clase trabajadora en EE.UU. Es algo que debe ser abordado, comprendido y trabajado colectivamente.

Nos encontramos en un momento de institucionalización de un gobierno racista, fascista, misógino y orientado a la guerra económica. Dentro del Partido Demócrata hay grandes debates, y sectores históricamente organizados -como personas de color, mujeres y latinos- se encuentran desarticulados, sin una estrategia clara de lucha. En lugar de reorganizarse, muchos optan por el silencio, esperando que el sistema colapse por sí solo.

Lo que estamos viendo es una realineación política inquietante: líderes centristas del Partido Demócrata se han acercado a republicanos moderados que fueron desplazados dentro de su propio partido. Incluso hay demócratas liberales, incluyendo figuras racializadas, que ahora evocan con nostalgia a figuras como Ronald Reagan y John McCain, olvidando que este último estuvo involucrado con movimientos fascistas en Ucrania.

En este contexto de desorganización, comienzan a surgir destellos de movilización espontánea, pero lo que realmente se necesita es una integración horizontal entre sectores para construir un proyecto político sólido y sostenido.

¿Cuál podría ser la alternativa para Estados Unidos en este contexto de inicio del gobierno de Trump?

La gente está luchando en sus diversos sectores por su supervivencia: por la educación, por el acceso a la salud o incluso dentro de la administración de veteranos. Sin embargo, es fundamental construir una integración transversal que permita articular estas luchas y evitar que el Partido Demócrata sea desestimado por completo.

Millones de personas trabajadoras, incluidos médicos, abogados, enfermeras y conductores de autobuses, siguen vinculadas al Partido Demócrata porque lo ven como un canal para presentar sus demandas. Por lo tanto, el problema no es la marca del partido en sí, sino la base de masas que lo sostiene.

Los progresistas, socialistas y socialistas demócratas deben integrarse en estos espacios, contribuir activamente, escuchar y aprender, con el objetivo de generar una conciencia de clase más amplia. No basta con una clase “en sí” que simplemente exista dentro del sistema; es necesario transformarla en una clase “para sí”, con un sentido de identidad política y una visión organizada de cambio estructural.