Aquel querido mes de agosto
2008
Luego de la ópera prima A Cara que Mereces, estrenada en 2004 en su país natal, Miguel Gomes pasó a las primeras ligas con el lanzamiento de Aquel querido mes de agosto en el Festival de Cannes. Aquí se hizo conocida un año más tarde al ganar el premio mayor de la competencia del Bafici, momento en el cual la cinefilia local pudo descubrir a un joven en plena explosión de talento. Cruza de documental y ficción, una de las marcas ineludibles del estilo Gomes de allí en más, la película es una extraña relectura del melodrama. Lo de “melo” no es menor, ya que la historia está inspirada en una serie de canciones populares de la zona montañosa de Arganil, en el centro geográfico de Portugal. Lo que tal vez sea realmente “menor” aquí es el concepto mismo de historia, que podría describirse como el romance en proceso de un chico y una chica, aunque el descubrimiento del deseo y los sentimientos es apenas un eslabón de una cadena mucho más grande y diversa. Dividida a su vez en dos mitades, como varios de los films posteriores del realizador, la película observa atentamente su propio proceso de realización, involucrando a los no-actores de la zona del rodaje en su hechura y resultado final. Más allá de la reflexión sobre forma y fondo, se trata asimismo de un acto creativo disfrutable de principio a fin: lo riguroso no quita lo lúdico.
Tabú
2012
Una película, dos mitades, como en Grand Tour. El blanco y negro, también como en esta última. Dos relatos, el primero de las cuales, según declaró Gomes en su momento, “nació a partir de una historia que me contó una pariente mía, que tenía una vecina mayor y un poco paranoica. Quería que tuviese muchos diálogos entre las señoras mayores y un sonido casi subliminal, de cine de terror: sonidos graves, tormentas lejanas que le dieran al film un peso invisible”. Así, en una Lisboa contemporánea, una señora ya jubilada cuenta historias cotidianas, algunas de ellas con los pies sobre la tierra, otras absolutamente voladas. La segunda parte, tal vez una fantasía de la protagonista de la primera, transcurre en África, aunque no se trata del continente geográfico e histórico sino de una África onírica, fantasiosa, fantasmal. “La primera parte es la resaca y la segunda es la borrachera”. Así describió el cineasta al film, considerado por muchos como su obra maestra, una oda al cine de pasado –las referencias al período mudo no son pocas, comenzando por el título, homónimo al de la última creación de F.W. Murnau– que, sin embargo, no lo observa con falsa melancolía ni reutiliza sus recursos para erigir un pastiche. Como el resto de la filmografía de Gomes, Tabú es una obra apasionada cuyos objetos de amor son el cine y la realidad más concreta.
Las mil y una noches
2015
Una película dividida en tres partes. Más de seis horas y casi una docena de historias que registran hechos reales o construyen sucesos ficcionales a partir de la excusa literaria: una adaptación de los famosos relatos de Las mil y una noches que toma libremente su estructura pero ninguno de sus cuentos. En la extensa creación de Gomes conviven el realismo, el misterio, la tristeza, la política, la fantasía, el humor. Por caso, el primero de los tres capítulos, titulado El inquieto, arranca con una descripción de la situación terminal de un grupo de trabajadores en un astillero de Lisboa, luego de las drásticas medidas económicas de ajuste del gobierno. A continuación, un hombre empeñoso logra eliminar los nidos de avispas que amenazan con destruir los de sus vecinas, las abejas, al tiempo que Gomes interpreta una versión de sí mismo, en lucha con su equipo de rodaje. Luego llegará el relato de un grupo de políticos en eterno estado de erección, el de un gallo que canta antes de tiempo y la historia de amor de tres jóvenes incendiarios, muy a su pesar. Nueva demostración de la potencia del centenario arte de contar cuentos en la gran pantalla, prima no tan lejana de la casi contemporánea La flor, de Mariano Llinás, Las mil y una noches es la “superproducción” narrativa de Gomes, filmada en 35mm y 16mm a consciencia y con honor analógico.
Diarios de Otsoga
2021
El título incluye un juego, la palabra “agosto” escrita al revés. Hay una razón muy lógica: el quinto largometraje de Gomes, codirigido junto a la debutante Maureen Fazendeiro, fue empujado por la pandemia a seguir estrictos protocolos de rodaje y a incluir esos mismos hechos en el film, cuya historia comienza durante el día número veintidós de filmación. Recién cuando Diarios de Otsoga llega al día 13 las marcas de la realidad en la ficción (¿o se trata de una segunda capa ficcional?) comienzan a ser explícitas. Así, las diversas microhistorias tienen una cronología estrictamente inversa, de adelante para atrás, ofreciendo otro acabado ejemplar del cine entendido como ámbito de libertad y experimentación. En cierto momento, como suele ocurrir en varias de sus películas, el mismo Gomes aparece en cuadro junto al equipo técnico y los intérpretes, preocupados por la escasa consistencia narrativa de lo que se está rodando. Casi opuesta a Las mil y una noches en términos de escala, diversidad de paisajes y cambios de tono y registro, Diarios de Otsoga ofrece sin embargo las mismas dosis de inventiva y riesgo estético, haciendo de un paseo a bordo de un tractor, un baño de inmersión multitudinario y el registro de la construcción de una casa para mariposas verdaderos destellos de belleza que pueden apreciarse si se observa con atención.