7 - CÓDIGO NEGRO
(Black Bag/Reino Unido, 2025)
Dirección: Steven Soderbergh
Guion: David Koepp
Duración: 93 minutos
Intérpretes: Cate Blanchett, Michael Fassbender, Marisa Abela, Tom Burke, Naomie Harris, Regé-Jean Page y Pierce Brosnan
Estreno en salas
Hace no demasiado tiempo que Steven Soderbergh fue poseído por el espíritu de Los chalchaleros y se le dio por anunciar ante cada micrófono que le pusieran delante que su retiro de la arena audiovisual era inminente. Pero lo cierto es que ahora, a sus 62 años, la jubilación parece más lejos que nunca: así lo valida el hecho de que el responsable de Sexo, mentiras y video, Traffic, La gran estafa y Contagio, entre otra treintena de largometrajes, culmine el tercer mes de 2025 con, a falta de una, dos películas en cartel. Una es Presencia, en la que el infatigable y multirubro Soderbergh –que suele oficiar de camarógrafo y director de fotografía con el seudónimo de Peter Andrews– ensayó una curiosa maniobra técnica a la vez que narrativa contando toda la acción desde una cámara subjetiva que simula ser la entidad aludida en el título. La otra se llama Código negro y marca su regreso al universo elegante y sofisticado de engaños, espías, traiciones y sospechas de La gran estafa.
Soderbergh habrá perdido todo el pelo, pero nunca las mañas. Al igual que en buena parte de sus películas, aquí apela a un estilo seco y despojado, eludiendo floreos y adiposidades para coronar un relato que, sin embargo, tiene una pátina lúdica que va ganando brillo a medida que avanza el metraje. Todo comienza con el espía de la agencia británica George Woodhouse (ese témpano de hielo que es Michael Fassbender) llegando a un bar y recibiendo una nota de manos de un asistente con los nombres de los sospechosos de haber hecho una serie de filtraciones. Si esos datos se utilizaran con fines maquiavélicos, la geopolítica mundial quedaría patas para arriba. En esa lista hay cinco compañeros, incluyendo a su esposa Kathryn St. Jean (Cate Blanchett). Nada casualmente, todos están invitados a una cena en casa del matrimonio, donde degustarán un menú elaborado con precisión por George en una cocina que luce más limpia que un quirófano.
“Cariño, no podés darles una dosis a nuestros invitados", lo reta Kathryn cuando vea que rocía los platos con un suero de la verdad. Está claro que entre ambos agentes secretos no hay muchos secretos y que están enamoradísimos. Aunque situada en un ambiente de espionaje y protocolos hasta para ir al baño, buena parte de Código negro descansa en el valor de las relaciones humanas y cómo ellas chocan tanto con la lógica protocolar como con la impuesta desde el cerebro. Quizás por eso es que la agencia los obliga a visitar regularmente a una psicóloga laboral, también sospechosa por su carácter de confidente. Allí se cifra el sentido juguetón de Código negro, especialmente el de los varios momentos en los que se entrega al baile de las comedias románticas conyugales de manera solapada y anticlimática. El amor es un problema y una virtud para alguien como George, que disfruta ejerciendo el control de todas las variables de su vida.
¿Qué hacer ante la disyuntiva? ¿Actuar de manera procedimental investigando a su esposa? ¿O lo mejor sería entregarse a la confianza mutua y descartarla? A medida que avanza la “investigación”, de la que el espectador se entera poco y nada, Código negro puntea un universo de espionaje más cercano a los hombres y mujeres grises y misteriosos de John le Carré que del ideario glamoroso de James Bond. Allí está el ex 007 Pierce Brosnan en la piel de un jefe que opera con reverso de aquél para comprobarlo. Imposible no pensar en la decisión de casting como otra humorada del bueno de Soderbergh.