“De pie la Madre dolorosa/ junto a la cruz, llorosa/ mientras el Hijo pendía…”, así comienza el poema, atribuido a Jacopone de Todi, el poeta italiano del Medioevo. Es la punta inicial en la tradición de una de las representaciones más sentidas de la iconografía cristiana: el Stabat Mater. Sobre es imagen, desarrollada de distintas maneras por la literatura, la música y la pintura a través de los siglos, el compositor Luis Bacalov elaboró Estaba la madre, una ópera en un acto, con un prólogo, cinco escenas y un epílogo. El libreto de Carlos Sessano, Sergio Bardotti y el mismo Bacalov, escenifica el dolor de cuatro madres cuyos hijos desaparecieron durante la última dictadura cívico-militar que azotó a la Argentina.

El sábado 22 a las 20 y el domingo 23 a las 19, inaugurando su temporada lírica, el Teatro Argentino de La Plata pondrá en escena Estaba la madre. La propuesta es parte de las actividades promovidas por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires con motivo de la conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Paula Almerares, en el rol de Sara, madre de Josele; Alejandra Malvino como Juana, maestra de escuela; y Victoria Gaeta en los paños de Ángela, madre de un cura obrero, encabezan el elenco de cantantes que se completa con Fernando Grassi (Jefe del Ejército), Sebastián Sorarrain (Jefe de la Marina), Mario de Salvo (Jefe de la Aeronáutica), Emiliano Bulacios (Narrador), Franco Gómez (Rabino), Víctor Torres (Obispo) y Vanina Guilledo (Una mujer), además de la actriz Azul Maluendez (cuarta madre). La escenografía es de Lucas Borzi y Pablo Mazzoni, el vestuario de Laura Melgar y Leticia Falcone, la iluminación de Maximiliano Troncozo y el diseño de imagen multimedia de Federico Bongiorno. Participan además la Orquesta y el Coro Estables. La dirección musical estará a cargo de Lucía Zicos y la dirección escénica será de Carlos Branca.

Desde su estreno en la Ópera de Roma en abril de 2004, la distintas puestas en escena de Estaba la madre estuvieron a cargo de Carlos Branca, que naturalmente también curó la regié del estreno americano –en octubre de 2007, también en el Teatro Argentino–, y ahora regresa para dirigir una nueva producción, íntegramente realizada en los talleres del Teatro, que además de una escenografía en distintos niveles de altura, confeccionó el vestuario para cada uno de los 120 artistas que en cada función se moverán en escena. “La idea de esta nueva puesta gira en torno a la tragedia griega”, anticipa Branca en conversación con Página/12.

“En esta oportunidad no apelé a documentos visuales de la época, noticieros o imágenes de archivo, como hice en las numerosas puestas de esta obra en Europa, donde tenía que ser más pedagógico, pensando en un público que de alguna manera necesitaba introducirse en la historia”, continua Branca. “Bacalov, que decía que este era un Stabat Mater laico, tomó mucho del Stabat Mater de (Giovanni Battista) Pergolesi, que en su música refleja el dolor de María cuando recibe el cuerpo de Cristo muerto, pero interpelando esa obra desde otro lugar. En Estaba la madre no hay cuerpos sobre los que se pueda llorar porque estaban desaparecidos”, agrega el director de escena.

“Sobre el concepto abstracto de la tragedia griega trabajé con los elementos: el agua, la tierra, el fuego, el aire, uno para cada madre y su historia”, continua Branca. “La primera madre, en el principio de la dictadura, no podía entender qué pasaba. Buscaba a su hijo en la casa y no estaba. Hay una alegoría a los llamados ‘vuelos de la muerte’ y ahí aparece el elemento del agua. La segunda madre es una maestra tucumana que viene hasta Buenos Aires a preguntar por su hijo, encuentra otras madres y empiezan las rondas en la plaza. Su hijo desaparecido es un peón rural y sobre él ronda la alegoría de las fosas comunes. En esta escena gravita la tierra”, explica Branca y agrega: “La tercera es la madre de un cura obrero que va a reclamarle al obispo. Ahí trabajé con el fuego para que los indiferentes ardan en el infierno. Y la última madre, que es la que no canta en la obra, es el aire, los que quedaron sin voz”.

El gesto de la memoria, la sonora y la histórica, se recompone también en la partitura de Bacalov, compositor experimentado en la música para el cine –en 1996 fue galardonado con un Oscar por la música de la película Il postino, de Michael Radford–, que proyecta el aura de la figura genérica del Stabat Mater en un contexto en el que resuenan ecos de la música antigua, rasgos tangueros y algunos recursos de las vanguardias. “Bacalov trabaja una gran cantidad de citas, que incorpora a un universo expresivo muy claro y determinado”, asegura Branca.

En la dinámica de una narrativa tensa y esperanzadora, los números del coro funcionan con gran efecto dramático. Por sobre la presencia formal de un narrador, la masa coral suena como una especie de conciencia, inapelable por volumen y contenido; del mismo modo, el bandoneón, además de sonar como indicador de lugar, en algunos momentos resuena como un órgano cuya solemnidad se disuelve en la melancolía. “La tragedia griega generaba sentimientos como temor y piedad, y esta puesta, siguiendo esa idea, trata de regenerar una memoria. Son tiempos de negacionismo y es necesario multiplicar la presencia de las madres, preservar el canto mancomunado de todas las madres, como se refleja en el epílogo de esta obra, que es una invocación a un ‘nunca más’, marcado por la esperanza colectiva y por la voluntad de no volver atrás”, concluye Branca.