El barrio de Villa Saavedra, en la norteña ciudad de Tartagal, se ha vestido de fiesta. Después de años de desidia y ocupación, el histórico Club Atlético Libertad, el de los torneos de basket, el de los grandes bailes, y donde las comparsas llegaban para enterrar el carnaval, comienza a resurgir.
De la mano de hijos y nietos de los socios fundadores, sumado al empuje de los vecinos, el sueño de reconstruir aquel espacio de socialización y contención nacido el 19 de abril de 1951 bajo los colores rojo y blanco, es una realidad.
Llovizna en la ciudad. El cielo nublado y el ambiente húmedo promete nuevos chaparrones. El verano todavía no se retira del norte provincial generando un marco nostálgico que coincide con los sueños y anhelos de Natasha Papadopulos, Marlene Papadopulos, César Papadopulos y Adolfo Uño, quienes se disponen a conversar en las instalaciones del mítico Club, sobre la historia y el presente del Atlético Libertad.
El sueño se hace realidad
“Anastacio Papadopulos fue uno de los fundadores junto a su papá, Juan Uño, y Basilio Uño, también la comisión la conformaba Tuna Esper (reconocido locutor y gestor cultural), eran todos chicos de 18, 19 años, muchos de ellos corridos del Club Old Boys (Newell's Old Boy's de Tartagal)”. Comienzan a hilvanar un relato coral los cuatro descendientes de socios fundadores y que hoy se ponen al hombro la reconstrucción del espacio.
“Es así que deciden formar un club y se vienen a acá, a la Villa. Allí comienzan a levantar todo a pulmón porque antes el río, que pasa por aquí al lado, estaba muy cerca y al mismo nivel. Se tuvo que ir rellenando, trayendo ripio con carretilla y poniendo los postes del cercado, entre otras tantas tareas”.
Los recuerdos brotan. “En la casa de Anastacio Papadopulos (abuelo de Natasha y padre de Marlene y César), funcionó la primera secretaría del Club, así como también fue el lugar donde se fundó la Asociación Tartagalense de basket ball en 1958, algo que surge gracias al empuje de Libertad”.
Por aquellos años la práctica del basket era muy extendida y en gozaba de gran auge, es por ello que “el Club nace con la idea de fomentar el basket al tiempo que generar un espacio de socialización para los socios y vecinos. Primero se crea una comisión provisoria y al poco tiempo ya se establece lo que sería la primera Comisión Directiva formal del Club, donde Eduardo Esper era el presidente y Anastacio Papadopulos, el secretario. De hecho, el primer estatuto del Club lo escribe Anastacio con su máquina de escribir y es quien consigue la personería jurídica que es la misma que hasta hoy sigue vigente”.
El Club comienza a crecer en socios y con ello se genera también un crecimiento deportivo que los llevó a ganar tres veces el campeonato local, viajando gracias a ello a diferentes provincias y países limítrofes, lugares donde se destacaban por su gran desempeño. “Es importante decir que no solamente fueron hombres, sino que también eran muchas las mujeres que participaban del básquet”, remarcan los integrantes de la comisión.
Son muchos los vecinos que recuerdan como entre las décadas del 60 y 70, cuando terminaban los corsos, las comparsas y “pimpines” finalizaban su recorrido en el Club, donde se realizaba la entrega de premios y donde también se hacía la famosa y tradicional quema del muñeco.
Caer y ponerse de pie
Entrado los años 80 el Club comienza una fuerte curva descendente. Con años de abandono e intereses mezquinos, el Libertad quedó detenido en el tiempo. “Aquellos viejos fundadores dejaron el Club para que la gente del barrio lo siga en beneficio de todos, sin embargo, malas gestiones hicieron estragos”.
Adolfo Uño recuerda que en los años 2000 varias veces fueron los vecinos a buscar a su papá y a otros fundadores para que vuelvan a hacerse cargo del Club, para que lo sacaran adelante. Pero aquellos viejos soñadores pisaban los 80 años y se los escuchaba decir, "señora, ya soy hombre grande, ya soy abuelo".
Al tiempo que seguía Libertad con sus puertas cerradas y deteriorado, había personas que nunca dejaron de pensar en recuperarlo, y una de ellas será Natasha Papadopulos, quien que motorizó el resurgimiento. “En mi casa siempre estaba el tema dando vuelta, en cualquier asado, fiesta, siempre estaban presentes las ideas de mi papá, y la pregunta giraba en torno a ¿cuándo podremos recuperarlo?”.
Aquella idea que giraba en el aire comenzó a materializarse gracias al esfuerzo de aquellos herederos que nunca claudicaron en sus intenciones. "Hablé con Personería Jurídica, vamos a conformar una comisión normalizadora", le dijo Natasha a Adolfo Uño, que escuchaba sorprendido detrás del teléfono: “pensé que había que hacer muchos trámites burocráticos, presentar notas, viajar y etcétera”, pero el trabajo ya lo habían comenzado César y Natasha, quienes allanaron el camino para iniciar el proceso de recuperación. "Ya somos comisión normalizadora, el Club nos pertenece nuevamente”, es lo que escuchó Uño sorprendido desde el otro lado del teléfono, mientras se arremangaba sabiendo que mucho sería el trabajo que venía por delante.
En 2024, luego de largos años de lucha, se nombra finalmente la comisión normalizadora de la cual participaron Natasha Papadopulos, nieta de fundadores, y Adolfo Uño, también descendiente del grupo inicial de soñadores tartagalenses.
“Comenzamos el trabajo de reempadronamiento de socios y la rúbrica de libros de actas, porque la anterior gestión, aparte del desastre y la desidia generada en el Club, no entregó ninguno de los libros de gestión. Una vez realizado eso, logramos llegar a la asamblea general para que los socios aprueben los balances y acto seguido llamamos a elecciones, ganando la lista 51, Unidos por Libertad, que lleva como presidenta a Viviana Morales y vicepresidente a César Papadopulos”.
Resurgir
Al día de hoy apenas 15 días pasaron de la elección de autoridades y recuperación histórica del Club, y si bien son muchos los arreglos estructurales que se tienen por delante, en el playón techado que hace las veces de galería del Club las actividades comenzaron con fuerza: “hay malambo, charlas sobre autismo, TDAH, atención fonoaudiológica, certificado de apto físico y talleres varios para diferentes edades a cargo de la municipalidad”.
“Una de las primeras cosas que se hizo fue contratar el seguro correspondiente, y ahora la prioridad son los baños, para ello nos dio una mano un profesor de la escuela técnica que se comprometió a ir arreglando de a poco, así como también otros familiares cercanos al Club están ocupándose de las conexiones eléctricas”, un trabajo lento de reconstrucción luego de años de abandono.
Con este empuje inicial ya son varias las actividades que quieren comenzar a vestir la camiseta del Libertad, “hay una escuelita de fútbol que tiene cinco categorías quiere venir; también está confirmado judo desde abril, y desde luego, también el básket, queremos que vuelva con fuerza como en su nacimiento, pero para eso necesitamos poner nuevamente los aros, arreglar el piso y la iluminación”.
Como parte de la recuperación y normalización “se va a comenzar a cobrar una cuota baja para solventar los gastos básicos, luz, agua, impuestos, y para que también quede un margen si se puede, para que el Club sirva como contención, que la función social no se pierda, que si un vecino necesita ayuda, el Club pueda darlo, tal como era la idea desde su nacimiento”.
Hoy son los hijos y nietos de los jóvenes fundadores los que toman la posta y hacen resurgir al Club que supo ser un faro deportivo y de contención para muchas familias tartagalenses. Y en este resurgir, el anhelo es volver a unir sueños y deseos detenidos en el tiempo.
Como una frase que sirve de mantra, Natasha, Marlene, César y Adolfo repiten: “Todo lo que ingresa al Club es del Club y para el Club”, prometiéndose hacer lo que esté a su alcance para que finalmente la historia del Club Atlético Libertad de Tartagal dé vuelta la página.