“Nosotros como víctimas de terrorismo de Estado estamos muy preocupados por esta situación”, dice Adriana Martín, única sobreviviente de la Noche de los Lápices del Oeste. Carlos García escucha en silencio, asiente, y luego aportará el relato estremecedor de su paso por uno de los centros clandestinos de detención más emblemáticos del conurbano, la Mansión Seré. El sábado 15 de marzo faltaban nueve días para el nuevo aniversario del último golpe cívico-militar y esta vez el tiempo se corrió: por decisión colectiva, la tradicional Caravana por Memoria, Verdad y Justicia del Oeste se realizó anticipadamente para sumar mayor presencia en la movilización nacional de este lunes 24 de marzo en Plaza de Mayo. “Vamos a ir todos juntos en nuestro querido Tren Sarmiento”, afirman.

Más de 500 personas, entre militantes de derechos humanos, organizaciones sociales, gremios como Suteba y CTA, sobrevivientes, familiares y vecinos, se congregaron en una caravana que desde hace 16 años recorre nueve ex centros clandestinos de detención en los partidos de Moreno, Merlo, Ituzaingó, Hurlingham y Morón. Nueve sitios del horror, denominados por las víctimas como “campos de concentración y exterminio”, todos bajo la órbita de la Fuerza Aérea durante la dictadura.

“El enemigo es más fuerte. El enemigo es el negacionismo”, sostiene Martín al cerrar la jornada en diálogo con Buenos Aires/12. Su frase condensa el espíritu de esta edición de la caravana: la necesidad urgente de reforzar la memoria frente al avance institucional de discursos que niegan/desconocen, relativizan el genocidio y aumentan la violencia contra la sociedad. Desde el 24 de marzo del año pasado, cuando la vicepresidenta Victoria Villaruel se negó a reconocer el golpe de Estado como tal e intentó contrarrestar lo sucedido con un video de "la historia oficial", el gobierno nacional sistemáticamente desmanteló las políticas de derechos humanos. 

Además, a los cuatro días de esa fecha simbólica, el ministro de Defensa, Luis Petri, eliminó los Equipos de Relevamiento y Análisis (ERyA), responsables de clasificar los archivos de las Fuerzas Armadas para contribuir con los juicios de lesa humanidad. El motivo fue explícito y remontó a una conocida excusa militar: acusaron a las víctimas de ser subversivos.

No fue una medida aislada. La motosierra libertaria cayó sobre políticas clave de Memoria, Verdad y Justicia. Los organismos denuncian un intento de instalar un “plan de impunidad”. Y es en ese contexto es que la Caravana del Oeste cobra un nuevo peso, mientras que, quienes padecieron el horror no esperan un escenario distinto este año.

La caravana partió a las 9 de la mañana de la Comisaría 1° de Moreno. Allí estuvieron secuestradas numerosas personas que luego fueron vistas en otros centros clandestinos. El recorrido continúa por el ex Instituto de Menores Riglos -hoy parte de la UNM-, y siguió en Merlo por la Comisaría 1°. De allí a Ituzaingó, a la plaza Sur, antes conocida como “plaza de la memoria”, y luego a la Comisaría 3° de Castelar, donde, según denunciaron los organizadores, increíblemente o tal vez no, un efectivo policial fotografió y filmó a los manifestantes durante el recorrido.

“Nos estuvieron siguiendo y sacando fotos en toda la caravana. Fue una provocación con mucha impunidad”, denunció Carlos García. A raíz de esta situación, el intendente de Morón, Lucas Ghi, elevó un pedido formal de explicación a la Policía Departamental del distrito.

El recorrido siguió por el ex Regional de Inteligencia de la Fuerza Aérea en Morón, el Hospital Posadas -donde funcionó un centro clandestino en el subsuelo- y la Comisaría 2° de Villa Tesei. El final fue en la Mansión Seré de Morón.

En todos esos puntos se realizaron actos, lecturas de documentos y testimonios. “Hace 16 años que hacemos la caravana, y cada vez más fuerte. Este año es muy especial, porque el contexto es gravísimo”, señala Adriana Martín. “Nosotros discutimos cara a cara con los vecinos. El número es 30.000 y fue genocidio. Y el que lo niega es cómplice”, arremete.

Una historia impregnada en los cimientos de Mansión Seré

Hoy, donde funcionó ese centro clandestino, desde 2013 funciona el Espacio por la Memoria Mansión Seré, como parte del predio municipal Gorki Grana. Pero entre 1977 y 1978, esa elegante residencia de estilo francés fue sede del espanto. Allí se estableció el centro clandestino de detención y tortura conocido como "Atila", bajo control de la Fuerza Aérea.

“Nos daban duraznos para hidratarnos, porque si nos daban agua con la picana nos electrocutaban”, dice una de las placas del museo que fue montado alrededor de los cimientos que quedaron de la mansión. Los restos de cerámicas, maderas, ladrillos y hasta carozos de fruta fueron recuperados en excavaciones impulsadas por el municipio de Morón en el año 2000, y también por donaciones de vecinos. La Mansión fue incendiada tras una reconocida fuga, la de Carlos García, Guillermo Fernández, Claudio Tamburrini y Daniel Rosomano, ocurrida, casualmente, en la madrugada del 24 de marzo de 1978. Posteriormente, la dinamitaron y plantaron una cancha de fútbol para tapar lo sucedido.

Durante años, se negó la participación de la Fuerza Aérea en el esquema represivo. La caravana, como explica García, nació para “visibilizar el rol que tuvo la Aeronáutica en el circuito del Oeste, porque en el Juicio a las Juntas no se los nombró”. Al día de hoy, muchos represores de esta fuerza todavía siguen siendo juzgados por la Justicia.

Carlos García estuvo secuestrado cinco meses y medio en Mansión Seré. Su testimonio fue recogido por Buenos Aires/12 desde el lugar del horror. García fue militante de la Juventud Peronista. El 4 de octubre de 1977, fue secuestrado en su casa en Capital Federal cuando solo tenía 20 años. Lo esposaron, le vendaron los ojos y lo llevaron a un lugar desconocido, que más tarde descubriría era la Mansión Seré. Lo torturaron. Lo interrogaron. Le exigían nombres, direcciones. “Ellos partían de no saber nada y con la información construían un rompecabezas”, recuerda.

El edificio original de la Mansión Seré. Foto: archivo del Municipio de Morón.

Durante el cautiverio, junto a Tamburrini, Fernández y Rosomano, planeó una fuga luego de observar como otras dos personas de la planta baja lograron escapar previamente, producto a la poca seguridad que había por las noches. La maniobra fue ejecutada aprovechando la distracción de los guardias que miraban un partido de la selección. Usaron un clavo para abrir una ventana, sábanas como soga, y saltaron desde el primer piso bajo la lluvia. “Logramos correr, cruzamos el predio, intentamos robar un coche, tocamos timbres con mucho miedo porque el barrio en ese momento era de militares”, cuenta García. El grupo pudo esconderse en una casa deshabitada y gracias a la ayuda de una vecina a quien le manifestaron que habían sido asaltados, la odisea culminó cuando el padre de García logró encontrarlos y ayudarlos a escapar paradójicamente a bordo de un Ford Falcón verde.

Exiliado en España durante 35 años, García regresó al país en 2011 porque extrañaba la patria y también impulsado por la estabilidad económica del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, luego de quedarse sin trabajo en Europa, según cuenta. Declaró en los juicios por delitos de lesa humanidad.

Uno de los sucesos que afirma que nunca podría olvidar fue cuando reconoció a uno de sus represores en las fotos: “Identifiqué a Daniel Scali y en ese momento me quebré. No pude continuar por un buen rato. Él era el más violento de todos los que nos torturaron”. Scalli -ya fallecido- fue condenado en 2015 a 25 años de prisión por el Tribunal Oral Federal N° 5 de San Martín junto a otros represores, cuyas condenas fueron confirmadas en 2022.

Hoy, García participa de charlas en escuelas, centros culturales, actos públicos, pero reconoce que la única forma de procesar lo sucedido es manteniendo la memoria presente. “Siempre nos quedó ese sentimiento de culpa: ¿por qué los 30.000 no están y nosotros sí? Pero entendimos que nuestra tarea es ser testimonio vivo de lo que pasó”.

García no suaviza su mirada sobre el presente. “Ellos (el gobierno nacional y los sectores negacionistas) quieren hacer ver que todo fue mentira. Es negacionismo. Hay muchos testimonios, los juicios siguen, pero están trabajando sobre las nuevas generaciones de jóvenes. Es una batalla cultural, como ellos dicen. La ignorancia hace que el pobre vote al rico”.

“Tanta represión significa debilidad”

Adriana Martín y Carlos García coinciden: este año la movilización tiene un peso mayor. “La gente tiene ganas de salir. La represión que se estuvo viendo con los jubilados y trabajadores redobla la apuesta. Y tanta represión, para mí, significa debilidad. Ya pasó en 2001”, analiza García. Para él, la historia se repite porque “cuando hubo otros gobiernos no se juzgó lo suficiente a quienes había que juzgar”. Y alerta sobre la continuidad del poder civil y empresarial detrás del terrorismo de Estado: “Este es un pobre títere, manejado por los de siempre”.

Por eso, la decisión fue adelantar las actividades locales, y de esta manera, enfocar todas las fuerzas en la movilización unificada del 24. “Este año tenemos que marchar más juntos que nunca. No pueden borrar la memoria”, reafirma Martín.


En Mansión Seré, ahora espacio de memoria, se hicieron actividades toda la tarde del sábado 22 de marzo. Las y los asistentes recorrieron las ruinas, leyeron placas, participaron de charlas. Recordaron que allí se practicó terrorismo de Estado con una lógica de exterminio. “Que no fue un abuso aislado, sino parte de un plan sistemático. Y que negar eso, como hace hoy el gobierno nacional, no es solo ignorancia: es una forma de violencia política”, explican los sobrevivientes.

Memoria, Verdad y Justicia activas

La Caravana del Oeste no es solo un homenaje. Es un acto de resistencia activa. Su recorrido no solo recuerda el pasado, sino que denuncia el presente. La represión a jubilados, el vaciamiento de archivos, la persecución a movimientos sociales bajo el protocolo “antipiquete” de Patricia Bullrich, la estigmatización de los organismos de derechos humanos: todo eso estuvo en la calle cuando los autos y colectivos de la caravana avanzaron por el conurbano y cuyo mensaje será replicado este lunes frente a Plaza de Mayo.

“Son 30.000. Fue genocidio. Lo que ayer fue Mansión Seré, hoy es un territorio de memorias. Lo que ayer fue horror, hoy es espacio de vida. Y lo que hoy es negacionismo institucional, encuentra enfrente a cientos de personas que, como nosotros, decidieron no callarse nunca más”, completan Martín y García.