Parthenope. Los amores de Napoles 6 puntos
Parthenope, Italia, 2024
Dirección y guion: Paolo Sorrentino
Duración: 136 minutos
Intérpretes: Celeste Dalla Porta, Silvio Orlando, Peppe Lanzetta, Gary Oldman Stefania Sandrelli, Darío Aita, Luisa Ranieri, Daniele Rienzo.
Estreno en salas.
Como lo viene haciendo desde que su nombre alcanzó estatura popular en todo el mundo tras el estreno de La gran belleza (2013) -Oscar a Mejor Película Extranjera mediante-, en su último trabajo, Parthenope. Los amores de Nápoles, el cineasta Paolo Sorrentino vuelve a entregar una pieza lujuriosamente visual, barroca por elección y desmesurada en su forma de entender lo cinematográfico. Pero además, la película es otra declaración de amor a su ciudad, Nápoles, la divina, la vieja perla de la costa del Tirreno condenada a ser el estandarte miserable de ese sur que el resto de Italia desprecia. Una pieza digna de una filmografía construida con el desborde como brújula.
El relato está ordenado en torno a la figura de la protagonista, Parthenope, cuya vida funciona como línea de tiempo para la película, yendo desde los momentos previos a su nacimiento en 1950, hasta su vejez en la actualidad. Un recorrido signado por la sensualidad que la joven ha heredado de aquel personaje mítico, la sirena Parténope, que en el siglo VIII a.C. le dio nombre a la ciudad griega que con los siglos se convertiría en Nápoles. Ese juego con lo mitológico también es una constante en el cine de Sorrentino, que no se limita al antiguo panteón grecoromano vinculado a la historia de esta ciudad tan eterna como Roma. También apela a divinidades profanas vinculadas a su identidad contemporánea, como lo prueba la centralidad de la figura de Diego Maradona en su película anterior, La mano de Dios (2021).
De alguna manera, Parthenope, película y personaje, pueden ser vistas como avatares poéticos de la ciudad y de su historia, idealizadas en la magnética figura de la protagonista, cuya belleza física se conjuga con el desborde sensual y la curiosidad intelectual. Una metáfora construída para honrar el lugar que Nápoles, hoy desairada por la modernidad avasallante del norte, tiene en el acervo cultural de ese país fundado sobre las ruinas del imperio más grande de occidente. Una nueva muestra del orgullo napolitano de Sorrentino, pero que no condesciende a negar las miserias de un presente que ya lleva casi un siglo de continuidad, aunque para ello recurra a un embellecimiento dramático de orden casi discepoliano.
No sería inapropiado afirmar que Parthenope lleva al extremo ese barroquismo no excento de vanidad que viene ganando terreno en la filmografía de Sorrentino. Un formalismo preciosista en exceso donde las imágenes terminan siendo más potentes que el propio relato, como un pájaro que oculta bajo un plumaje vistoso su carne magra. No es que la película sea solo cáscara hueca, pero el desbalance entre la necesidad de mostrarse visualmente virtuoso y lo específicamente dramático tal vez sea mucho más notorio acá que en cualquiera de sus trabajos anteriores.