La parroquia católica de Nuestra Señora de los Trabajadores, en Villa Caraza (Lanús Oeste) será el lugar donde despositarán los restos de Antero Daniel Esquivel, el joven paraguayo secuestrado y desaparecido el 2 de febrero de 1977, a los 32 años, y cuyo cuerpo fue identificado en 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) tras exhumar un esqueleto del Cementerio Municipal de Lomas de Zamora. Hasta allí llegarán hoy por la mañana familiares, feligreses y el obispo Marcelo (Maxi) Margni (Avellaneda-Lanús) para homenajearlo.

Los restos mortales de Daniel Esquivel fueron retirados del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) el viernes pasado, llevados hasta el obispado de Avellaneda-Lanús y puestos allí en manos del obispo Maxi Margni, quien se encargará personalmente de trasladarlos hasta su destino final en la parroquia Nuestra Señora de los Trabajadores, donde se realizará una misa y una celebración popular.

La Comisión de la Memoria del militante católico desaparecido invitó a participar de la celebración de “memoria agradecida y a rendir homenaje” a Antero Daniel Esquivel “un hermano que dio su vida de fe al servicio de los demás”.

Genoveva, la hermana melliza de Daniel, manifiesta ahora “alivio y gratitud” por poder darle sepultura “en la comunidad creyente de su barrio, en la que siempre recordaron su testimonio y su entrega”. Durante casi cincuenta años buscó a su hermano de quien dice, “éramos inseparables” porque “donde iba uno, iba el otro también”.

Daniel Esquivel nació en el pueblo de Quyquyó (Paraguay) el 3 de enero de 1945, en el seno de una familia muy humilde y católica, cursó estudios primarios en la ciudad de Luque, y luego se mudó con su familia a Asunción donde, a los quince años, se incorporó a la Juventud Obrera Católica (JOC). Vino a la Argentina como inmigrante en los años setenta junto a sus familiares, para trabajar como obrero de la construcción. Completó sus estudios primarios en el país, obtuvo aquí el título de electricista de obra y fue catequista en Lomas de Zamora, integrante de la JOC y uno de los fundadores del Equipo Pastoral de Paraguayos en la Argentina (EPPA).

Fue secuestrado el 2 de febrero de 1977 en su humilde casa de Villa Caraza, vivienda que compartía con otros dos jóvenes. Con posterioridad a su secuestro fue llevado a la Brigada de Investigaciones de Lanús y luego al centro de torturas conocido como el Vesubio. Su familia no tuvo más noticias de Daniel, pero su hermana Genoveva continuó la búsqueda que permitió, apenas en el 2005 y mediante una muestra de ADN, identificar el cuerpo sepultado en el cementerio de Lomas de Zamora.

El 5 de febrero de 2024, y ante el informe pericial presentado por el EAAF, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Ciudad de Buenos Aires, dio por comprobada la identificación de los restos y ordenó la rectificación del acta de defunción y la entrega de los restos identificados a la familia.

Según el obispo Margni “Daniel ha sido un testimonio muy fuerte para los cristianos en su momento”. En vísperas del 24 de marzo, Día de la Memoria, el titular del obispado de Avellaneda-Lanús pidió que sus restos "nos hablen siempre de la memoria de lo acontecido, del dolor, del sufrimiento: pero también del trabajo generoso de tantos hermanos y hermanas por una causa tan justa y tan noble como es la de servir a sus hermanos”. Margni fue nombrado obispo por el papa Francisco el 5 de diciembre de 2017 y desde setiembre de 2021 está al frente de la diócesis bonaerense de Avellaneda-Lanús.

Daniela Ríos, sobrina nieta del militante desaparecido, junto a Genoveva, su abuela, han sido personas claves en el proceso de investigación llevado adelante para lograr la identificación de los restos de Esquivel, tarea para la cual hubo que recoger testimonios, restablecer lazos y aportar información para la causa. Señala que “apenas lo secuestraron mi abuela comenzó con la búsqueda” para lo cual “escribía cartas con la ayuda de curas, amigos y compañeros, aunque nunca obtuvo respuesta”.

Al recordarlo, su sobrina nieta sostiene que “fue un legado muy hermoso que nos dejó Daniel: ayudar al prójimo y nunca perder la esperanzas y la fe en Dios”. Subraya la importancia de continuar la tarea de “ayudar al más necesitado, algo que siempre hacemos de corazón”, sobre la base de “solidaridad, unión, respeto y sobre todo que no se pierda la fe en Dios”.

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