Me pregunto a esta hora qué recuerdos persisten en mi memoria de aquel fatídico marzo de 1976 imborrable para siempre por las marcas que dejó en los cuerpos de varias generaciones de habitantes de esta región.
En efecto, muchas de las atrocidades que padecemos tienen que ver con que a partir del 24 de marzo el terrorismo de Estado se formalizó y lo que ya venía ocurriendo desde el 20 de junio de 1973 corregido y aumentado fue el horror en magnitud infinita.
Días antes del golpe que instauró la dictadura cívico-militar-eclesial-empresarial vimos y escuchamos por televisión a Ricardo Balbín líder de la Unión Cívica Radical citando al poeta Almafuerte con estos versos: "todos los enfermos tienen cura cinco minutos antes de la muerte".
Por cierto el jerarca de la UCR pronunció un discurso laudatorio junto al feretro del general Juan Domingo Perón y es imposible no tener presente aún hoy sus palabras refiriéndose a las corrientes sindicales antiburocráticas como la "guerrilla fabril del cordón rojo".
En 1975, había muerto de un tumor cerebral en la clandestinidad el dirigente sindical clasista del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba Agustín Tosco, el cortejo fúnebre fue atacado en el cementerio por fuerzas estatales de esa provincia que estaba intervenida por el gobierno nacional.
Poco después de las 23 horas del 24 de marzo de 1976 Lorenzo Miguel Secretario General de Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de las 62 Organizaciones Peronistas, salió de la Casa Rosada y afirmó taxativo que no habría golpe de Estado. Horas después, Casildo Herreras, dirigente de la Asociación Obrera Textil (AOT) y a la vez Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT) anunció ya perpetrado el golpe genocida instalado en un aeropuerto y antes de abordar un avión que se borraba.
La mañana del 24 de marzo de 1976 fue fría y preanunciaba un sombrío y trágico futuro, ese día nos aturdieron con marchas militares y un escudo con una antorcha, un sable, un ancla y unas alas, tres torvas figuras de hombres uniformados que produjeron un baño de sangre.
Siete años de padecimientos, años de plomo y de penumbras, de censura.
Como denunció con coraje el periódico anarquista La Protesta en su edición de junio-julio de 1976 bajo el título de NOSOTROS ACUSAMOS, se estaban llevando adelante crímenes atroces para establecer una sociedad perversa y desigual, con pobreza y miseria creciente.
49 años después resulta muy difícil no decir: De aquellos polvos estos lodos.